Ahora que parece que las medidas de confinamiento propiciadas por nuestro microscópico enemigo, el COVID-19, se empiezan a relajar, los que hemos permanecido en
dique seco -sin poder salir nada más que lo imprescindible- tenemos
ganas de salir, tal vez soñar, tal vez escapar durante un rato de la forzada rutina doméstica. Aunque esto no sea aún muy conveniente, ojo. Aviso a navegantes, incluido el que suscribe, que atisbo optimismo rebosante.
Justo antes del virológico evento,
mi querido hermano Alberto -excelente fotógrafo y artista plástico, cuya web es
www.albertodavidfernandez.com- me regaló este peculiar libro:
Altas de Islas Remotas, de Judith Schalansky. Un libro precioso que retrata, según su autora,
cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré. ¿Por qué esa falta de ganas de conocerlas? ¿Qué ocurre en esos lejanos lugares? Exploremos juntos, querido lector...
Lo primero es resaltar que se trata de un libro muy agradable en su edición, de buena factura, agradable papel y buen diseño de sus páginas, recordándome, en cierto modo, algunos libros de arquitectura y diseño. Si alguien se quiere hacer con un ejemplar, temiéndose que esta entrada no es más que un indeseado
spoiler, aquí le dejo una
posible librería donde adquirirlo.
Sin embargo, nada más alejado de la realidad.
No es un libro de viajes, aunque a más de uno -con mucha pasta o subvencionado o patrocinado- se le puede ocurrir visitar alguno de estos enclaves,
sino un muestrario geográfico-poético de islotes desconocidos para el gran público. Ya lo dice la autora en la introducción:
"Este atlas no es, por lo tanto, un manual de geografía, sino un proyecto poético; y parto de la siguiente premisa: una vez que resulta posible viajar alrededor de todo el globo terráqueo, solo nos queda un reto: permanecer en casa y descubrirlo desde allí" Disiento de la autora: a día de hoy, el reto no es llegar a cualquiera de esas islas, sino llegar simplemente a la acera de enfrente...
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Unas páginas del libro (La Gaceta de Gea) |
El libro se ordena en varios capítulos
correspondientes a los diferentes océanos y sus islas remotas. Voy a iniciar mi excursión poético-geográfica eligiendo algunas islas, presentándoselas al
Google Earth -como hice
en esta anterior entrada- y expondré el párrafo que más me llame la atención de cada enclave.
Comenzamos por el
océano Glacial Ártico, más concretamente a la
isla del Oso (Bjørnøya), en el archipiélago de Svalbard, perteneciente a Noruega aunque fuera del espacio Schengen. Se trata de un frígido islote que cuenta con 9 habitantes -todos trabajando en la estación meteorológica de la isla- y está a medio camino entre los fiordos del norte de Noruega y la isla de
Svalbard. Por cierto, parece que
todas estas islas, según algunos estudios, son las más afectadas por el cambio climático.
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La isla del Oso (Google Earth) |
Se trata de una
isla desolada que fue explotada para la caza y minería de carbón. Todo su relieve se descuelga del pico Miseryfjellet, y en su ladera occidental (vista en la ortofoto) aparecen multitud de lagunas, muy aptas para e
l asueto de las aves más septentrionales del planeta. Un paraíso del
birdwatcher más curtido, sin duda.
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El Myseryfjellet de la isla del Oso (Wikimedia Commons) |
Nuestro atlas nos narra:
"El barón de los pájaros recoge cuatro huevos enteros y uno roto, los envuelve en un pañuelo de bolsillo y se los lleva al barco. Los otros exploradores descubren unas alcas tordas que vuelan junto a las aliblancas, descerrajan varios tiros y un ejemplar de colorido plumaje se desploma sobre el agua blanca. El viaje ha merecido la pena, ya tienen suficientes evidencias de la existencia de la isla. Los coleccionistas están satisfechos y, mientras recuentan su botín, una bandada de gaviotas devora los restos de una ballena en la playa"
Nos vamos a otro
charco, esta vez al
océano Atlántico por su parte africana: visitamos la
isla de Annobón, también llamada de
Año Nuevo, perteneciente a Guinea Ecuatorial. Se trata de
la más remota de las islas del golfo de Guinea, localizándose al sur de la
isla de Santo Tomé y Príncipe.
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Isla de Annobón (Guinea Ecuatorial) |
Se trata de una
isla volcánica -lo que en geología llamamos
un punto caliente- que presenta
dos paisajes diferentes, muy definidos. Al norte,
un paisaje semidesértico definido por la presencia del pico del Fogo y el cráter A Pot, una laguna que me recuerda vagamente al Rano Kao, en
la maravillosa Rapa Nui.
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Laguna A Pot con el pico do Fogo (Wikimedia Commons) |
Al sur de la isla, como contrapunto, surgen cafetales, cocoteros y plantaciones de cacao, entre la selva húmeda. Se trata de un isla poblada por 5000 personas, no como la anterior; debe ser cosa del clima. Veamos qué nos sugiere el libro:
"A las 10 de la mañana del 4 de octubre la misión es interrumpida de modo abrupto y sin ningún tipo de explicación. Los oficiales al mando ordenan el cese inmediato de todas las emisiones y la retirada de todas las antenas; los radioaficionados solo tienen tres horas para desmantelar la estación y ese mismo día los montan en un avión de mercancías ruso que los lleva hasta Malabo. No pueden llevar consigo ningún material fotográfico y las llamadas telefónicas con sus familiares no dejan de entrecortarse. DJ9ZB y EA5FO reciben autorización para abandonar el país dos días más tarde, pero EA5BYP y EA5YN son detenidos"
Nos mudamos de océano, esta vez ponemos
rumbo al vecino Índico para recalar en
la isla de Navidad (Christmas Island), perteneciente a Australia. Se ubica a unas 200 millas náuticas al
sur de la parte occidental de la isla de Java, y cuenta con 1420 habitantes, siendo su asentamiento mas importante
Flying Fish Cove. A nivel natural
es muy importante por la cantidad de endemismos, tanto faunísticos como botánicos, que posee. Es por ello que más de la mitad de la isla es
Parque Nacional.
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La isla de Navidad, en Australia (Google Earth)
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La isla se configura como
la parte superior de una enorme montaña sumergida de más de 4.500 metros de altura, por lo que no es de extrañar que su perímetro esté jalonado de profundos acantilados. Las fuentes de ingresos de sus habitantes son el turismo natural y, curiosamente, la
emisión de sellos postales dedicados al coleccionismo.
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La capital de la isla, Flying Fishing Cove (Wikipedia) |
De este extraordinario e idílico enclave nos cuenta nuestro libro:
"No todos logran cumplir esa misión, sus enemigos acechan por todos lados, pero los cangrejos no saben dónde o cuándo les atacarán. Las hormigas araña amarillas simplemente aparecieron un día, es probable que las trajera un visitante de la isla, de modo inadvertido. Esta especie invasora no mide más de cuatro milímetros, pero su ejército resulta completamente aniquilador. Las distintas colonias de hormigas conviven de modo pacífico y sus reinas han firmado un pacto fatídico: todas juntas han constituido una gran colonia unida, una fuerza ominosa, todo un imperio"
Nos
largamos al
Pacífico, que es donde más islotes desconocidos tenemos. Aterrizamos en el que su nombre más gracia me ha hecho:
Fangataufa, en el archipiélago Tuamotu, perteneciente a la Polinesia Francesa. Por cierto, a una de las islas pertenecientes a Tuamotu, el atolón de
Raroia,
arribó en 1947 el gran explorador noruego Thor Heyerdahl, a bordo de su célebre balsa Kon-Tiki.
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El pequeño atolón Fangataufa, el canal de la laguna arrecifal se puede apreciar en la parte superior (Google Earth) |
Fangataufa no es una isla a la vieja usanza: es un atolón.
Esto y más cosas explicábamos en la entrada "Millones de atolones", en la que definimos atolón como un arrecife situado en mar abierto, en forma de anillo, con una laguna arrecifal interior. Pues eso es lo que es Fangataufa: un pequeño atolón
utilizado por Francia para efectuar pruebas nucleares ¡nefasto uso para este bellísimo enclave! Originalmente la laguna arrecifal interior no tenía canal al océano, pero fue abierto en una de las explosiones.
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Vista de la pobre Fangataufa (Getty Images) |
¿Adivinamos lo que nos puede narrar nuestro atlas? Cada vez me confirmo más en mi convicción de que nosotros, los españoles, a lo largo de nuestra tumultuosa historia y a pesar de la mala fama que otras potencias nos han inculcado (en algunas regiones recibida con verdadero entusiasmo), hemos cometido muchas menos burradas y barrabasadas que otras naciones presuntamente puras y dignas. Como muestra un botón.
"Se han repartido las colonias y han ganado las dos guerras mundiales, pero no resulta suficiente: si quieren convertirse en potencias mundiales, los aliados necesitan la bomba. Estas cuatro naciones vencedoras quieren reforzarse y asegurar su valía con armas nucleares, dando un ejemplo drástico y definitivo, convencidas de que nadie las imitará, Francia hizo detonar sus primeras bombas atómicas en el Sáhara pero, cuando Argelia y su desierto lograron la independencia, tuvo que buscar un nuevo emplazamiento remoto y distante para su force de frappe. Primero barajaron el solitario atolón de Clipperton, después pensaron en el siempre nuboso archipiélago de Kerguelen, pero al final se decantaron por un lugar paradisíaco para esta misión destructiva: dos islas separadas por una laguna en el archipiélago de Tuamotu, lejos de los ojos del mundo: Moruroa y Fangataufa, dos atolones deshabitados, de naturaleza virgen y exhuberante"
Mal
rollito nos ha dejado este último lugar; por ello
voy a repetirme con el océano Pacífico, para resarcirnos de tan desagradable regusto a hiel. No nos vamos muy lejos: recalamos en
las islas Cook, pertenecientes a Nueva Zelanda, en concreto a otro atolón con simpático nombre: Pukapuka.
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Pukapuka (Google Earth) |
Pukapuka es una de las
islas Cook más septentrionales, localizándose a unas 400 millas náuticas al noreste de la isla de
Samoa. Es un atolón remotísimo, con
tres isletas arboladas que rodean la laguna arrecifal, y otra isleta en su extremo occidental, unido a las demás por una barrera coralina somera. En el asentamiento norteño, Roto, conviven unos 600 vecinos, en plan comunal por la cuenta que les trae. Un verdadero paraíso: seguramente los virus no llegarán aquí, a menos que sean endémicos. Aviso a inversionistas y aspirantes a Robinsón de nuevo cuño.
Nos extasiamos:
"Robert Dean Frisbie se sienta en el mirador de la cámara de comercio de Pukapuka. Frente a él se extiende la mitad del poblado, un pequeño asentamiento de chozas de madera esparcidas sobre la arena de la playa; los niños juegan en la orilla y las mujeres trenzan sombreros de caña, bajo la suave brisa de la tarde, en el horizonte comienzan a aparecer las canoas de los pescadores que regresan al hogar. De repente una isleña irrumpe en su campo visual, corriendo en dirección al mirador; está completamente desnuda, mojada tras un baño en el océano, su cabello oscuro se pega a su rostro y gotea sobre el cuerpo de piel tostada. Le falta el aliento y pide algo para beber, mientras su pecho no deja de agitarse con respiración entrecortada"
Nos despedimos en el
océano Antártico, ese
mundo ignoto y helado que cautiva la imaginación de los más aventureros, y no de cualquier manera, sino visitando la gran
isla Lauría, una de las islas Orcadas del Sur, de nada más y nada menos que 86 kilómetros cuadrados y de 14 a 45 habitantes, dependiendo de las
necesidades de la Base Orcadas, perteneciente a Argentina. Por cierto, esta base es el asentamiento humano más antiguo de toda la Antártida. Mérito tiene, desde luego, porque también existía otra base, la
Base C, y fue abandonada por los británicos.
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La isla Laurie (Google Earth) |
Se trata de una
isla recubierta de hielo, montañosa, con numerosos acantilados, bahías y pedregosas playas heladas. El lugar más benévolo,
entre dos playas, está ocupado por los barracones de la Base Orcadas.
"Vio todo esto en febrero, cuando quedaron bloqueados por el hielo y no pudieron seguir avanzando hacia el sur, entonces decidieron pasar el invierno en Lauría. Tras fondear las playas de la orilla durante varios días, por fin encontraron un recodo seguro y resguardado para desembarcar, entonces Ramsay ya no pudo hacer nada más. Mientras la tripulación del Scotia se adentraba en las espesas capas de nieve para construir cabañas, clasificar colonias de pingüinos y realizar todo tipo de investigaciones meteorológicas y magnéticas, Ramsay permanecía en el barco, envuelto en numerosas mantas, acurrucado junto a la única estufa del camarote"
Hemos recorrido, junto con las indicaciones y los textos de la
señora Schalansky, todos los océanos, b
uscando esas islas perdidas donde, presuntamente, nunca iremos físicamente, ya sea por falta de ganas, porque no es necesario, porque se nos va de precio o por cualquier razón de las millones que hay, una por habitante del planeta.
Sin embargo
nunca está de más soñar, como lo hace el Sabina en su canción, y ponerme en la piel de personajes que nunca seré: negacionista en la isla del Oso,
mico en Annobón, ateo en la isla de Navidad, promotor inmobiliario en Fangataufa, ciego en Pukapuka, nudista en Lauría...
¡Paz, paciencia, luz y vida!