martes, 1 de julio de 2025

Rutas vintage: 1926, la línea férrea Madrid-Sevilla IV (por los cantiles y cuevas del Manzanares)

Continuamos la tercera entrada de esta serie -en la que exploramos los barrios de Villaverde Bajo, San Cristóbal de los Ángeles y la Colonia Marconi- esta vez en un entorno bastante cercano aunque periurbano, más relacionado con la geología tratada en nuestra antigua guía geológica y patrimonial. Como recordaremos, estamos siguiendo la ruta de la excursión Madrid-Sevilla, celebrada en el XIV Congreso Geológico Internacional de 1926 y plasmada en una guía de viaje, publicada ese mismo año, hace casi un siglo. Ni que decir tiene que todas las imágenes son propiedad del que suscribe, a menos que se especifique lo contrario, y aquí no hay IA, ni se la espera ni falta que hace.

Recordamos la guía

Para esta entrada vamos a utilizar un par de textos que serán de gran utilidad: Cuevas, Minas y Simas de Madrid, el Catálogo de Cavidades de la Comunidad de Madrid y la Guía Hidrogeológica y Minera de la Provincia de Madrid

Así pues aparco junto a la EDAR (Estación Depuradora de Aguas Residuales) de La Gavia. Montones de camiones vienen y van, en un sinvivir logístico. Parece que transportan arena y áridos, a juzgar por los polvorientos restos que dejan caer al asfalto, tapizándolo de un blanquecino sospechoso. 

Bordeo la EDAR dejándola a la izquierda y paso por una barrera que impide el tráfico rodado, accediendo a una pista en buen estado delimitada por los ubicuos hierbajos primaverales: rojas amapolas, avena loca, cardos enormes y bonitas malvas. Un hiperventilado conejo cruza el camino, recordándome que el antiguo nombre de esta tierra, Hispania, quiere decir "tierra de conejos", tal y como enfatiza el gran Adolf Schulten en su libro homónimo. Me fijo en el suelo: arenas y limos con pequeños cantos rodados: la cuenca sedimentaria del río Manzanares, que fluye a unos doscientos metros al SE. Por cierto, el mapa topográfico dice que por aquí discurre, de forma subterránea, el arroyo de la Gavia, que entrega sus aguas al Manzanares no muy lejos de aquí.

Hacia el cortado

Un poco más adelante, a la derecha, unas plataformas descendentes parecen terminar en una especie de mini-acueducto que se soterra bajo las vías del AVE que hay al otro lado de la potente verja: se trata de la huella visible del emisario subterráneo de aguas depuradas que salen de la EDAR para desaguar en el arroyo de la Gavia, acabando en el propio Manzanares. Para añadir complejidad, por aquí cerca también pasa el Real Canal del Manzanares, una magna obra hidráulica que pretendía hacer que desde Madrid se pudiera ir en barco hasta el Atlántico. No prosperó, al igual que el Canal del Guadarrama.

Emisario de aguas tratadas

Huele muy bien, a una mezcla de aguas bravas y lavandería industrial. A la izquierda otra plataforma de hormigón sobre el arroyo de la Gavia, con bancada y tuberías taponadas.

Debajo hay mucha agua
Me acerco al escarpe; a la derecha encuentro la primera oquedad de hoy: la cueva de la Magdalena I o cueva de la Bruja, con su enorme visera de yesos masivos grises intercalados con margas yesíferas del Mioceno, de origen evaporítico. Es decir, un karstito de yesos aprendiz del gran karst de Sorbas, en Almería.

Cueva de la Magdalena I o cueva de la Bruja

Cueva de la Bruja (Cuevas, Minas y Simas de Madrid)
Me acerco al gran porche, que alberga las dos bocas de la cavidad. La de la izquierda está cerrada con un tabique con el vano de una puerta, dando a entender que ha sido utilizada como vivienda o encerradero. 

Boca izquierda de la cueva de la Bruja
Encima del hueco, una advertencia: no hay luz pero sí charcos y murciélagos. Accedo sin encender el frontal, por eso de no deslumbrar a la murcielagada: me encuentro en la denominada sala Chunga, porque aquí venían a drogarse los yonquis del cercano poblado de las Barranquillas, allá por los 80 y 90 del siglo pasado.

Desde el interior de la sala Chunga
Se supone que podría haber restos de jeringuillas por el suelo, pero me parece que está relativamente limpio. Avanzo por la galería, de buen porte. A la derecha, una gatera se conecta con la otra boca de la cueva. Hacia adelante, la galería se va estrechando hasta convertirse en unos meandros llenos de derrubios.

Salgo y me dirijo a la boca de la derecha; entre medias una hornacina con unas botellas que parece el altarcillo de unos piratas del Karibe, por lo menos.

Quince hombres sobre el cofre del muerto
La boca derecha de la cueva únicamente posee un laminador que se dirige hacia la sala Chunga. El techo está negro de hollín; menudas fogatas buenrollistas se han celebrado aquí. Hay restos de escombros y demás basura, pero quizás menos de lo que cabría esperar en esta ubicación.

Boca derecha de la cueva de la Bruja

Regreso a la pista. Unos cuantos metros al NE encuentro otra cueva, esta vez más pequeña y sin porche de entrada. Como no tiene nombre, la llamaré cueva del Balcón.

A la izquierda de la otra
Tras la boca encuentro tres galerías: la de la derecha asciende hasta una ventana a media altura de la pared; la del centro presenta una especie de peldaños ascendentes, y la de la izquierda termina en una boca lateral. Parece una cavidad artificial.

Ya fuera, observo que la ventana donde termina la galería de la derecha -elevada unos metros sobre el suelo- parece una tronera, quizás usada por los soldados republicanos en la Guerra Civil, que tuvo uno de sus frentes más potentes en esta zona. Los agujeros en la pared denotan que quizás hubiese una construcción adosada, hoy enteramente desaparecida.

Tronera y agujeros sospechosos
Sigo bordeando el escarpe por la izquierda, ascendiendo hasta alcanzar la boca que conecta con la cueva anterior. 

Boca conectora

En este punto la geología parece cambiar: los yesos masivos parcialmente cristalizados dan lugar a inclusiones tableadas de yeso -que parecen filas de dientes- entre un barro blandengue, arcilloso, que se disgrega fácilmente. Muy chulo, oiga.

Dentadura de yeso entre arcillas
El cantil va descendiendo según lo rodeamos hacia el NE. Hay muchas flores en el jabunal, aunque la más llamativa es la adormidera (Papaver somniferum), con sus prístinas flores blancas. 

Adormidera

El escarpe, en este punto, es casi inexistente, aunque hay algunas oquedades que quizás sean pequeñas cuevas, aunque más bien parecen madrigueras.

Lo que queda del escarpe
Subo a lo alto del cerro, donde encuentro varios tendidos eléctricos que van a confluir en la cerca subestación de Villaverde, a la orilla del Manzanares. Desde aquí hay buenas vistas: de fondo, Villaverde Bajo; en primer término, a la izquierda, el puente que cruza las vías hacia el río y, a la derecha, la base de mantenimiento de trenes de ADIF Madrid-Sur. 

Vista desde el cerro

Cojo un sendero, de los muchos que hay, paralelo a las vías en dirección SE, entre conejos saltarines. Desciendo a una amplia pista pegada a la autovía M-45. Al otro lado, cortado a pico por las vía férreas como un delgado trozo de tarta, aparece el cerro de la Gavia, donde descansan -es un decir- los restos de un asentamiento de la Segunda Edad de Hierro. Para allá que vamos.

Poblado de la Gavia, vallado e inaccesible

Por dicha pista, en dirección S, alcanzo una tupida verja. En este punto, según el mapa, un túnel cruzaría las vías del AVE hasta el pie del cerro de la Gavia. Error: está completamente vallado, sin posibilidad alguna de cruzar las vías y mucho menos la M-45. Media vuelta, con el rabo entre las piernas. Mañana será otro día.

El túnel existe, pero no

Día siguiente; esta vez triunfo aunque sea lo último que haga. Aparco en una abandonada bolsa de aparcamiento junto a la EDAR Sur, donde comienza el infausto Sector 6 de la Cañada Real Galiana, una vez pasado el puente sobre el río Manzanares.

Desde aquí avanzo en dirección N, entre pequeñas huertas cerradas con vallas, chapas y cutres plásticos, y algunas edificaciones informales, la mayoría equipadas con el clásico peludo ladrador.

Por la Cañada Real

Llego al cruce de la cañada con una pista, que cojo a la izquierda: se trata del camino de los Vinateros, que discurre dejando el Manzanares a la izquierda. La idea es avanzar lo máximo posible por esta pista, visitar las cuevas más cercanas al poblado de la Gavia, y regresar explorando los escarpes que cierran el camino a la derecha. Una gruesa tinaja pintada indica que estamos en el camino de Uclés, vía de peregrinación que comunicaba Madrid con la sede de la Orden de Santiago, en el monasterio de dicha población conquense.

Por el camino de Uclés
Un poco más adelante, a la izquierda, el camino se engalana con multitud de enormes nidos con cigueñas, que crotorean satisfechas por haber encontrado tan prestoso oasis tan cerca del caos de la ciudad. 
Cigüeñas a la verita del río

Más adelante, en el escarpe a la derecha, aparece la cueva del Búnker, que en Openstreetmap y Google Maps es denominada "de la Bruja".

Cueva del Búnker

Poco después paso por debajo de la M-50, con ambos sentidos separados por una delgada línea de luz.

Bajo la M-45

Al poco, también paso bajo la línea férrea de alta velocidad de Vallecas, junto a la destrozada séptima esclusa del Real Canal del Manzanares.

Prosigo por la pista durante un rato, bajo la inmisericorde solana, hasta llegar al cruce de la pista con una carretera por donde circulan multitud de camionazos: una obra, y tocha: sálvese quien pueda. Un cartel lo deja claro: UTE Conexión Levante fase 2, que conectará las líneas de alta velocidad Madrid-Barcelona y Madrid-Levante.

Buff
Asciendo por la ancha pista de la obra, que gira a la derecha hacia un alto, donde aclaro el rodeo que tengo que dar para alcanzar las cuevas. 

Objetivo escarpe de la derecha

Fácil, solo hay que dejar la boca del túnel a la izquierda y tragarse el polvo de camiones y excavadoras. No es precisamente un Parque Nacional, pero elegimos pulpo como animal de compañía.

Llego al escarpe; a la izquierda, delante de un largo túnel en construcción, encuentro un promontorio horadado con lo que parece una trinchera con puesto de tirador, de la Guerra Civil.

Promontorio con trinchera

Poco después, en la pared del cortado, alcanzo la boca de la cueva del Túnel Largo.

Boca de la cueva del Túnel Largo

Se trata de una covacha artificial, excavada en yesos masivos, con tres galerías: la de la izquierda lleva a una cámara que conecta, a la derecha, con la galería central, que se va estrechando progresivamente hasta convertirse en una gatera; la de la derecha, tras unos cuentos quiebros y hornacinas, lleva a otra boca de la cueva. Profunda y entretenida, merece la pena antes de que sea condenada al ostracismo.

Justo después, en la base del escarpe, otra oquedad, con un par de bocas que terminan en divertículos. Como posee una curiosa visera, la voy a bautizar como cueva de la Ceja.

Otra cueva, cueva de la Ceja
Poco más adelante encuentro la cueva Verde -según Google Maps-, cuya boca desciende a una sala que continúa hasta convertirse en gatera. 

Boca de cueva Verde

Unos metros más adelante encuentro, tras el espeso espartal, una gran cavidad: la cueva de Boca Grande.

Cueva de Boca Grande
Se trata de un gran abrigo, descendente, lleno de escombros, neumáticos y demás mierdas. A la derecha queda el arranque de un muro, lo que permite inferir que en algún momento el abrigo estaba cerrado, en plan almacén o encerradero. Como de costumbre el techo está cubierto de hollín, como en casi todas las cuevas accesibles a los homininos desde el Paleolítico Inferior.

Ex-almacén

He llegado al punto más alejado por hoy, así que emprendo el regreso por el estrecho y serpentante sendero, ya que todavía queda mucho que explorar.

De regreso, dos bocas a la derecha

Un poco más allá de la cueva de Túnel Largo me fijo que, entre la obra del túnel ferroviario y una explanada utilizada como aparcamiento de la obra, hay un par de pequeñas bocas excavadas en el yeso, aisladas como una irreductible aldea gala rodeada por el Imperio Romano.

Cueva de la Siesta, en peligro de extinción
Alcanzo a la cavidad, mientras unos técnicos me observan de forma escrutadora ¿qué hace éste por aquí? ¿será de Patrimonio o de Greenpeace? ¿nos parará la obra por atentado medioambiental?

La boca de la derecha -más bien una ventana- hace de refugio para dormir la siesta, equipada con un mugriento y pulgoso colchón. La de la izquierda posee una corta galería que termina en una boca lateral, y hace de improvisado almacén de aperos de obra. Como no tiene nombre, voy a bautizarla como cueva de la Siesta.

Salgo de la obra, con la debida precaución de no ser aplastado en vida por un bulldozer, para regresar al camino de los Vinateros. Junto a la vía del ferrocarril y muy cerca de la M-50 se encuentran las Casas de Murcia, una antigua casa de labor que hizo de fortín republicano en la GCE. El general republicano Vicente Rojo, líder de la defensa de Madrid, describió el desolado paisaje así: 

"Una extensa llanura, sólo perturbada por colinas aisladas, o que forman sistemas de desarrollo limitado, como las que se alzan sirviendo de divisoria de aguas entre los ríos Guadarrama, Manzanares, Jarama y Tajuña, o de algunas quebradas y barrancas de cauce normalmente seco."

Las Casas de Murcia

Me interno entre las derruidas edificaciones, algunas adosadas al escarpe, como encerraderos de ganado. de las casas centrales sólo queda el arranque de los muros y algún paredón aislado. Un pilón, sucio y reseco, recuerda la granja que fue.

Pilón

Paso por debajo de la vía y de la M-50. Al poco, a la izquierda, surge una elevación que sostiene una torreta eléctrica. Un sendero muy empinado me deja muy cerca de lo que parece una diaclasa en el yeso masivo. No puedo acceder, demasiada maleza con pinchos. Como no tiene nombre y parece una cabeza herida, la voy a llamar cueva de la Brecha.

Torre y diaclasa: cueva de la Brecha
Justo después, tras un pequeño barranco, surgen una serie de agujeros horadados en el yeso, muy llamativos: la cueva del Búnker. Subo por un polvoriento y erosionado senderillo, utilizado por las motos de trial. 

Cueva del Búnker

Cueva del Búnker (Cuevas, Minas y Simas de Madrid)

Posee varias bocas: la central, más llamativa porque estar excavada en la roca, da paso a una pequeña sala cuadrada lleva de insectos, que podría constituir un búnker de la GCE.

Rodeo la cueva por la zona de la izquierda, donde quedan restos de una plataforma, posiblemente usada por la artillería republicana. Cojo un estrecho sendero, que me lleva a la cueva de la Magdalena II, la estrella de la zona.

Bocas de la cueva de la Magdalena II

Me cuelo por la boca de la izquierda, para encontrarme en una gran sala con un gran agujero en el techo, en forma de óculo, que otorga un carácter algo onírico al lugar.

Cueva de la Magdalena II

Un poco más adelante, a la izquierda, la cueva se abre al exterior, pudiéndose apreciar el camino de los Vinateros y los árboles repletos de cigüeñas.

A la derecha una galería se interna en la roca. La sigo hasta que se transforma en una gatera con laminador, únicamente accesible a rastras y con equipo de espeleología.  La cueva tiene mucho -y laberíntico- recorrido, con algunas salas de mayor entidad y muchas galerías meandriformes, entrecortadas.

Por ahí sigue

Cueva de la Magdalena II (Cuevas, Minas y Simas de Madrid)

Regreso por el mismo sendero, donde reparo en otra cueva sin nombre, justo detrás de la del Búnker. Tras la boca encuentro varios divertículos y poca porquería, así da gusto. Como no la he visto antes, la voy a bautizar como cueva del Despiste.

Cueva del Despiste

Asciendo, por donde puedo, a la parte superior de los cantiles, al páramo. En el suelo, serpenteando y colonizada de hierbas aromáticas en paradójica simbiosis, aparece la larguísima -varios kilómetros- línea de trincheras de ejército republicano.
Trinchera
Llego a un camino superior, bien marcado, que recorro en dirección SE, junto a la línea de trincheras. Al poco, a la izquierda, van surgiendo pequeños y resecos valles que se desploman en el camino de los Vinateros, bordeados por escarpes margosos en las zonas más próximas al camino superior.
Vallejo con cuevas
Emprendo el descenso, por un sendero empinado, al camino de los Vinateros. Me llama la atención una zona que parece excavada artificialmente, formando un camino rematado por una extraña formación fálica.
Una p como una olla  

Risueño, tomo el camino hacia semejante aparato. Tras ello, encuentro la boca de la cueva Perdida. Se trata de una cavidad excavada en la roca, con una galería de buen porte y factura rematada por una sala cuadrada, fresca y limpia.

Interior de cueva Perdida

Llego al camino de los Vinateros y, a unos cien metros, me vuelvo a desviar a la izquierda buscando el punto denominado "trialeras del cerro de la Gavia" en Google Maps.

Llego a un valle rodeado de pequeños escarpes blanquecinos, salpicados de covachas. 

Valle agujereado
Junto a un monolito de piedra, encuentro las tres bocas de la cueva Lucena. Todas tienen poco recorrido, y la de la derecha es artificial, excavada en la roca. 

Tres tristes bocas: cueva Lucena
Regreso al camino de los Vinateros; a la izquierda más cuevas, tantas que habría que dedicar más días a su exploración. 

Más cuevas, entre entre cerros margosos
Justo antes de empalmar con la pista, encuentro las ruinas de las Casas de Pedro, una antigua finca de labor. 

Las Casas de Pedro
Llego, al fin, al cruce de la pista con la Cañada Real, y tiro a la derecha, hacia la EDAR Sur, donde comenzamos. A la izquierda surge un canal con agua, que huele como a estanque con lejía; no sé si entra o sale de la depuradora.

Canales de la EDAR Sur

Aquí finaliza esta interesante ruta por los cantiles del Manzanares, como complemento o detour de nuestro recorrido oficial siguiendo la guía geológica de 1926, que pasa por Villaverde Bajo y después Getafe y Pinto. Merece la pena, sin duda.

CONTINUARÁ 

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