lunes, 27 de mayo de 2019

Incursiones cotidianas: flores del San Pedro


De todos es conocido que la primavera, la sangre altera. En mi caso para bastantes cosas: la alergia se abate sobre mí, es mi cumpleaños, hay fluctuaciones del tiempo -unos años llueve copiosamente, otros no- y, que por mayo era por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor apetece salir a ver estas últimas, como hice hace casi un año, en esta entrada tan colorida.

Esta vez toca otra montañita madrileña, quizás la más cercana a la capital: el conocido cerro de San Pedro. Hace unos diez años, en una excursión organizada por la Sociedad Geográfica Española, el gran montañero Pedro Nicolás, persona excepcional a la que tengo un gran aprecio (a pesar de haber compartido con él pocas experiencias), me descubrió esta pelada cima compuesta de gneis, como describimos en el itinerario geológico por la Sierra de Madrid.

Situación del cerro de San Pedro, al este de la carretera M-625 (Base mapa IGN)
Se trata de un cerro testigo u otero, que ha quedado como testimonio de un aplanamiento geológico de sus alrededores. Por tanto, goza de vistas panorámicas de 360º: hacia el oeste, el embalse de Manzanares el Real y La Pedriza; hacia el norte, la Sierra de la Cabrera; hacia el este, los cerros que descienden hacia la Dehesa de Moncalvillo y, hacia el sur, una vista espectacular de Madrid, con sus Cuatro Torres y su perpetua boina de contaminación, sumamente apreciable desde este magnífico mirador.

La ruta comienza junto a una antigua casilla de peón caminero, de las pocas que quedan en pie. Lo que más me gusta es su letrero vintage, que nos habla de épocas pasadas con esa tipografía tan de mitad del siglo XX. Decorado con los ubicuos y repugnantes grafitis, como no podía ser menos, desgraciadamente.

Casilla de peón caminero, con su asqueroso grafiti, una vergüenza (La Gaceta de Gea)
Comenzamos el ascenso: en la subida nos concentraremos en la geología y en si vemos algún animalillo chulo. Al principio el sendero discurre tendido, salpicado por arbolado disperso: poca sombra, por si a alguien se le ocurre venir en pleno verano. Después un repecho, quizás la cuesta más pronunciada, que nos lleva al cerro de la Prestancia, donde atravesaremos el murete de la divisoria.

Ascendiendo... (La Gaceta de Gea)
Aquí aparecen interesantes acúmulos de gneis, que se estratifican creando unas curiosas formaciones laminadas. Recordemos que el gneis es una roca bandeada, y unas bandas son más blandas que otras. La meteorización y erosión diferencial habrá hecho de las suyas en este entorno.

Meteorización que forma lajas en el gneis (La Gaceta de Gea)
De repente, observo por el rabillo del ojo que algo se mueve en una roca cercana: una hermosa lagartija. Aquí prefiero que hablen los expertos en el tema de Twitter: me confirman que se trata de un macho de Psammodromus algirus (lagartija colilarga), cuya identificación a cargo de @Sergio_Mazarro, @DrBioblogo y @SerpenIllus. Muchas gracias a todos, si se me olvida alguien que me disculpe.

Lagartija colilarga (La Gaceta de Gea)
Un poco más arriba una línea blanca dibujada en el suelo pétreo me llama la atención: es una vena de cuarzo, un pequeño filón hidrotermal dentro del gneis.

Vena de cuarzo en el gneis (La Gaceta de Gea)

Ascendiendo, ya cerca de la cumbre, me detengo junto a una gran roca cercana, Quizás el lector recuerde -aunque fue una de mis primeras entradas- lo ya comentado sobre los líquenes y su importancia. Pues a ello, hay varios tipos aunque me voy a detener en los líquenes crustáceos, que parecen pintar la piedra con sus vivos colores. Me dicen por aquí que parece una foto aérea, puede ser.

El amarillo parece un Rhizocarpon geographicum, bioindicador de una buena calidad del aire. Así que dónde veas un liquen amarillo, respira hondo. El gris de tamaño grande probablemente sea del género Lecidea, sin tener ni idea de la especie en concreto.



Llego a la cima, donde encuentro varios compañeros de fatigas, observando el magnífico paisaje. Me acerco al buzón de cumbre, de los pocos que quedan. Lo abro y escribo en el cuaderno fecha, nombre y frasecilla a lo Paulo Coelho, de esas que piden mármol. Me siento un ratito y emprendemos la bajada, que hay que ver flores.

Cima del cerro, mi mochila roja y buzón de cumbre (La Gaceta de Gea)
Lo primero que observo es una bonita flor blanca, de cinco pétalos, con una parte central amarilla. Puede tratarse de Helianthemum apenninum. Nótese que no he utilizado ninguna aplicación de móvil, simplemente foto y guía de identificación en papel, a la vieja usanza.


Helianthemum apenninum (La Gaceta de Gea)
Bajando con cuidado por el resbaladizo camino, observo a mi derecha algo que revolotea. Me quedo quieto, con la vana esperanza de que el bicho se quede quieto y lo pueda inmortalizar con mi compacta. Va descendiendo y, finalmente, se posa sobre una piedra del sendero, moviendo sus alas ligeramente, como amenazando largarse. Meto el zoom a tope, para no acercarme, y disparo como un loco, a ver si sale algo. Pues sí, qué suerte.

Issoria lathonia (La Gaceta de Gea)
Consulto en Twitter, y me responde rápidamente @Sergio_Mazarro, un monstruo de la identificación animal, al quite como si le fuera la vida en ello. Me comenta que se trata de Issoria lathonia, también conocida como "Sofía y espejitos", por los reflejos del envés de las alas. Preciosa, sin duda.

Un poco más abajo me fijo en unas pequeñas flores amarillas arracimadas: puede tratarse de Lotus pedunculatus, aunque no estoy muy seguro, ya que soy más curioso que experto.

¿Lotus pedunculatus? (La Gaceta de Gea)
Muy cerca, una bella composición de flores blancas y violeta: podría tratarse de Erodium cicutarium la violeta y la blanca una Anthemis cotula o manzanilla hedionda, porque huele fatal, aunque a mí no me parecía tanto; será cosa de la alergia.

Erodium cicutarium y Anthemis cotula (La Gaceta de Gea)
Al otro lado del camino me encuentro unos ejemplares de Ranunculus montanus, con sus flores tan características.

Ranunculus montanus (La Gaceta de Gea)
Muy cerca unas flores grandes, amarillentas, muy llamativas, como pequeños soles: podría tratarse de una especie de Tephroseris, aunque no estoy seguro del todo.

Seguimos descendiendo; hace una solana tremenda. Es lo que tiene este cerro, la espiritualidad se paga con el abrasamiento en la nuca.

Descenso con vistas... (La Gaceta de Gea)
Un poco más abajo encuentro un par de plantas que no reconozco. Por cierto, a través de Twitter me dice la bióloga que hay una aplicación de identificación de plantas que se denomina PlantNet. Muchas gracias, lo probaré.



Pos ni idea, oiga (La Gaceta de Gea)

La primera es una flor blanca, arracimada, muy llamativa. @DrBioblogo me comenta que puede ser del género Armeria, con muchas subespecies. El amigo @SteppeRunner me dice es un ajo (Allium sp.). Pues no soy capaz de elegir, oiga ¡muchas gracias a los dos!

Crucífera seguro ¿Coincya o Arabis? (La Gaceta de Gea)

De esta crucífera me contestan los dos tuiteros anteriores, dos naturalistas de raza. @DrBioblogo me dice que puede ser Coincya monensis subsp. orophila. La verdad es que se parece mucho. El amigo @SteppeRunner  me la identifica como del género Arabis, dentro de las crucíferas (con cuatro pétalos en forma de cruz). Yo creo que puede ser cualquiera de las dos ¡muchas gracias de nuevo!

En cualquier salida al campo, por estos lares, siempre aparecen las lavandas. En este caso un aromático cantueso, Lavandula stoechas, del que el insigne botánico Pío Font Quer dice que la esencia, mezclada con agua, sirve para lavar las heridas.

Cantueso (La Gaceta de Gea)
 Otro clásico es un espinoso cardo, en este caso parece un Carduus platypus.

Carduus platypus (La Gaceta de Gea)
Más abajo, una Tuberaria guttata, con su preciosa flor amarilla con manchitas negras. Una preciosidad.

Tuberaria guttata (La Gaceta de Gea)
Ya estamos casi abajo; empezamos a ver zarzas y enebros (Juniperus). Por cierto, hay uno con una curiosa forma de animal, muy llamativo. No hay que acercarse a acariciarlo, que pincha.

Enebro con forma de animal, muy curioso (La Gaceta de Gea)
Ya estamos llegando a nuestro destino final, aquí aparecen ya las florecillas amarillas de la Genista florida, o simplemente retama. Arbusto sencillo pero que me encanta por su coraje, resistiendo lo que le echen. Todo un ejemplo de superación y resiliencia.

Me acordaba, por otras veces que he ascendido este cerro, de que había un pilón muy cerca del aparcamiento. Veo un montón de zarzas a la izquierda, según bajo. Me acerco y poco queda del pilón, está derruido por uno de sus lados. Encuentro un poquito de agua al lado y cojo una muestra, para que no pare la afición microscópica. Luego veremos lo que hay.

De esta forma volvemos a nuestro punto de partida, sabiendo que podemos volver en cualquier momento. En momentos de bajón, de agobio o de todo lo contrario, la montaña es un bálsamo para el cuerpo y la mente.

Y qué montaña más accesible a Madrid hay que este no tan humilde cerro. Es un secreto, así que no se lo digáis a nadie...


PD: Ponemos nuestra muestra de agua en la platina de mi microscopio Zeiss Jena de los años 50, a 200 aumentos con la técnica de contraste de fase, para encontrarnos unas ubicuas algas verdes, como corresponde a la primavera. En este caso unos hermosos ejemplares de Cystococcus, que parecen rotar sobre sí mismos...

lunes, 13 de mayo de 2019

Rutas vintage: Campo de Calatrava (I)

Como probablemente recordará el posible lector, hace unos meses comenzamos una nueva sección: las rutas vintage, realizadas con alguna guía de viajes no contemporánea, de forma que podamos apreciar los cambios -si los hay- entre los paisajes pretéritos y los actuales. Las inauguramos con una ruta geológica por el sur de Madrid en dos cómodas entradas: una hasta Aranjuez y la otra de vuelta a Madrid.

En este caso particular, vamos a elegir una guía menos especializada, una guía turística al uso: Excursiones Inéditas desde Madrid, de Roberto Fernández Peña, una serie de tres volúmenes impresos en 1970, con lo que ello implica política y socialmente. Hoy en día no son tan originales, pero sí interesantes por lo que cuentan, un tiempo afortunadamente pasado pero que, desde el punto de vista sentimental, puede traer buenos recuerdos a más de uno.

Página del libro con sello del anterior propietario (La Gaceta de Gea)
Desde luego, está muy bien que aparezca el sello del anterior propietario, un tal Luis del Olmo (no creo que se trate del famoso locutor), de forma que, al prestarlo, nadie se lo adjudique, costumbre hispánica como pocas. También me resulta graciosa la coletilla para "fines de semana", "puentes" y pequeñas vacaciones. Hay cosas que no varían, desde luego.


Comenzamos con una ruta por el Campo de Calatrava, en la provincia de Ciudad Real, comarca no profusamente visitada pero merecedora de admiración por sus variados paisajes, desde los cerros, lomas y llanos cerealistas del norte hasta el piedemonte adehesado de Sierra Morena, amén de monumentos únicos e interesantes. Esta zona toma su nombre de la militar Orden de Calatrava, una institución católica fundada en el siglo XII que ha perdurado hasta nuestros días en forma de asociación, pero sin renunciar a sus principios fundacionales de fraternidad y autoperfeccionamiento individual.

Esquema de la ruta (La Gaceta de Gea)
Nuestra primera parada es Valdepeñas, población más conocida por su enorme producción vitivinícola que por sus demás atracciones, puesto que haberlas haylas. Antes de acceder a la localidad por la A-4 nos fijamos, a la izquierda, en el Monumento a la Victoria o del "Ángel de la Paz" según esta guía (tenemos que darnos cuenta de a qué victoria y paz se refiere; hay que recordar que es de tiempos de Franco, con lo que ello implica ideológicamente), en la cumbre del cerro de las Aguzaderas, obra del escultor Juan de Ávalos, que participó en el controvertido Valle de los Caídos. Glosa el autor de la guía, con inveterada fe: el monumento une a la sencillez de su motivo la grandiosidad de sus proporciones. Épico siempre dentro de su época, valga la redundancia.


Hoy en día se encuentra en estado ruinoso, pero el cerro posee unas expansivas vistas de la ciudad y de las estribaciones norteñas de Sierra Morena.
 
Molino de Gregorio Prieto (La Gaceta de Gea)
Dirigiéndonos al casco de Valdepeñas encontramos un elemento arquitectónico mucho menos escorado políticamente: el molino de Gregorio Prieto, el más grande de España según nuestra guía, hoy denominado molino de Valdepeñas. Alrededor del rotundo y perfectamente conservado ejemplar, de tres alturas, admiramos un cuidado espacio ajardinado, en cuyo lateral se ubica en la actualidad el museo de los Molinos Gregorio Prieto, sito en una casona típica manchega, donde se expone toda la obra del ilustre pintor dedicada a los molinos. La guía nos dice que fue el primero (1948) edificado a raíz del llamamiento que en tal sentido hizo la "Asociación de Amigos de los Molinos". Dentro del propio molino descubrimos un interesante museo etnográfico dedicado a las tradiciones locales. Dedicado al mismo artista también podemos visitar la fundación Gregorio Prieto, donde se expone su obra, relacionada con varias vanguardias pictóricas de principios del siglo XX.

Nos dirigimos, como reza la guía, por la antigua y larga calle Real, hoy Seis de Junio (hoy en día se sigue denominando así en conmemoración de la sublevación contra las tropas francesas acaecida en Valdepeñas en 1808), hasta llegar a la colorida y escasamente ajardinada, algo dura en mi opinión, Plaza de España, donde emerge la iglesia gótico-renacentista de Nuestra Señora de La Asunción, dotada de la principal Puerta del Sol, una filigrana del gótico isabelino.

La plaza destaca por su animación, que discurre en las múltiples terrazas junto a los soportales; en los restaurantes cercanos se puede degustar la sabrosa cocina manchega, según se testimonia minuciosa y repetidas veces en el inmortal libro de Cervantes, el pisto manchego, el potaje y las gachas, estrellas de la gastronomía local.

La colorida Plaza de España de Valdepeñas, presidida por la iglesia de La Asunción (La Gaceta de Gea)
También se pueden visitar, según nuestro épico autor, centenares de bodegas, algunas de ellas enormes, que guardan el vino de mesa más famoso de España...necesitando el visitante solamente pedir permiso y entrar, y quedarse sorprendido ante las gigantescas tinajas. Qué fácil parecía ser todo en aquella época...

Avanzamos hasta el kilómetro 220 de la A-4, nos desviamos y, a unos 4 Km, aparece, en un pequeño valle arbolado junto al arroyo de la Virgen, el Santuario de Nuestra Señora de las Virtudes y su anexa e interesantísima plaza de toros cuadrada construida en 1641, en mi opinión la más peculiar de toda España junto con la famosa plaza del Coso, en Peñafiel (Valladolid).

Santuario de Las Virtudes y plaza de toros (La Gaceta de Gea)
El rojizo color almagre con el que están pintadas las galerías, balaustradas y barreras de la plaza contrasta con la blancura del encalado y calidez de la piedra del Santuario, de estilo mudéjar en su artesonado de par y nudillo y elementos barrocos en la Capilla Mayor, además de unos frescos verdaderamente inesperados.

Desde aquí enfilamos a la localidad de Viso del Marqués, donde emerge, desde la lejanía, la sorprendente mole del Palacio del Marqués de Santa Cruz, de estilo renacentista italiano y erigido por el célebre almirante don Álvaro de Bazán, cuyo escudo de armas remata el balcón principal del edificio. Nuestro cicerone lo califica de milagro humano, mostrando la magnificencia de su patio, la monumentalidad de la escalera y la belleza de sus riquísimos frescos. En su interior alberga el Archivo-Museo Álvaro de Bazán, existiendo en su índice más de 65.000 legajos de historia de la Marina desde 1784 hasta la Guerra Civil Española. Como curiosidad, en la iglesia parroquial que se alza junto al palacio se encuentra, colgado sobre el coro, un cocodrilo disecado que don Álvaro se trajo de una de sus correrías por Egipto.

El palacio del Viso del Marqués (La Gaceta de Gea)

Desde aquí nos dirigimos hasta el algo caótico Calzada de Calatrava, desde donde, cogiendo una escénica carretera (cuidado, la señalización es bastante precaria) hacia el sur en dirección a Villanueva de San Carlos. A los pocos kilómetros atisbamos, a la izquierda, los descarnados muros del castillo musulmán de Salvatierra, defensa, en el siglo XII, de la frontera cristiana, que cortaba el avance de las tropas musulmanas hacia el norte.

El paisaje es de transición entre la llanura cerealista y latifundista de La Mancha, de materiales calizos, y los relieves de Sierra Morena . Destacan los materiales volcánicos en algunas zonas, muy fértiles, de aspecto negruzco. Este paisaje queda salpicado por viviendas de segunda residencia, quinterías (casas de labor) y cortijos organizados alrededor de un patio central. A medida que nos acercamos a la Sierra se reducen los aprovechamientos ganaderos para transformarse en espeso monte mediterráneo, escasamente transitado.

Castillo de Salvatierra desde el castillo de Calatrava la Nueva (La Gaceta de Gea)
Desde aquí, a escasa distancia se divisa, sobre el piramidal cerro del Alacranejo, el imponente Sacro Convento y Castillo de Calatrava la Nueva (no confundir con el de Calatrava la Vieja), conceptuado como una de las fortalezas roqueras más impresionantes e históricas del mundo, que unía, a su sin par valor estratégico, la de ser atalaya formidable sobre todas las tierras circundantes. Fue construido a partir de la importante victoria en la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, lo que supueso un retroceso del dominio almohade y el avance de las tropas cristianas hasta la línea del río Tajo.



Castillo de Calatrava la Nueva (La Gaceta de Gea)
El acceso a la fortaleza se produce por el camino empedrado original de 1560, bastante estrecho para la circulación de dos vehículos (algunos autobuses) en sentidos contrarios, por lo que habrá que extremar la precaución.

Desde el aparcamiento se aprecia un gran campo visual, que ofrece una excelente panorámica de la estepa cerealista, con marcadas diferencias cromáticas entre los cultivos, de tierras rojizas, y las sierras, de potentes y afilados roquedos metamórficos y volcánicos.

El recinto del castillo alberga, encerrado en unas potentes murallas cuyo adarve se puede recorrer, un burgo con tiendas, huertas, talleres, almacenes, un molino y viviendas alrededor del convento, hospedería e iglesia. Ésta última es la parte del conjunto que mejor se conserva, resaltando sobre la puerta la grandiosa claraboya, en forma de estrella, ordenada colocar por los Reyes Católicos en 1541 para dar más luz al templo. En su interior se combina la oscura piedra volcánica de pilares y nervaduras con el ladrillo de las bóvedas de crucería, con la sencillez estilística cisterciense patente en las ménsulas en cul-de-lampe y en la escasez decorativa del conjunto, reflejo de las severas reglas de San Benito.

Dejamos aquí esta primera entrega de esta ruta vintage. En la siguiente enfilaremos al norte, hacia la localidad de Almagro y más allá.

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