Continuamos la entrada anterior donde la dejamos, en el que es -para el que suscribe- el lugar más mítico y evocador de la Sierra: el Twenty Club en el interesantísimo Ventorrillo. Por supuesto, todas las fotos son del que escribe a menos que se indique lo contrario, cosa que no se va a dar en esta entrada.
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La Venta Arias, el Dos Castillas y su arista
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Llego al puerto de Navacerrada; es pronto y me dirijo a la famosa Venta Arias (1952) para apretarme gasofa mañanera. Observo la venta, con su tejado inclinado de pizarra y su revestimiento de piedra, de aspecto pirenaico; a la derecha, el restaurante Dos Castillas, semicircular, se adosa a la cubierta inclinada dejando una arista cortante, que me recuerda al sonido de la tiza resbalando impunemente por el encerado ¡arghhhhh!
Entro en la venta y pido un café y, ante mi sorpresa, me lo sirven en bandejita de plástico: un auténtico y globalizado café-nómada para llevar, prohibido tomar en barra que quema. Lo ingiero y salgo de allí echando leches, que el Puerto nos espera con los brazos abiertos.
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Telesilla del Escaparate
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Salgo y tiro a la izquierda, dejando atrás el chaletillo del alquiler de esquís (edificio Verdesoto, 1990) y las petrificadas sillas del Telégrafo, que oscilan al escaso viento chirriando como el mástil de un barco a la deriva. Cojo la carretera que me lleva al telesilla del Escaparate entre pinos deformados por el viento -pinos aberrantes, según nuestra guía de 1929- y, a la izquierda, encuentro el entronque del triscado camino Schmidt, verdadero sumidero de casi todos los excursionistas que recalan (recalamos) por aquí.
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El Escaparate: desagüe del camino Schmidt
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Me tienta cual agujero negro, pero tiro de oficio y me dirijo a la sobria mole del antiguo Hotel Victoria, ahora residencia de Acción Social de Descanso del Ejército del Aire de Los Cogorros (1975 según el Catastro), que me recibe con su hélice de tres palas, su fachada en granito deliciosamente castrense y su equilibrado juego de volúmenes.
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Residencia "Los Cogorros"
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Lo bordeo por la izquierda, encontrando una senda que discurre entre altos pinos silvestres, pastizal reseco y mullido piornal. El suelo está tapizado de cortantes lascas de granito de grano grueso, con biotita incrustada (mica negra).
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Estación de la AEMET
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Más adelante una zona vallada, plagada de extraños artilugios: es la estación meteorológica de la AEMET. En un altillo metálico un cacharro emite un zumbido rítmico, grave, relajante, hipnótico, que, unido al azulísimo cielo fruto de la dispersión de Rayleigh, fomenta la apertura de los sentidos por silenciamiento de la mente, en el más puro rollo contemplativo.
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Pino retorcido y domo granítico
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Ya con el puntito, desciendo la loma hacia un hermoso collado; a lo lejos, una bandada de perdices rojas sale pitando, por lo que pueda pasar.
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Pino "de forma aberrante", como dice nuestra guía vintage de 1929
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Al alcanzar el collado un ruido delata un par de corzos macho que se pierden en el pinar; parece mentira que haya animales tan cerca de un lugar tan transitado.
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El Telégrafo y el Dragón desde la Gallarza
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En el siguiente alto, a 1894 msnm, encuentro un domo granítico fuertemente diaclasado, al que trepo: al suroeste aparece la cresta del Dragón de la Sierra: Siete Picos y su fresca umbría orientada al norte.
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Mirador de la Gallarza
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Desciendo y me dirijo al mirador de la Gallarza, un escénico balcón sobre el Puerto y la Cuerda Larga, compuesta -de derecha a izquierda- por las cumbres Dos Castillas, Bola del Mundo, Valdemartín, Cabeza de Hierro Menor y Mayor, Navahondilla, Asómate de Hoyos, Bailanderos y Najarra, despeñándose en el puerto de la Morcuera. Según el mapa geológico, la vertiente norte de la Cuerda Larga se compone de ortogneises glandulares con afloramientos de paraneises, metapelitas y metasamitas.
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La stairway to heaven y el hotel Pasadoiro, bajo el cerro Dos Castillas
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Regreso hasta el Puerto, por el mismo camino. A la altura de la Venta Arias me fijo en la zona oriental, donde se ubica el integrado hotel Pasadoiro (1943), con su discreta fachada de piedra, similar a la de la residencia de Los Cogorros. A la izquierda una escalinata parece que lleva a ninguna parte, habrá que comprobarlo.
Cruzo la carretera y me dirijo a la escalinata, donde un señor barbado,
tocado con sombrero de ala ancha, se afana martilleando losas de granito. A la izquierda
unas casetas de tablones horizontales, de aspecto alpino. Subo la
escalinata tratando de no molestar; el lugareño, inquisitivo como todos
los lugareños, me pregunta por mis intenciones al llevar libreta y
cámara en ristre. "Documentar el Puerto antes de que se lo carguen", le suelto sin pensar. "Aquí no pasará, esto es Segovia y eso es Madrid", me espeta ufano
y numantino, dibujando la línea imaginaria que separa las regiones de
Madrid y Castilla y León, que salva el chalet que me señala de la destructora piqueta.
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Refugio del Club de Montaña "Cumbres"
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Como ve interés arquitectónico y desgana regionalista, me informa que la armónica y vetusta casita que refiere es el refugio del Club de Montaña "Cumbres", con su porche cerrado dividido en finos cuadrados, de gran sabor montañero. Una señora mayor, frágil y encorvada, sale del refugio y se reúne con mi barbado y afable amigo, que me dice que, además, hay restos de la Guerra Civil Española justo detrás. Algo se nota, aunque hay que echarle imaginación.
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Trasera del Pasadoiro
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Bajo a la calle y me encuentro con la trasera del hotel Pasadoiro, con su chungo testero con chimenea metálica.
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Cubierta juguetona de la Cruz Roja
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Después el edificio de la
Cruz Roja (1994), cuya juguetona cubierta de chapa recuerda algunas obras de
MVDRV o
Rem Koolhaas, por eso de parecer optimista.
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El edificio de la Mutualidad General Deportiva, bajo la piqueta
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Frente a éste, una demolición, la de la Mutualidad General Deportiva (1980), con su torre de estilo racionalista. Un edificio interesante y menos lesivo que otros del Puerto, y más derribable por ser de oficinas; me pregunto si las autoridades mostrarían las mismas agallas para acabar con ciertos bloques de viviendas que veremos más adelante.
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Estación del telesilla a la Bola del Mundo
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Al otro lado encuentro una nave industrial, de cubierta curva sostenida por costillas de hormigón y anexos algo cacofónicos: es la
estación del telesilla de la Bola del Mundo (1970).
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La torre de la Residencia Navacerrada, hito identitario del Puerto
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Al otro lado surge, de forma acusadamente vertical que contrasta con todo lo que hay en la parte alta, la escurialense torre de la Residencia Navacerrada, verdadero hito del Puerto.
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El extraño chalet de la GC
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Un poco más adelante, al final de la calle, encuentro el interesante chalet de la Guardia Civil (1950), con su cubierta de mansarda plagada de buhardillas, a lo queso de Gruyere.
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El próximo centro de interpretación
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Bajo por un camino junto a la Cruz Roja; enfrente la Escuela de Esquí (1975), equilibrado edificio con aspecto de centro de interpretación, uso que parece pedir a gritos.
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Buen diseño y mejores vistas
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Observo el lateral sur del edificio, con sus balcones flotantes y fachada mixta de piedra y listones de madera. Chulo no, lo siguiente.
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La residencia Navacerrada y la Escalera de Caracol
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El siguiente edificio, hacia abajo, es la residencia Navacerrada (1952), con su icónica torre de habitaciones rematada por un chapitel y aguja a juego. Lo rodeo y, a través de las ventanas, distingo varios somieres y colchones apoyados en las paredes, junto a muebles apilados; parece que hace tiempo que no se usa.
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Precioso campito
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En una esquina encuentro una escalera de caracol, que cae a pico tres o cuatro pisos del tirón. Abajo encuentro un campo lleno de flores amarillas como pequeños botones (Santolina rosmarinifolia), y y otras blancas, arracimadas (Achilea odorata). Tiro a la izquierda, junto a la trasera de una enorme residencia militar, entre multitud de mariposas.
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El Club Alpino Guadarrama
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Encuentro un edificio de aspecto rústico, adosado a una casa de piedra de una altura, sencilla, ruinosa. Al lado, una fosa séptica aflora bajo su tapa hundida, como un sepulcro profanado. Es el primer edificio del Club Alpino Guadarrama, o lo que queda de él.
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La residencia del Banco de España
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Asciendo pesadamente hacia la carretera, entre la espesa maleza y junto al tejado hundido del Club, hasta alcanzar la residencia del Banco de España (1985), a la izquierda. Observo sus juegos de volúmenes en cuerpos y cubierta, y sus detalles horizontales en barandillas y chimenea. Un buen diseño añejo, absolutamente abandonado. Una pena.
Cruzo la carretera y asciendo, por una rampa que salva el talud, al abandonado albergue juvenil Álvaro Iglesias (1950), un siniestro mamotreto de cuatro pisos en piedra y listones de madera.
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Bareto, igual con psicofonías
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Asomo la cabeza por la ventana y encuentro un amplio bar, con su barra, presidido por una gran chimenea. En invierno no se debía estar nada mal, con su aire al hotel de "El Resplandor".
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Bodegón patafísico
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Doy la vuelta al albergue y encuentro, entre pintarrajos y mierda variada, un objeto surrealista, un Aleph de andar por casa: la estructura de una silla se ha subido, de un salto, a un farol, echando su retorcida sombra sobre el muro encalado. Un pintoresco objeto que me recuerda a los ready-mades de Marcel Duchamp: una muestra de arte efímero donde uno menos se lo espera.
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Zona baja del Puerto
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Desde la terraza exterior observo la parte baja del Puerto: una mezcla de edificaciones de aspecto alpino con otras más altas, plagadas de ventanas y de varios colores, que sobresalen de las anteriores; allá vamos, viva el mestizaje. Antes me dirijo al solar en el que estaba, antes de que fuera demolido, el refugio del Club Alpino Español Guadarrama, justo al norte del albergue. Estaba hecho una pena, pedía jarabe de piqueta.
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El albergue Peñalara, una pasada
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Cruzo la carretera y me topo con la residencia de la RSEA Peñalara (1927), uno de los edificios más bonitos, integrados y señeros del Puerto, con su zócalo y ventanas recercadas en mampostería y precioso escudo atravesado por un piolet, icono religioso para nosotros, los montañeros, ole.
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Residencia militar fofisana
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Sigo por el arcén de la carretera. Desde aquí veo la nteresante residencia militar de Acción Social de Descanso del Ejército de Tierra (1950), bastante grande pero no un mostrenco insoportable gracias a sus cubiertas en descenso y distintas fachadas retranqueadas unas de otras. Alrededor revolotean varias edificaciones que parecen de barrio periférico de cualquier ciudad, promociones de viviendas sencillas que harían su función en cualquier otro sitio más adecuado que éste.
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Restaurante discreto y alpino
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Un poco más al sur alcanzo el hotel-restaurante El Corzo (1960), un bonito chalet alpino con diseño en piedra y madera, que se ve cuidado con mimo. La trasera, que salva un acusado desnivel, es algo más chunga, pero lo perdonamos por la buena actitud del hostelero.
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Residencia del Club Alpino Español, pidiendo eutanasia
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Poco más abajo, junto a una parada de bus y presidiendo el acceso de una de las pocas calles del lugar -en realidad, el Puerto tiene solo tres calles en fondo de saco- encuentro un edificio ruinoso en piedra, lleno de "manifestaciones artísticas" de los habituales Banksys de pacotilla: la residencia del Club Alpino Español (1950). Accedo a la rotonda semicircular y observo la escalera de caracol que comunica con el piso de arriba, que amenaza colapso al igual que el balcón.
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Piscina y bloque de viviendas verde, jodiendo las vistas
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A la izquierda, junto a unas zarzas, el vaso de la piscina del Club y su barandilla de madera, rota en algunos tramos; lo agradable que tendría que ser este lugar en verano, antes de que se edificara el telón de bloques de viviendas lisos, llenos de ventanas todas iguales, que exudan esa inconfundible pátina de las viviendas de protección oficial o de absorción, a elegir.
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Edificio "Gino II", sólo apto para deportados
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Vuelvo a la calle de la Estación. Tras dejar el ruinoso bloque residencial del Club Alpino Español aparece, a la izquierda y semihundido, un
desconchado blocazo gris (Gino II, 1973), cuyo volumen de escaleras -vertical y sobresaliente- desafía la horizontalidad del resto, recordándome a la chimenea de un acorazado ruso. Por el otro lado grandes ventanales en gris soviético: un edificio que bien pudiera estar en Siberia o en
la increíble isla de Hashima, en Japón.
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Portal del "Gino II", con desconcertante mural |
Me fijo en el portal, revestido enteramente de cerámica vidriada, muy al gusto de los años 70. Contrasta con la acritud del edificio, y sus motivos artísticos son variados: geometría a lo Kandinsky, formas orgánicas que parecen microorganismos como amebas y rotíferos, y formas vagamente humanoides que recuerdan a las de
la fachada de la iglesia de Hanga Roa, en la isla de Pascua.
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Chalet un poco bávaro
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Llego a una curva; arriba, a la derecha y semiescondida en el pinar, surge un peculiar chalet de aspecto centroeuropeo (1965), tal vez suizo o alemán, con sus marcos de ventanas blancos, curvados, algo ñoños, a lo Heidi. No se parece en nada a los demás chalets "clásicos" de la Sierra, pero ponemos el pulgar hacia arriba, como haría Nerón en nuestro caso.
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¿Pareado vintage?
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En la curva, a la izquierda, un
chalet (1968) en sillares de piedra desbastada, bastante tosco; parte de su cubierta se ha venido abajo, dejando ver parte de los cabios y correas de su estructura de madera. Lo rodeo y observo la escalinata y sus dos puertas, de fuerte simetría, que parecen corresponder a dos viviendas distintas. O, a lo mejor, es sólo una:
casa con dos puertas, mala es de guardar.
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El "Gino I" (izquierda) y el "Gino IV" (derecha)
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Junto al chalet, el bloque residencial "Gino I" (1973), un pesado edificio de estilo brutalista que parece un bloque de oficinas ministerial, con su hormigón visto, sus líneas horizontales de ventanas y sus protuberancias, que dan movimiento a la fachada. Aunque el que escribe es un fanático del brutalismo, en este entorno no pega ni con cola, aunque quizás haya mejores candidatos a demoler, como veremos más adelante.
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Primer bloque verde
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El "Gino IV" (1974), frente al anterior, es un bloque de amplios ventanales y cuidados jardines. A la izquierda, un bloque verde (1976) con fachada de balcones cerrados y cubierta de pizarra, equipado con unos descuidados garajes en batería que descienden con la propia calle.
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El "Gino V"
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Bajo por una escalinata a la izquierda, junto a las vías del tren y enfilando la calle Bola del Mundo, hasta encontrarme con el "Gino V" (1989), un bloque residencial curvo, con ventanales corridos en orientación sur. Un edificio bastante digno, sin duda.
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Casa en ruinas y otra residencia militar, detrás
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Al otro lado, con el muro que salva el desnivel de la vía del tren, encuentro un chalet en ruinas (1965), que antes fue el restaurante "Las Brañas". Pide piqueta, el pobrecillo.
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Cuenca minera
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Varios bloques de viviendas altos, grises, monótonos y tristes salen a mi encuentro: son el "Gino VI" (1989) y el "Gino VII" (1991), con ese look característico de la cuenca minera borracha y dinamitera, como dirían los Siniestro Total. Feo no, lo siguiente.
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Restorán, los "Ginos" y el segundo bloque verde, al fondo
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Asciendo por una escalera a la derecha, hasta alcanzar el nivel de la vía del tren. Preside la escena la casita del restaurante Casa Ochoa (1965), con una agradable terraza donde dos currantes, piti en mano, se asolean a gusto. Detrás los bloques mineros y, para rematar el conjunto, un mamotreto verde (1970) de una altura descomunal para el lugar.
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Capilla-refugio |
Detrás está la
capilla-refugio de la Virgen de las Nieves, edificada en 1970 por una agrupación montañera católica. Un edificio agradable, alpino, sencillo. Tras su reja, una Virgen y el Niño parecen tristones; sus motivos tendrán.
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La estación ferroviaria, guapísima
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A la derecha, accedo al andén de la vías del tren, donde encuentro la estación ferroviaria (1940), con sus tres arcos que soportan un gran frontón triangular forrado en madera. Cruzo las vías y entro al vestíbulo empujando la puerta de madera con cuarterones de vidrio.
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Vestíbulo de la estación
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Me quedo sorprendido de la belleza y sabor montañero del interior, de su pared panelada en madera, gran chimenea central y preciosa cubierta donde cuelgan grandes faroles de forja. Hasta el doble banco parece vintage, trasladándome a la época de los pioneros del guadarramismo. Propondría la incoación de este edificio, el albergue Peñalara, el Twenty Club del Ventorrillo y quizás alguno más como Bienes de Interés Cultural.
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El albergue Luis Arias
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Junto a la estación encuentro el albergue Luis Arias (1946), bonito edificio alpino que antes fue hotel, con sus recercados de piedra similares al albergue Peñalara.
Regreso por la calle Vitoria dejando, a la izquierda, la animada residencia militar del Ejército del Aire (1960), de aspecto muy similar a la de Los Cogorros, austera, pesada. Por lo que se ve, en este lugar hay poco más que militares.
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De izquierda a derecha: el "Gino IV", la trasera del restaurante El Corzo y el "Gino II"
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Cojo la calle de la Estación y, pasado el "Gino IV", cojo la calle Ginos a la izquierda. A la derecha, la residencia militar y, de frente, el edificio Montepinar (1980), más feo que el demonio con su verde chillón y sus portales pegaditos.
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El Montepinar
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La calle se convierte, abruptamente, en un sendero que deja ver las raíces de los pinos, protruyendo como las venas de un culturista reseco. Paisaje fresco, fragante, sombrío, un premio por haber llegado hasta aquí.
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Zona en regeneración
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Bordeo la zona de regeneración (hay que ser respetuoso con el trabajo ajeno) y llego al aparcamiento de la Venta Arias.
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Monumento al montañero
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En una elevada esquina, junto a la carretera, encuentro un personaje de bronce mirando hacia la Bola del Mundo. Es el monumento al montañero (1964) aunque, si leemos bien lo que pone debajo, está dedicado a la señera familia Arias, impulsores del Puerto.
Desde esta romántica esquina finalizo esta entrada, más larga que un día sin pan. Seguiremos nuestro periplo, en próximas entradas, hacia las más recias alturas de la Sierra.
CONTINUARÁ
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