miércoles, 1 de noviembre de 2023

Cantos en la playa I (apología del guijarro)

Calor, o frío. Llueve, o no. Sol, o sombra, en una playa desierta o atiborrada. Calma chicha, borreguillos, marejada, qué más da. En el Mediterráneo, en el Atlántico o en el Índico, en una zona rica o pobre. Da lo mismo: casi siempre hay cantos: piedras lavadas, suaves o afiladas, blancas, negras, rojizas, grises, redondas o en lascas. Un lujo trasversal que no discrimina tiempo ni lugar, tan común que ni siquiera uno se da cuenta de su existencia. Hasta que molestan, haciéndonos notar su plomiza y ubicua presencia.

Una playa cualquiera...

Y es que, como diría el gran racionalista Baruch Spinoza en su imprescindible Ética, ya que la sustancia es única y es Dios -o Allah, Universo, Ahura Mazda, Brahma o como se quiera llamar- entonces se infiere que un canto rodado tiene la sustancia de Dios pero una pequeñísima parte de sus atributos y modos y, por ende, una mente, y eso no es moco de pavo y hay que tomárselo en serio.

Guía en playa

Bajo el prisma de esta sorprendente y misteriosa proposición observo, en una playa del sur de España, lo que el mar ha tenido a bien arrojar, en compañía de una pequeña y curiosa guía de campo: "Pebbles on the Beach", de Clarence Ellis.

Lámina de la guía

Recojo los ejemplares más bonitos o curiosos; entre ellos algún cangrejo busca cobijo, quizás de los muchos perros que pululan por la playa. El aerosol marino, con su inconfundible olor, domina el paisaje sensitivo del atardecer mediterráneo: no hay nada más meditativo que recoger piedras con el ansia de un inofensivo cazador, como queriendo hacer eterno un momento fugaz.

Un amigo inesperado

Ya en el gabinete, taller, garaje, antro, reducto, me dispongo a efectuar la investigación "científica". O, más bien, un juego, porque lo que importa, al fin y al cabo, es jugar: trabajar por un valor intrínseco sin tomarse demasiado en serio a uno mismo, como decía Stevenson en su "Defensa de los ociosos".

Los once ejemplares seleccionados
Hago un casting de pedruscos y me quedo con once ejemplares. Monto la cámara con un objetivo de microscopio de 4x para sacar macrofotografías de cada ejemplar, con el condicionamiento de que voy a disparar a pulso y la profundidad de campo de los objetivos de microscopio es mínima.

Cámara y objetivo de microscopio

Vamos con el primer ejemplar: un fanglomerado de origen aluvial, un batiburrillo de pequeñas piedras angulosas y redondeadas cementadas entre ellas. Vamos, un híbrido entre un conglomerado y una brecha. Se considera una roca sedimentaria, formada a partir de clastos de otras rocas o minerales, convenientemente meteorizados por el agua, el viento y el hielo.

Fanglomerado de cuarzo y basalto

En este ejemplar se observan clastos de cuarzo y basalto, siendo ésta última una roca volcánica, negra, mate, muy reconocible.

Gneis y basalto

También encontramos clastos de gneis, con pequeñas estratificaciones internas. El cemento que aglomera la roca parece arena silícea compactada con barro.

Cuarcita
El siguiente ejemplar es pesado, presenta un tacto áspero y brilla de forma vítrea: todo parece indicar que se trata de una cuarcita, una roca de cuarzo metamórfica transformada por la acción de la presión y la temperatura.

Venas amarillentas de feldespato alcalino

En su superficie hay unas venas amarillentas de feldespato potásico, como pequeñas arrugas sobre la tersura del cuarzo.
¿Caliza o cuarcita?

Del siguiente ejemplar tengo dudas. Es porosa y blanquecina, con unas bandas que me recuerdan al planeta Júpiter, o a la luna de un planeta lejano. Presenta menos brillo que la anterior ¿será una caliza?

Gneis de plagioclasa y feldespato

Ante la duda aplico un ácido débil, en este caso ácido clorhídrico al 20%: el salfumán de supermercado de toda la vida, ideal para limpiar tigres malolientes. El carbonato cálcico reacciona con el ácido soltando burbujas de gas carbónico, lo que no ocurre en este caso. Un gneis bandeado compuesto de plagioclasa y feldespato alcalino, vamos a decir.

Gneis

El siguiente ejemplar es grisáceo y bandeado, con granos blancos y amarillos (feldespato) y grises (sienita). Otro gneis, más oscuro que el anterior: gneis sienítico.

Perfil de macaco
En la macrofotografía se aprecia, más o menos el bandeado y los granos de sienita, feldespato potásico y plagioclasa. También una pareidolia: a la izquierda se aprecia el perfil de un mono, o eso me parece a mí ¿pareidolia o directamente parida?
Cuarcita
El siguiente guijarro presenta un ojo algo más oscuro. Brillo vítreo; se parece algo al tercer ejemplar pero el grano es notablemente más pequeño: parece una cuarcita con un leve bandeado del tipo gneis.
Cuarcita de grano pequeño

Al ampliar se aprecia el grano finísimo, casi una superficie continua llena de pequeños cráteres.

Arenisca

El siguiente ejemplar es interesante, macizo, rasposo, parece estar compuesto de pequeños granos, muy pequeños, compactados y pegados.

Hornblenda y plagioclasa

Parece una arenisca, roca sedimentaria compuesta de pequeños granos de arena, en este caso del anfíbol hornblenda, de color negro o verde oscuro, y plagioclasa, blanca. Tanto la hornblenda como la plagioclasa son tipologías de de minerales, y hay muchos en cada categoría.

Basalto
El siguiente ejemplar, al contrario que el anterior, presenta un tacto suave, agradable, con pequeñas venas blancas pero, en general, negro. Bajo la lupa me recuerda, sin duda, a algunas pinturas esquemáticas prehistóricas, incluso algunas manchas blancas parecen figuras de animales o extraños ídolos.

Pinturas en el techo de una caverna

Podría tratarse de un basalto porfírico, roca magmática efusiva compuesta de minerales negros (hornblenda, piroxeno, biotita) y blancos (plagioclasa y feldespatos alcalinos), en diferente proporción. 

Fácil: un conglomerado

El siguiente ejemplar tiene un aire al primero, pero con una diferencia básica: se compone enteramente de clastos redondeados en lugar de angulosos. Los clastos con blanquecinos, presentan un brillo vítreo y son relativamente suaves.

Granos de cuarzo cementados

Se trata, sin duda, de un conglomerado cuarcífero de origen sedimentario. A la lupa se observan -entre los redondeados guijarros- granos de arena de cuarzo, de color claro, cementados con carbonato cálcico.

Caliza o dolomía

El siguiente pedrusco es grisáceo, suave, con unos hilillos amarillos que parecen estrechas carreteras rectas, como si quisieran cortar la piedra. No pesa apenas, y parece polvo compactado, por lo que sospecho que se trata de una caliza.

Microfilones

Efectivamente es una caliza: un buen chorro de salfumán produce efervescencia en la piedra. Podría ser una dolomía: caliza de grano fino de origen lacustre; las venas amarillas se componen de feldespato potásico.

Pizarra jamonera

El siguiente ejemplar me recuerda a un buen jamón ibérico, con su veta tocinera entreverada. Este tocinillo blanco exhibe un brillo vítreo: cuarzo, sin duda. La parte gris presenta foliación, un cierto escalonamiento o esquistosidad: pizarrosidad, para ser exactos. Con la lupa se aprecia esta pizarrosidad y se descubre otra pareidolia: un personaje humano que mira a la izquierda, con frente protuberante, labios gruesos y mentón huidizo. El eslabón perdido, sin duda.

Otro perfil, que parece humano, en el escalón de la pizarra
Parece claro: pizarra con cuarzo. La pizarra es una roca de metamorfismo bajo, y este tipo de ejemplares -como curiosidad- se vende para la decoración de acuarios y terrarios.
De postre, un ladrillo

El último ejemplar es pequeño, áspero, poroso, de un color poco visto en la playa, anaranjado. A la lupa presenta coqueras, vesículas de aire, así como granos e inclusiones más claras y fenocristales más oscuros como de vidrio.

Roca cocida

Podría ser una arenisca pero pesa demasiado poco, es muy ligera. Podría ser un trozo de ladrillo -un canto rodado de chamota- pero tiene demasiados tipos de cristales en su interior. También podría ser una toba volcánica, pero la zona de recogida está lejos de cualquier ámbito volcánico. Aplico la navaja de Ockham: la explicación más sencilla es la buena y, debido a que en el ámbito de la playa hay construcciones a cascoporro, la roca es un puto ladrillo sin más.

Más joyas

Limpio las piedras con agua de mar y las introduzco en una bolsa de las de pesar fruta, por eso de reciclar, y sonrío satisfecho por la buena caza. Miro la playa mientras el sol cae bajo una montaña, algunas embarcaciones regresan al puerto cercano, un perro hace un agujero en la arena, coge un guijarro con la boca y se lo lleva al dueño, que no soy yo.

Parece que no soy el único. Volveremos a disfrutar de la experiencia, sin duda.

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