martes, 14 de marzo de 2023

Incursiones cotidianas: Madrid, por San Fermín, Orcasur y Orcasitas

Regresamos con otra entrega de la serie "incursiones cotidianas" dedicadas a Madrid, en la que se hace ejercicio, se explora y se aprende, si uno se deja penetrar por el aparente feísmo de estos ámbitos tan poco comerciales esta enorme ciudad, que es una de las que tengo más a mano. El concepto es bien sencillo y válido para cualquier lugar más o menos urbano, antropizado: dejarnos arrastrar por la curiosidad sin prioridades aparentes, a saco, descubriendo si es acertada nuestra inevitable batería de prejuicios, que va a aflorar sin duda alguna. Y caminar los 10.000 pasos que marca la OMS como saludable.

De izquierda a derecha: San Fermín, Orcasur, Meseta de Orcasitas, poblado de Orcasitas (OSM Topo)
Hoy vamos a recorrer una zona del sur de Madrid poco conocida para los que no viven en ella, encajonada entre cuatro potentes ejes: la A-42 (carretera de Toledo), la A-4 (carretera de Andalucía), la avenida de los Poblados y la M-40, una de las circunvalaciones. Se trata de los barrios de San Fermín, Orcasur, Meseta de Orcasitas y el Poblado Dirigido de Orcasitas. Todas las fotos son del que suscribe, sin excepción.

Comenzamos bajo la mole del hospital Doce de Octubre, construido en 1972, frente a la estación de Metro. Observamos el complejo: consta de un edificio primitivo de ladrillo rojo y zonas acristaladas marcadamente verticales que emerge sobre un bloque horizontal, con ventanas horizontales. Un diseño muy coherente que podría parecer un hotel setentero en Benidorm si no fuera por los nuevos edificios anexos, de aspecto mucho más contemporáneo pero menos rotundos e interesantes en su diseño, "EMHO".

Viviendas en la calle de Carabelos

Cruzamos la avenida de Andalucía y atravesamos una zona ajardinada con pistas deportivas que nos deja en la calle de la Estafeta, a la altura de la calle de Carabelos. En esta última aparecen unos interesantes bloques de viviendas con forma de peine, construidos en 1970 en ladrillo blanco y cinco alturas, y dotados de las siempre agradables terrazas corridas multifuncionales, para cerrar o abrir al gusto del consumidor.

Plaza de los Ojos de la Mezquita, de mucho suelo y poco pelo

Cogemos la calle de Elizondo en dirección sur, hasta llegar a la desangelada plaza de los Ojos de la Mezquita, con sus escasos arbolillos, escuchimizados parterres y marchitos bancos. Y suelo, mucho suelo, gris como la vida, que contrasta con el misterioso y ensoñador nombre de la plaza.

Viviendas neorracionalistas

Cogemos la calle de la Mezquita hacia Estafeta, donde, algo más al sur, encontramos un interesante edificio de viviendas en manzana cerrada, de cierto aspecto neorracionalista, construido en 1999. Sus limpios volúmenes blancos con esquinas marcadas permiten camuflar que se trata de viviendas de protección pública, teniendo mejor aspecto que la mayoría de éstas.

Vivienda en la calle Anaya
Tiro hacia el este por la calle de Navascués, bordeando la Colonia de San Fermín (1940). Se trata de una urbanización realmente gentrificable, uno de esos aḿbitos con encanto vintage y gran potencialidad para artistas en constante búsqueda del Otro, jóvenes bohemios con conciencia de clase, familias modernillas, surferos sin tabla y demás libérrima e identitaria fauna.

La colonia actual, edificada entre los años 1940 y 1946, se superpone formalmente a la anterior: la colonia de Alfonso XIII (1929), destruida en la Guerra Civil Española. Se trata de sencillas manzanas rectangulares con pequeños chalets adosados, de una planta, con patio trasero y pequeño jardín frontal.

Frontón mitad y mitad, o cómo no llevarte con tu vecino

Giro a la derecha por la calle Amaya, donde encuentro los pequeños chalets pintados en diferentes colores y tuneados con toldos a rayas, rejas clásicas o modernas, enanitos de jardín y molinillos de viento. Frontones triangulares dividen las viviendas, en muchos casos pintados por la mitad en distintos colores, no sea que alguien se confunda de morada.

Vivienda de esquina

Cruzo la avenida de San Fermín y me fijo en las esquinas de las manzanas, donde aparecen viviendas de dos alturas, como las almenas de un castillo. Prosigo entre tan agradable y variado entorno hasta que me topo con el colegio República del Brasil (1984), con un cierto aire a centro comercial quizás causado por su rotunda simetría en ladrillo y pavés, flanqueado por torretas curvas de aspecto racionalista.

Colegio simétrico

Regreso por una calle con nombre de bar de pintxos hasta la avenida de San Fermín, que tomo en dirección oeste. Se trata de la vía principal de la colonia: una calle de dos sentidos que alberga tiendas y equipamientos como el centro cultural y la parroquia homónima, quizás no demasiado agraciada pero útil, sin duda.

Centro de Salud guapo

Cruzo la calle Estafeta y me encuentro con el centro de Salud de San Fermín (1999), edificio muy interesante en vidrio y hormigón visto, con forma de L. Dentro trabajan nuestros esforzados y maltratados sanitarios, siempre víctimas de la soberbia ágrafa que caracteriza los populismos de uno y otro signo, en este caso el de la chulesca y sobrada Comunidad de Madrid. Aunque hay otros en otras partes, para desgracia de todos.

Murallones en calle de Antequera

Continúo la calle de la Estafeta en dirección sur hasta que se trasforma en la calle de Antequera, donde unos bloques muy altos constriñen visualmente el espacio: estamos en la Remodelación del poblado de San Fermín (1980), un damero de impersonales edificios en ladrillo rojo.

Descampado

Giramos por la calle del Campo hasta encontrar un gran descampado -valga la paradoja- que hace de aparcamiento aunque parece que duerme el sueño de los justos, quizás esperando la construcción de algún equipamiento público. Justo al lado, la estación de metro San Fermín-Orcasur.

Vivienda fisna en la calle de las ¿Coníferas?

Cruzamos la avenida de Andalucía y tiramos en dirección sur hasta la calle de las Coníferas, un bulevar de nombre irónico ya que su arbolado es de plátanos de sombra. De esta forma poética entramos en Orcasur (1978), un barrio que se configuró como una desafortunada amalgama de diferentes poblados de absorción y realojo en varias fases, aunque el aspecto global es bastante uniforme dentro de lo negativo. La bienvenida nos la da un bloque de viviendas de aspecto bastante cuidado, que bien pudiera estar en otra ubicación más glamourosa.

Residencia de mayores en calle de Albuñuelas: casi es mejor roscarla

En el cruce con la calle de Eduardo Barreiros tiro a la izquierda, donde encontramos un moderno edificio de formación de oficios, de equilibrados volúmenes. De frente la calle de Padul, por donde me interno en Orcasur, más concretamente en el polígono 3 (1979). Avanzo hacia el oeste por una zona de aparcamiento, observando los bloques de viviendas de ladrillo rojo, algunos exentos en dirección este-oeste y otros en manzana semicerrada, con soportales en planta baja y pocos bajos comerciales abiertos. Son las 10 de la mañana y ni un alma por aquí ¿dónde estarán?

Driblo a la izquierda hasta alcanzar la calle de Albuñuelas, donde encontramos un edificio rojo con unos balcones metálicos, que parece un barracón carcelario: es una residencia de mayores, bufff.

Pasión cinegética
Tras el bajón avanzo por la calle de Salobreña y tiro a la derecha. Camino paralelo a una línea de casas con semisótano, parcelita y una altura. Algunas parcelas están cubiertas con plásticos y uralita,un look decididamente chabolista que puede contribuir al desasosiego del inocente flanêur. Aunque -podría ser- sea eso lo que se busca.

Viviendas típicas

Con la mosca detrás de la oreja rodeo el Centro de Salud hasta llegar a la avenida de Orcasur, una rotonda larga y estrecha en la que se implantaron todos los equipamientos del barrio, tiendas incluidas. Una mala idea urbanística similar en concepto a Brasilia pero en cutre, donde la diversidad de pequeños ámbitos queda relegada a enormes espacios comunales -de corte darwinista- donde malotes y niñatos copan el espacio desplazando a niños y mayores, que se las tienen que arreglar como pueden.

Plaza del Pueblo

Tras una enorme biblioteca -testigo de la suma importancia de la educación en este barrio- encuentro la plaza del Pueblo, un espacio con los elementos algo inútiles de rigor: pérgola (de las que no echan apenas sombra) con banco testimonial, kiosko elevado para eventos, pequeña zona infantil y suelo, mucho suelo tras la pintarrajeada trasera del abandonado mercado del barrio.

Sede Rayo Orcasur

Al otro lado encuentro una estructura metálica a dos aguas, sin cubrir, como si hubiese sucumbido a un apocalipsis zombi. Debajo, el centro social del equipo de fútbol del barrio. Detrás vemos una zona de skate, otra infantil y ni un solo banco; aquí nadie se sienta: es mejor correr.

"Centro comercial"

Volvemos al mercado del barrio, todo cerrado, lo que seguramente provoca que los vecinos tengan que coger el coche para asegurarse su más básica subsistencia. Frente al mercado, un peculiar centro comercial con dos escaleras de caracol simétricas y una gran cubierta metálica, que sería hasta simpático si no fuera siniestro.

The Last of Us

Unos sujetos -todos hombres de mediana edad- pululan de aquí para allá sin prestarme atención, mientras me interno en el edificio y subo una de las hélices, donde encuentro unas sillas quizás dispuestas para admirar la puesta de sol, o no. Únicamente veo abiertos un supermercado y dos talleres mecánicos en la trasera, además de una pequeña cafetería en el lateral.

Agradable entorno, para variar

Invadido por la lacerante acedía que me produce este barrio me dirijo hacia la parroquia, por eso de acogerme a sagrado. La encuentro: pequeña, acogedora, en un entorno mucho más cuidado que el anterior. Un jubilado ocupa uno de los escasos bancos, quizás satisfecho por su hallazgo.

Iglesia de buen diseño

Tiro por la calle Nívar con la intención de largarme de aquí, mientras observo los sobrios y lisos barracones de tres alturas. Alcanzo la Gran Avenida de la Meseta de Orcasitas (1973) mientras respiro aliviado: mucha más animación, gente, comercios, cierta alegría de vivir.

Patrimonio industrial aprovechado

A la izquierda la iglesia de la Preciosa Sangre (1980), de módulos hexagonales. Más al oeste alcanzo la plaza de la Asociación -centro neurálgico del barrio- donde observo la decorada chimenea de la Central Térmica, que provee de calorcito a los vecinos. Nada que ver con Orcasur: espacios limpios, verdes, con abundantes bancos y sombras, muchos pequeños comercios y bares, gente normal en fondo y forma y, sobre todo, alternancia de espacios urbanos grandes -sin ser enormes- y pequeños, sin ser escondrijos sombríos.

Aprovecho para estudiar el plano del barrio: se configura mediante una plaza central (la de la Asociación), y alrededor seis plazas cerradas de nombres que piden mármol: Promesas, Asambleas, Solidaridad, Memoria Vinculante (?), Movimiento Ciudadano y Mil Delegados. Alrededor de cada manzana cuadrada -de cuatro alturas- aparecen ocho torres cuadradas de diez pisos a modo de satélites: el Sistema Solar de Orcasitas.

Plaza de las Promesas

Me filtro en la plaza de las Promesas a través de la columnata que sostiene la manzana cerrada. Su simetría rotunda y zonas ajardinadas recortadas con bancos de granito y rejas me recuerdan vagamente a la arquitectura franquista de los años 50.

Plaza del Movimiento Ciudadano

Vuelvo a la plaza de la Asociación y, bajando unas amplias escalinatas, alcanzo la plaza del Movimiento Ciudadano, recuerdo de la importancia que tuvo la movilización popular en la construcción de este barrio. Se trata de una plaza cuadrada pero delimitada por cuatro bloques exentos de cuatro alturas, en ladrillo blanco y con balcones corridos, que podrían fácilmente situarse en zonas con mayor renta per cápita.

Mural histórico

Atravieso la plaza de la Memoria Vinculante, bastante similar, y llego a un Centro de Mayores (1990) de buen aspecto, con un cuerpo central de acceso y laterales con muros-cortina verticales. Al lado me sorprende un bonito mural con la historia del barrio a modo de cómic. Detrás un frontón y, al lado, un agradable parque con lámina de agua.

Mural "Los Domingueros"

Llego a la avenida de Rafael Ybarra, frontera de la Meseta de Orcasitas con el Poblado Dirigido de Orcasitas (1976). Reparo en un mural que representa cuatro simpáticos currelas que, pitillo en mano, dan la bienvenida al barrio. Se trata de "Los Domingueros", de Miquel Wert, que representa a unos obreros que trabajaban en la construcción del poblado los fines de semana, a cambio de una vivienda digna.

Hotelitos

Aprovecho para analizar la planta del Poblado Dirigido, de gran diversidad y complejidad urbana, como a un servidor le gusta: ristras de pequeños hotelitos con callejuelas, plazas bordeadas por altos bloques, mercados con pequeñas tiendas, todo entre viales más o menos anchos que se abren en zonas de aparcamiento, todo aderezado con una buena cantidad de bancos y arbolado.

Diversidad urbana de la buena

Tiro por la calle Deva -más bien una calleja- admirando los sencillos hotelitos de dos alturas con escalera, algunos tuneados. Unos se orientan este-oeste y otros norte-sur, configurando una gradación de espacios urbanos más o menos privados.

Viviendas en plaza de Jaizquibel

Giro al sur hacia la plaza de Jaizquibel, bordeada por sólidos bloques exentos de diez alturas con balcones corridos y planta baja exenta. Sigo por la calle de Villabona alcanzando el Mercado de Orcasitas, con mucha actividad y buen ambiente.

Cruzo la calle de Guetaria y paso entre dos líneas de tiendas bajas a modo de mercado abierto entre grandes bloques de viviendas, alcanzando la calle de Ibarra, que cojo en dirección norte; aquí vuelven a aparecer los chalets de dos alturas, y ya se escucha el murmullo de la autovía A-42. 

Chaletes en calle de Ichaso
Giro por la calle de Ichaso y me cuelo entre dos ristras de adosados, con lo que llego a una zona verde bastante grande, separada de la autovía por un talud elevado, bastante aseado para lo que podría ser. Estamos en la plaza Zapola: unos chavales perrean como si no hubiera un mañana; puede que tengan razón.

Bloques en plaza Zapola

Atravieso la plaza de Ermua y alcanzo la iglesia del poblado, en la calle de Cestona. Tras el discreto y masivo Centro de Salud encuentro un opaco edificio de hormigón visto y una altura: la Escuela Municipal de Música Maestro Barbieri (1982).

Escuela de Música

Alcanzo la rotonda de la avenida de los Poblados, cruzo y me interno en el paseo principal del parque de Pradolongo (1985), en dirección noreste, dirigido por unas láminas de agua con fuentecillas. Antes esta zona estaba ocupada por chabolas e infraviviendas, y ahora es uno de los parques más grandes de Madrid, y es bastante agradable.

Bulevar de Pradolongo

Llego a una especie de OVNI elevado: es el templete de Pradolongo, un mirador privilegiado.

Encuentros en la Tercera Fase

Subo y admiro el gran estanque, con graderío lateral y tómbolo interior. Una gran bandada de gaviotas sombrías (Larus fuscus) emerge cual estruendosa nube, quizás ahuyentadas por una tabla -no sé si un kayak- que se desplaza por el agua con unos diez marineros a bordo, de pie y con palas.

Estanque de Pradolongo

Desciendo el graderío de la derecha y cojo un sendero abierto en el césped, que me deja junto al Centro Cultural Maris Stella, un moderno equipamiento que tiene en su interior una iglesia conocida como la "iglesia rota". Hoy se utiliza para exposiciones y alberga un club de piragüismo: buen ejemplo de lo importante que es recuperar -para dar uso- elementos inservibles o ruinosos, ya que lo que no se usa se pierde.

Parque en obras con esculturas emergentes

Alcanzo la calle del Dr. Tolosa Latour y cruzo hasta internarme en un parque aterrazado, en obras, con unas peculiares "esculturas emergentes" de colores, y que me gustan o no dependiendo de lo que hayan costado al erario público (baratas=me gustan, caras=no me gustan). 

El 12 de Octubre desde el Anillo Verde Ciclista

Sigo por el parque "Miguel Sarabia Gil" por unas curiosas pasarelas aterrazadas, hasta que llego a un montículo pelado. Me fijo en los enormes edificios nuevos del hospital 12 de Octubre, y me da por pensar que estaría muy bien que se invirtiera el dinero público -además de en obritas para fardar de cortar cintas- en mejorar las condiciones del personal sanitario, frecuentemente abusado por su carácter vocacional.

Desde aquí sigo el Anillo Verde Ciclista y, en pocos minutos, alcanzo la estación de metro 12 de Octubre, donde empezamos esta ruta tan didáctica a través de cuatro barrios del siempre desconocido sur de la capital.

martes, 14 de febrero de 2023

Rutas vintage: 1926, Sierra de Guadarrama III (Las Matas Little Town a Hoyo de Manzanares)

Continuamos nuestra exploración vintage donde la dejamos: en El Plantío, esa urbanización de principios del siglo XX tan desconocida e interesante, ahogada entre una autovía y un frondoso pinar.

El barrio ferroviario de Las Matas (AFEMAT)

Nuestra guía de 1926 indica que la próxima parada es la estación de clasificación de Las Matas, donde las formas topográficas del cuaternario son más animadas: abundancia de laderas y disecciones (encajamiento de cauces) más acentuadas como efecto de la proximidad del río Guadarrama. Vamos a verlo. Como siempre, todas las fotos son de un servidor a menos que se indique lo contrario.

Desde la A-6 tomamos la salida 24 cogiendo la vía de servicio y, en la primera rotonda, tiramos a la izquierda hasta encontrarnos con un cartel que nos indica que estamos en fabulous Las Matas Little Town, un guiño a Las Vegas cortesía del tradicional gracejo que caracteriza a las corporaciones municipales madrileñas.

Pues welcome

Driblamos a la derecha internándonos en un interesante poblado ferroviario pegado a las vías del tren, que luego exploraremos. Intento encontrar el corte geológico de la guía en la trinchera de las vías, y no lo consigo pues los taludes más verticales están recubiertos de geotextil, no sea que caigan piedras; es lo que tiene visitar el lugar un siglo más tarde, que hay cosas que ya no están.

Parking de trenes, o como se diga

Llego hasta un túnel que cruza más vías, a la izquierda. Nada más pasarlo cojo un vial a la izquierda y aparco. Me acerco a las vías: terminan aquí, lo que puede indicar que se trata de la antigua estación de clasificación o, al menos, donde "aparcaban" los trenes.

A la derecha el arroyo del Bosquillón

Observo la enorme nave logística de Talgo, en la que multitud de enormes camiones salen y entran, algunos haciendo maniobras que evidencian nervios de acero. Rodeo el edificio y cojo la pista -cerrada a los coches- que avanza hacia el norte, con la intención de alcanzar el arroyo de la Trofa -afluente del Manzanares- y encontrar el escalón geológico entre el mundo arenoso de la llanura aluvial y el mundo granítico serrano.

Sigo la pista hasta alcanzar el arroyo del Bosquillón, tras el que encuentro una bifurcación a la derecha que me lleva paralelo al mismo en suave descenso. Continúo en un paisaje de arcosas gruesas y lutitas ocres, es decir, un paisaje arenoso típico de cuenca fluvial sedimentaria. Un conejo solitario salta al lateral del camino sin ni siquiera mirarme; la tenue brisa mueve la avena loca; fresnos y encinas complementan la experiencia bajo el escorado sol del invierno.

Vagón-kiosko

Vislumbro colores en lontananza: un antiguo vagón pintarrajeado que, seguramente, fuera una especie de quiosco de bebidas en otra época. Me pregunto qué hace aquí hasta que miro a la derecha: el arroyo del Bosquillón se ha transformado en una pequeña presa, que forma una tranquila laguna artificial.

Interior del vagón
Observo el vagón, que quizás fuera arrastrado desde la estación de clasificación cercana hasta aquí para que los trabajadores ferroviarios tuvieran un lugar fresco donde pasar las tranquilas tardes de verano. Introduzco el objetivo de la cámara por un agujero en la puerta del vagón, encontrando un paisaje interior oxidado pero evocador.

Presilla del Bosquillón

Tras observar la presilla -circundada por pelados chopos- prosigo el camino hasta alcanzar un muro de piedra que impide llegar al arroyo de la Trofa. El arroyo del Bosquillón vira a la derecha, donde se embalsa en unas pequeñas pozas. Más allá una cárcava donde se aprecia la geología de este ámbito: arenas de cantos gruesos y gravas cementadas con limo reseco.

La sierra de Hoyo de Manzanares y Peñalara

Regreso por un camino que deja el arroyo del Bosquillón a la derecha, en dirección oeste, donde admiro el nevado paisaje de la cumbre más alta de la sierra de Guadarrama: el pico Peñalara. Cojo el coche y vuelvo al poblado ferroviario, aparcando en la calle Almudena bajo una pérgola metálica ad hoc.

Viviendas separadas por torretas

Encuentro un peculiar poblado de viviendas adosadas de 1960, en dos alturas, la baja aplacada en piedra y la alta pintada, al más puro estilo serrano, formando pequeños núcleos de cuatro pastillas de viviendas separadas por viales y unas curiosas torretas que parecen torres eléctricas o almacenes de grano tipo silo.

Primeras viviendas del poblado ferroviario

Avanzando por la calle San José Obrero, en dirección norte, encuentro el poblado más primitivo, construido en 1950. Se trata de viviendas pareadas de una altura en piedra, con tejado a dos aguas y vanos y esquinas recercadas en ladrillo, de aspecto industrial.

Museo del Ferrocarril

Llego a la rotonda de Las Vegas, donde encuentro un museo ferroviario, en un edificio que fue la antigua estación de clasificación de Las Matas, construida en 1950 al igual que las viviendas anexas.

Nuestra guía geológica nos dice que, al pasar un túnel de la vía férrea al noroeste de la estación de las Matas, muy cerca del río Guadarrama, hay un yacimiento de molibdenita que exploraremos en la siguiente entrada, si es que se deja ver. Aquí me voy a centrar en la geología de Hoyo de Manzanares, localidad que cuenta con interesantes minas, todas muy cercanas al arroyo de la Trofa, que estamos remontando con pasión exploradora.

La sierra de Hoyo desde el Cancho de las Cruces

Cojo el coche y me dirijo a Torrelodones, y tiro por la M-618 en dirección Hoyo de Manzanares. En el PK 20,200 me desvío a la urbanización "Berzalejo", donde aparco.

Cojo un camino que rodea la urbanización en dirección E-S. El paisaje no se parece en nada al anterior: ya hemos dejado la campiña adehesada para internarnos en el piedemonte granítico, más verde y salpicado de interesantes formas de modelado como bolos, canchales y diaclasas, entre vegetación de enebros, pinos enanos, jaras y encinas, un paisaje delicioso que parece un aromático jardín.

Pozo de la mina del Cancho de las Cruces

Sigo por en camino, en dirección S, hasta llegar a una elevación de cota 922 msnm, para descender abruptamente por el sendero. Unos antiguos postes eléctricos, sin cableado, delatan que ya estoy cerca de la mina del Cancho de las Cruces, confirmándolo con la aparición de una caseta de transformador eléctrico en bastante buen estado. El mapa geológico me dice que aquí había un potente filón de cuarzo en dirección E-O, donde se beneficiaron wolframio, estaño, cobre y uranio.

Muestra de agua y medición Geiger
Recorro el vaciado filón en dirección oeste, encontrando una potente escombrera y un pozo inundado, de agua verde fluorescente. Cojo una muestra de agua con verdín y saco mi dosímetro Geiger de origen ruso -anteriormente usado en la encantadora ciudad de Pripiat- y tomo dos medidas, la más alta 0.32 microSievert por hora (en Berzalejo tomé 0.11 y en Madrid capital la medición roza los 0.12 también), lo que evidencia una buena dosis de radiactividad en este lugar.

Casa de la mina e instalaciones

Exploro este filón hacia el oeste, encontrando poca cosa. Retomo el camino descendente, encontrando a la derecha la casa de la mina y una interesante instalación de lavado -una piscina circular- y zona de trituración del mineral. En el suelo encuentro montones de roca triturada y restos cerámicos. Junto a la casa una teja plana, como nueva, indica que procede de Santa María de Huerta, Soria, lugar donde se localiza uno de los monasterios cistercienses más interesantes de España, ahora convertido en hospedería: un must para almas necesitadas de paz interior.

Producto soriano de calidad

Al otro lado del camino el filón prosigue en dirección este, haciéndose más profundo. Los postes eléctricos cruciformes, descarnados y oxidados, me recuerdan a un abandonado calvario, lo que infunde una extraña experiencia de asombro acrecentada por el silencio y la soledad del lugar, donde el profundo filón se hunde en la tierra proyectando afiladas sombras.

Extraño lugar

Pasado el poste y en el interior del filón aparece un pozo vallado. Desciendo al suelo del filón, bastante somero, y descubro unos grandes tiestos de plástico, como queriendo decorar este extraño lugar.

Macetas en filón

Dando por explorada esta mina desciendo hasta el arroyo de la Trofa, cogiendo una senda en dirección norte, que discurre pegada al arroyo. Al rato alcanzo la depuradora de Hoyo de Manzanares, que rebaso hasta alcanzar el pequeño arroyo de los Loberillos, que sigo por un camino de servicio de la red de alcantarillado que lleva las aguas del pueblo a la depuradora.

Potente filón de la mina de la Fuente del Testerillo

Unos cientos de metros más adelante aparece un filón vaciado de enorme potencia, mucho más grande que el del Cancho de las Cruces. Estamos en la mina de la Fuente del Testerillo, que benefició estaño.

Casas de la mina

Un poco más allá, junto a la urbanización "Parque de las Colinas", en camino gira al oeste, apareciendo un transformador -convertido en lugar de botellón- y una zona de trituración de mineral, todo aderezado de escombros y abundante basura procedente de la urbanización cercana. Seguimos por este camino y regresamos a donde hemos aparcado.

Para rematar nuestra aproximación a la minería de Hoyo de Manzanares (hay muchas más) vamos a visitar la mina de las Cabañuelas, donde se encontró molibdenita, mineral que sí se menciona en nuestra guía vintage.

Filón de la mina de las Cabañuelas

Cogemos la carretera en dirección a Hoyo de Manzanares. Cruzamos el pueblo y nos dirigimos hacia Colmenar Viejo. Frente a la enorme mole de la Academia de Ingenieros del Ejército dejamos el coche en un aparcamiento de tierra a la derecha, y cogemos una pista en dirección noreste. En el primer cruce cogemos el camino a la derecha y, a unos 300 metros, observamos un largo abrevadero a la derecha. La mina se encuentra frente al abrevadero, a la izquierda del camino.

Interesante escombrera

Se trata de un filón bastante corto y somero, aunque ancho, que discurre en dirección E-O, en un paisaje de canchales graníticos y rebosantes escombreras. El sol del mediodía hace brillar algunas piedras de la escombrera: cuarzo y micas. Las pequeñas casas de la mina han sido transformadas en cutres corrales, cerrados con los protocolarios somieres de colchones, lo que evidencia la inquietud del ganadero ibérico por las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar.

De camino de vuelta me cruzo con el susodicho, que me dedica la legendaria mirada de suspicacia y/o curiosidad ¿qué hará éste aquí? Yo también me lo pregunto, pero inmediatamente me viene la respuesta: jugar.

PD: Ya de vuelta al "atelier" procedo a inspeccionar al microscopio la muestra de agua de la poza radiactiva de la primera mina. Aparece una masa de algas filamentosas verdáceas además de ciliados, rotíferos y, de fondo, multitud de bacterias visibles con la técnica del contraste de fase.

Clorofícea, campo claro 100x

Echo mano del Atlas de los Microorganismos de Agua Dulce para identificar la especie: por sus células rectangulares y filamentos no ramificados podría ser Ulothrix subtilissima.

Vorticella partida en dos, contraste de fase 200x
Como el mundo microscópico es un no parar de asombrarse uno, encuentro un hermoso ejemplar de Vorticella reproduciéndose asexualmente mediante bipartición.

CONTINUARÁ

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