En esta entrada voy a narrar un viaje que hice hace unos años al ombligo del mundo o te pito te henua, como lo llaman los lugareños, acompañado por un libro excepcional llamado 1000 años en Rapa Nui, Arqueología del Asentamiento, que adquirí en el fascinante museo Sebastian Englert, fundado por un sacerdote que se pasó buena parte de su vida explorando la isla.
Llegamos a la isla en un vuelo desde Santiago de Chile, ciudad que merece la pena conocer por sus propios méritos, en una aproximación pelopúntica ya que la pista de aterrizaje es tan corta que parece que el avión aterriza sobre el agua, discurre por la pista y puede acabar otra vez en el agua al otro lado de la isla. Afortunadamente, el piloto frenó a tiempo y no hubo que lamentar más que el susto.
Por la tarde ya estábamos alojados en Hanga Roa, la capital de la isla, que no es mucho más que un poblado diseminado bastante arbolado, dotado de todos los servicios necesarios para el funcionamiento de la isla. Decidimos ascender al volcán que se encuentra al otro lado de la pista de aterrizaje: el Rano Kau.
El Rano Kau (La Gaceta de Gea) |
En la base del volcán se encuentra, bajando unas escaleras, la cueva Ana Kai Tangata, con sus pinturas rupestres que representan al manutara, gaviotín apizarrado o charrán sombrío (Onychoprion fuscatus), un ave costera del Pacífico. El acantilado es muy dramático y hostil, compuesto de ásperas rocas negras de tufa volcánica. En la meseta únicamente hierba rala, ni un solo árbol. Esta es la tónica dominante de la isla, ya que parece que los antiguos habitantes sobreexplotaron los recursos de la isla, aunque otras fuentes dicen que simplemente fue por cambio climático; a saber.
Volvimos a Hanga Roa para disfrutar de una puesta de sol idílica tumbados en Tahai, donde se encuentra, entre otros, el único moai de la isla maquillado.
Ahu Tahai (La Gaceta de Gea) |
Una buena forma de recorrer la isla es en sentido antihorario. Por ello nuestra primera parada fue Ahu Vinapu, un complejo arqueológico muy interesante donde se encuentra un muro tallado de gran finura y origen posiblemente inca, que no es más que el ahu posterior -plataforma pétrea sobre la que se sitúan los moais, siempre orientados según las posición de determinadas estrellas- donde descansan varias estatuas boca abajo, presuntamente derribadas por las guerras intestinas que se libraron por parte de los dos clanes de la isla.
Ahu Vinapu, moais mirando hacia abajo (La Gaceta de Gea) |
Un poco más adelante tenemos el Ahu más espectacular de todos, a mi juicio: Ahu Tongariki, con sus quince estatuas todas diferentes, alguna tocadas con el sombrero llamado pukao, otras altas y esbeltas, o gorditas y barrigudas. A gusto del consumidor local: todas enormes ¿no tendrían otra cosa que hacer?
Ahu Tongariki, todo un catálogo de estatuas (La Gaceta de Gea) |
Desolada playa de Ovahe (La Gaceta de Gea) |
Anakena y su Ahu (La Gaceta de Gea) |
Al sur del bello enclave se encuentra, quizás, el mayor misterio de la isla: el Rano Raraku. Se trata del volcán -mucho menos escénico que el ya visto Rano Kau- de donde emergieron, en sentido figurado, todos los moais, es decir, donde se tallaron: la cantera. Desde su base parte una senda que nos acerca a multitud de moais: los hay erectos, inclinados, tumbados, dormidos; para todos los gustos: incluso hay uno que posee un barco tallado en su prominente barriga.
Otro camino lleva a la caldera del volcán, una laguna rodeada de carrizo (o lo que allí se dé) y vegetación arbustiva. En la parte superior decenas de moais parecen haber emergido de las aguas de la laguna para observar sus oscuras aguas, como si le tuvieran morriña. Este entorno genera una inquietante pregunta ¿para qué? Aún sin respuesta clara.
Laguna interior del Rano Raraku (La Gaceta de Gea) |
Desde nuestra impresionante cantera nos dirigimos hacia el suave y alomado centro de la isla, donde nos recibe, en la ladera sur de otro volcán, el Ahu Akivi, un conjunto uniforme de siete moais del mismo aspecto, también denominado "los siete exploradores" y considerado ampliamente el Ahu más importante de todo el interior de la isla, ya que las figuras determinan el modelo clásico y, además y a diferencia de los demás Ahus, éste mira al mar, no al interior. No es tan escénico como Tongariki -mi favorito- pero sin duda uno de los más merecedores de visita.
Ahu Akivi "Los siete exploradores" (La Gaceta de Gea) |
Negro acantilado en el sector noroeste de Rapa Nui (La Gaceta de Gea) |
Iglesia de la Santa Cruz. Al loro con la fachada (La Gaceta de Gea) |
Pero no hay isla en el mundo tan remota, tan extraña y tan mágica como la Isla de Pascua, Rapa Nui, el ombligo del mundo.
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