Tras el éxito de crítica y público de nuestra anterior entrada sobre XIV Congreso Geológico Internacional, que se celebró en Madrid en 1926, volvemos a la carga con otra ruta de esas de las que hacen época, nunca mejor dicho: la excursión B-2 desde Madrid capital a la Sierra de Guadarrama.
Libro y cuadernillo |
Además, hay de detrás de esto una historia muy curiosa, de esas serendipias que pasan de vez en cuando e inspiran otros temas, que salen tangenciales sin que uno se lo proponga. Resulta que, al recibir el libro desde una librería de Alemania (compré el libro por Abeboks, y en francés por equivocación), me percaté de que estaba firmado por el anterior propietario: H. Cloos. Coño, me dije, si tengo un libro de un tal Hans Cloos en la estantería, llamado Diálogo con la Tierra.
Esto es para nota |
La guía de la excursión está escrita por Hugo Obermaier y Juan Carandell Pericay: el primero prehistoriador, paleontólogo y cofundador de la arqueología española; el segundo geólogo y catedrático, sabio de todo un poco. Un par de buenos ejemplares a la altura de otros eruditos-exploradores que triscaban los campos en aquella época, como Henri Breuil, Juan Cabré, Teilhard de Chardin o Norbert Casteret.
Vista de la Sierra desde un aeroplano: justo debajo la Casa de Campo, al fondo las cumbres dibujadas en el gráfico de arriba |
Partimos de la Estación del Norte o de Príncipe Pío, donde partía la línea ferroviaria Madrid-Irún que, más o menos, vamos a tratar de seguir hasta alcanzar la Sierra de Guadarrama. Nos situamos frente a la entrada sur de la estación, de aspecto afrancesado y edificado sobre las terrazas aluviales cuaternarias ligadas al río Manzanares, que tenemos a nuestra espalda. A lo Phileas Fogg comprobamos la hora en el reloj que corona la fachada, ya que es bien sabido que a los viajeros vintage nos va tal costumbre, por eso de tratar de revivir -aunque sea un ratito- un pasado ya pasado, valga la redundancia: son las 9:28 de un 31 de octubre de 2022.
Iniciamos la ruta |
Sin más dilación cogemos la denominada Senda Real o GR-124, un presunto camino que serviría para salir de Madrid de forma peatonal, esquivando la maraña de autovías, líneas férreas, muros pintarrajeados, vallados insalvables u otros elementos de mal agüero que, con toda probabilidad, saldrán a nuestro paso ¿o no?
Lugar divertido |
Cogemos el paseo de la Florida en dirección NO, por la orilla derecha, hasta llegar a un edificio de dos alturas que parece una muralla, con su pared inclinada: se trata de Casa Mingo, una antigua pollería situada en los antiguos almacenes de la Estación del Norte. Sin duda es uno de los comedores más costumbristas de Madrid: lugar cachondo donde los haya para culminar -si se hace a la inversa- la ruta que nos ocupa.
Rodeo las ermitas gemelas de San Antonio de la Florida y, por detrás, asciendo a una plataforma junto a las vías del tren. Me encuentro con lo esperable: un espacio de transición rodeado de los inevitables muros "decorados", un espacio multifuncional en el más amplio de los sentidos, incluso como punto limpio. Urbanpunk, me viene, y me acabo de inventar un término a mayor gloria del Imperio Británico.
Urbanpunk |
Estamos en el parque de la Bombilla. Hacia el noroeste una pasarela salta las vías hacia el cementerio de la Florida, lugar ignoto e interesante donde los haya. No cruzamos, nos quedamos a la izquierda de las vías, recorriendo un camino bordeado de parterres tapizados de truños de perro: un lugar ideal para aliviarse, seguro que habilitado a tal efecto. Ante la invitación procedo frente a un olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido.
Kiosko algo sucio |
Pasa el cercanías, un grupo de niños los contemplan alborotados. De frente, un kiosko con cartones y enseres variados, junto a unas pistas deportivas. Sigo por la Senda del Rey, entre buenos ejemplares arbóreos, y asciendo a la derecha por un bulevar hasta encontrar una marchita pérgola, con una somera lámina de agua detrás.
Parterre suburbano |
Observo lo más interesante del conjunto: una Wisteria sinensis o glicina, de vainas parecidas a algarrobas que albergan judías tóxicas.
Edificio del complejo deportivo "La Bombilla" |
Avanzamos cruzando una llamativa plaza, algo dura, hasta un interesante edificio perteneciente al complejo deportivo del parque de la Bombilla. Bajo una fina lámina de hormigón se articulan muros de ladrillo y ventanales, con interesantes patios de luz y un pinpón vandalizado, seguramente transformado en mesa de botellones. Una castaña se me cae encima, como el que no quiere la cosa.
Bernardo O'Higgins |
Las vías del tren viran hacia el suroeste, por lo que no tenemos más remedio que cruzarlas por debajo. Llegamos a una estatua situada en un lugar que parece no pertenecerle, presidiendo una maraña de carreteras y puentes. Se trata de Bernardo O'Higgins, un general chileno considerado padre de su patria.
Los dos puentes de los Franceses, el viejo y el nuevo |
Cruzo la avenida de Séneca por debajo del puente nuevo de los Franceses, sostenido en su vano ventral por unos pilares de hormigón en V bajo la M-500; al fondo el puente de los Franceses original, de 1862, con sus cinco arcos de medio punto que salvan el Manzanares.
Sendero de incorporación |
Prosigo a la derecha del carril de incorporación a la M-30, donde encuentro un sendero -bastante agradable, quién lo diría- entre el recinto de la UNED y la propia carretera. Al otro lado un recinto que pone "Escuadrón de la Policía", o algo así.
Un conejo, raudo como el rayo, se introduce en su madriguera. Le he cortado el rollo, qué le vamos a hacer: rewilding a tope. A mi izquierda encuentro una sucesión de edificios interesantes cortesía de la UNED, la universidad más grande de España. Un servidor la ha probado, y es un buen sitio siempre y cuando uno tenga estómago. Queda dicho.
Observamos el cubo de la biblioteca de la UNED, un presunto hito de la arquitectura madrileña que me parece soso y carcelario a morir, cuestión de gustos.
Brutalismo on fire |
La cosa mejora al alcanzar la Facultad de Humanidades, antes Colegio Mayor Siao-Sin, destinado originalmente a alumnos chinos (!). Se trata de un templo al brutalismo más burro, con su toque Le Corbusier y sus enormes jácenas en U, de claro influjo metabolista. Arquitectura para paladares exigentes.
Chopo y bujero |
Llegamos a un edificio con planta en peine, lo que aumenta la superficie acristalada, y una cubierta con óculos que da luz a los patios: se trata de la Facultad de Económicas y Empresariales, un interesante edificio especialmente en su parte trasera, que es la que estamos observando.
La Senda Real se ensancha |
Más allá el campus universitario da paso a una zona de huertas y cultivos, con lo que la zona de la Senda -bordeada por poderosos chopos y fresnos que evidencian un bosque de galería- se ensancha dejando a la derecha el Palacio de la Moncloa, donde mora el apolíneo y vacuo presidente del Gobierno de España. Me fijo en su muro perimetral y en el propio palacio, edificado en 1949 sobre los terrenos del Real Sitio de la Moncloa, una finca agrícola perteneciente a la aristocracia allá por el siglo XVII.
Muro de la Moncloa |
Un estruendo de disparo seco corta el viento, dándome un susto de muerte. Infiero que viene de la Moncloa ¿qué estarán haciendo? Visualizamos el mapa geológico: estamos en un terreno formado por cantos y gravas sobre terraza de arenas, arcillas y limos.
Llegamos al cruce con la calle que lleva a la entrada del palacio, la cruzamos y seguimos por la Senda Real. A la izquierda nos encontramos un cartel de interpretación, de esos que casi nadie mira.
Cartel |
Nos informa que la Senda Real que estamos transitando data de la época de Enrique III de Castilla, cuando a éste se le ocurrió construir un pabellón de caza en el cercano monte de El Pardo. Aquí se encuentra el Centro de Experimentación de la Escuela de Ingenieros Agrónomos, una lugar dedicado a cultivos, laboratorios agronómicos y naves ganaderas, todo ello dedicado a la investigación.
Pasado este complejo aparece in austero edificio de ladrillo rojo, perteneciente al complejo de Veterinaria de la Complutense: se trata del Hospital Clínico Veterinario, seguramente lo mejor de Madrid en cuidados veterinarios.
Me han alegrado el día |
En un lateral un vallado y una tolva con paja. Me acerco y, al otro lado de la verja, unas ovejas se acercan, quizás esperando su ración de pienso, luego existo. Sus bocas esbozan una ligera sonrisa y su mirada, fija en mí, brilla con la fina inteligencia que solo puede otorgar el herbivorismo gregario.
Sigo hasta que llego a una pasarela que cruza la M-30. Huele bastante mal, y me da por pasar al otro lado. La razón es que aquí se encuentra la EDAR "Viveros de la Villa", una estación depuradora de gran plasticidad visual.
Con razón olía mal |
Se trata de una obra del arquitecto Javier Feduchi Benlliure, finalizada en 1985. La repetición de sus piscinas, algunas cubiertas y otras no, unidas al olor a alcantarilla, crean un efecto lisérgico, hipnótico. Como telón de fondo los pinares del Club de Campo, un selecto club solo apto para prohombres y promujeres.
Regreso por la pasarela y cruzo por debajo de un ramal de la M-30, para encontrarme con la Granja Docente de la Complutense, que ocupa el espacio intersticial entre la M-30 y la A-6, junto a un nudo de comunicaciones en toda regla. Unas vacas blancas con manchas pastan ajenas a todo el tinglado.
Granja |
Cruzamos la A-6 por debajo, alcanzando un punto limpio. Después volvemos a pasar por debajo de un ramal de autovía; vaya lío, aunque sin pérdida. A nuestra izquierda, un pinar de pino piñonero. Encontramos otra pasarela, que esta vez cruza la carretera de la Dehesa de la Villa. Al otro lado encontramos otro bosquecillo.
Bosquecillo |
Sigo por la Senda Real pegado al carril de incorporación a la M-30, en una vorágine mareante de asfalto: carriles, autovías, carreteras y coches, muchos coches. A la izquierda se halla la pequeña y elegante Puerta de Hierro, en un espacio de acceso prácticamente imposible. Construida en 1751 como puerta de acceso al monte de El Pardo en estilo barroco francés, resiste empequeñecida al desarrollismo rampante aunque necesario en una ciudad de este tamaño, no nos pongamos tremendos.
La Puerta de Hierro, de acceso imposible |
Seguimos por la Senda hasta alcanzar otra pasarela peatonal, ya en pleno Anillo Verde Ciclista, por lo que extremo las precauciones y cruzo al otro lado hasta llegar al histórico puente de San Fernando, construido en 1749, donde finaliza la primera etapa de la ruta.
Sobre el puente de San Fernando |
Observo las dos estatuas que flanquean los pretiles: se trata de San Fernando y Santa Bárbara, es decir, el rey Fernando VI y su señora Bárbara de Braganza. Un pelotón de ciclistas senior me pide que les haga una foto de grupo: les echo más de 70 tacos de vellón, y parecen gozar de una lozanía y una alegría envidiables. Así da gusto, oiga.
El Manzanares |
Observo el río: una bandada de ánades reales nada sin preocupación. Me pregunto cómo será la siguiente etapa de nuestro camino a la Sierra de Guadarrama, guiados por una antigua guía geológica. Supongo que, al salir de Madrid, el paisaje y sus características se irán haciendo más naturales, aunque no más interesantes. Porque lo más importante, como nos gusta recordar, no es lo que miras, sino cómo lo miras.
Y en eso estamos...