sábado, 28 de septiembre de 2024

Micropaisajes III: naturaleza inorgánica (microsublimación)

Continuamos la entrada anterior dedicada a la microscopía de sustancias químicas cristalizadas, con la imprescindible guía del libro de Bruno P. Kremer Manual de Microscopía. Como siempre, absolutamente todas las imágenes son del que escribe, a menos que se diga lo contrario.

Capítulo sobre la microsublimación, libro de Bruno Kremer

Esta vez nos vamos a ocupar de una técnica muy curiosa y quizás poco explorada, la microsublimación. Para describir de qué trata esta técnica, voy a tirar de una eminencia vintage: nada más y nada menos que del discurso de recepción en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona por parte de Casimiro Brugués y Escuder, allá por 1925. Lo va a explicar mucho mejor que un servidor, sin duda:

La microsublimación se aplica cuando al calentar la droga (el producto en seco; Brugués no se refiere específicamente a la droha de toda la vida: coca, opiáceos, hash, peyote u otras sustancias psicotrópicas) se desprenden materias sublimables reconocibles por sus reacciones químicas o microquímicas, sin que se condensen vapores de materias breosas que enmascaren las reacciones o las dificulten mucho. [...] Al principio se observa un desprendimiento de vapor de agua, que es debido a la humedad que lleva la droga y que cesa pronto, después se forman vapores que producen sublimados visibles a la luz reflejada.
La técnica para obtener estos microsublimados es la siguiente: la muestra -habitualmente en polvo- se coloca sobre un trípode, bajo la cual se va a instalar un mechero o vela para calentarla. Sobre la muestra, a una distancia de un centímetro más o menos, se coloca un portaobjetos sobre el que se adherirá -por la cara inferior- el sublimado cristalizado. En la cara superior del portaobjetos se vierte una gota de agua fría, para mejorar la condensación del sublimado. Como resumen, la muestra pasa directamente del estado sólido al estado gaseoso, siendo condensado en el portaobjetos. Es como -poniéndonos en plan esotérico- separar el alma o mente de la sustancia del cuerpo físico, como si fueran independientes entre sí.

Montaje para microsublimación, con muestra de vainilla

Procedo al montaje del aparato, con su mechero de parafina, trípode, rejilla, dos portaobjetos y dos piezas metálicas de separación.

Mi primer objetivo es una muestra de vainilla, procedente de una bolsita de infusión. Pongo una brizna sobre el porta inferior, una gota de agua sobre el porta superior y enciendo el mechero. Al poco comienza a emitir vapor de agua con olor a vainilla, y en el porta superior comienza a formarse un vaho del condensado de volátiles. Apago el fuego, espero a que se enfríe y cojo el porta de arriba, seco la gota de agua y lo pongo al microscopio por la cara inferior, que es la que contiene el sublimado.

La imagen que aparece al ocular es muy sugerente: míriadas de cristales aciculares se alternan con cristales globulares agrupados, más pequeños.

Microsublimación de vainilla, aumento bajo
La vainilla contiene vainillina, un compuesto orgánico que se utiliza con profusión en la industria alimentaria. No he encontrado en la red la identificación de los compuestos presentes en el sublimado, pero las imágenes son bonitas y aquí hacemos ciencia y arte, al menos se intenta.
Microsublimación de vainilla, aumento medio
A aumentos altos los cristales aciculares parecen pequeños kayaks, miles de ellos chocando en los rápidos de un río imaginario.
Microsublimación de vainilla, aumento alto

Seguimos con una bolsita de infusión de jengibre, una raíz utilizada con profusión en la medicina tradicional y que sirve para casi todo, hasta de afrodisíaco. Sus compuestos volátiles son los gingeroles y los shogaoles (posibles inhibidores del cáncer), incluidos en el aceite esencial

Microsublimación de jengibre, aumento bajo

Observamos el microsublimado a bajos aumentos. Aparecen una serie de dibujos vagamente circulares que, con el gris de fondo, parece una imagen de una zona de la luna, con sus cráteres, vista a través de un telescopio de aficionado. Quizás se trate del aceite esencial, con sus gingeroles y shogaoles.

Microsublimación de jengibre, aumento medio

Al darle más aumento aparecen una serie de bolitas agrupadas como si fueran estafilococos, aunque -evidentemente al ser un producto inorgánico- no vibran y son mucho más grandes.

Pasamos al café, en este caso soluble aunque, posiblemente, los resultados sean mejores con café natural. Se trata de un ejemplo clásico de las posibilidades de la microsublimación, al aparecer los preciosos cristales aciculares de cafeína. Y es que nuestra sustancia psicoactiva favorita -muy tóxica en altísimas concentraciones- presenta  una configuración que recuerda a las agujas de los pinos, ese acolchado crujiente y fragante tan frecuente en los bosques de la España mediterránea. A bajos aumentos es lo que parece, desde luego.

Café soluble, bajos aumentos
Al subir los aumentos se aprecian nuevos elementos cristalográficos: aparte de las acículas aparecen unos puntitos intermedios que parecen embriones de acículas, como deseando expandirse.

Café soluble, aumento medio
Con aumentos altos este hecho es más patente: las acículas están levemente afiladas en los extremos, los puntitos se alargan también, y algunos de ellos presentan ya prolongaciones, infiriéndose que el patrón de cristalización de la cafeína comienza con un punto y termina con una línea; curioso, como poco.
Café soluble, aumento alto

Seguimos con la canela (Cinnamomun verum), una especia muy utilizada en postres con muchos beneficios para la salud, reduciendo la resistencia a la insulina y bajando los niveles de colesterol y triglicéridos, casi nada.

La primera impresión de la microsublimación, a bajos aumentos, es que no es gran cosa. Aparecen unas estructuras de forma lacustre, como unos remotos atolones en el océano Pacífico.

Canela, aumento bajo

Con más aumentos aparecen unos puntos muy parecidos a los del jengibre, pero sin ningún patrón de ordenación particular.

Canela, aumento medio
Subiendo más los aumentos más de lo mismo, en la siguiente imagen compartiendo protagonismo con unos rayones que hice en el portaobjetos para la primera entrega de esta serie de entradas sobre microscopía práctica.
Canela con rayones en el cristal, aumento alto

Seguimos con otro compuesto ubicuo e interesante: la tila, esa infusión relajante tan común en las boticas caseras.

El microsublimado es bastante peculiar: se trata de una sustancia que parece dura y agrietada, como si fuera una especie de resina microscópica que quedara adherida al portaobjetos. A aumentos bajos aparece una especie de gusano seco y resquebrajado, como la arcilla seca en el lecho de un pantano en agosto.

Tila, aumento bajo
Subiendo los aumentos aparece una retícula causada por líneas más o menos rectas interrumpidas por algunas curvas que se difuminan en los extremos de la microsublimación.
Tila, aumento medio
Subiendo los aumentos a tope se aprecia este patrón más o menos geométrico y los círculos de difracción causados por la propia densidad del compuesto microsublimado, que presenta una especie de relieve, como si fuera un sirope o resina. No tengo idea de qué puede ser este compuesto, así que si alguien lo sabe que se manifieste.
Tila, aumento alto

Termino este apartado sobre esta interesante técnica de la microsublimación contando también los fracasos, que son algunos. He intentado microsublimar, con escaso éxito, los siguiente productos: ajo en polvo, cúrcuma, achicoria, café descafeinado y cacao.

Según el libro de Kremer se pueden microsublimar ciertos productos comerciales como los colorantes azoicos (colorantes para cuero y textiles) pero son perjudiciales para la salud y los vapores producidos serían bastante chungos, siendo necesaria la campana extractora y un laboratorio decente, por eso de no enfermar a lo gilipollas.

También se puede efectuar la microsublimación de los compuestos volátiles de los líquenes: los ácidos liquénicos o metabolitos secundarios de los líquenes. Por cierto, estos apasionantes y ninguneados organismos ya fueron tratados en esta entrada del blog.

Salgo a la caza del liquen perdido, ya que es bien sabido que, como indicadores de calidad del aire, en el centro de Madrid no hay mucho que hacer. Encuentro hermosos ejemplares de Xanthoria parietina junto a un arroyo artificial en el Parque Forestal de Valdebebas, una escombrera reconvertida en parque con buen acierto. Extraigo, con cuidado, una pequeña muestra de mi amarillento amigo.

Xanthoria parietina en su salsa
Procedo a la microsublimación, el liquen se va oscureciendo mientras emite un olor muy peculiar pero bastante agradable, como de hierba fresca mezclada con leña de chimenea.
Microsublimación de Xanthoria parietina

Al microscopio aparece un paisaje muy denso de acículas cristalinas, parecidas a las de la vainilla. Los compuestos químicos principales de este liquen -y sus metabolitos secundarios- son la parietina y varios ácidos grasos, pero el ácido volátil, el que se microsublima, parece ser el alfa-terpineno. En cualquier caso ni idea de lo que es, pero queda estético y curioso.

Xanthoria parietina, aumentos bajos

Aumentando los aumentos -valga la redundancia- aparecen las acículas algo curvadas e irregulares, nada que ver con los cristales de la vainilla o cafeína, mucho más regulares. Entre las acículas aparecen cristales prismáticos más pequeños; el conjunto me recuerda al ubicuo helado de tutti-frutti de los '90.

Xanthoria parietina, aumentos medios
Al subir a tope los aumentos se aprecian las acículas, los cristales prismáticos y el fondo de puntitos, que aparece en unos cuantos ejemplos en esta entrada y quizás no sean más que impurezas causadas por la combustión de la parafina en el mechero.
Xanthoria parietina, aumentos altos

Con nuestro amigo el liquen terminamos esta entrada dedicada al mundo de los productos químicos volátiles. En la siguiente entrada observaremos el mundo microscópico relacionado con las piedras, los fósiles, las conchas y la arena.

CONTINUARÁ

miércoles, 21 de agosto de 2024

Incursiones cotidianas: Madrid, circunvalando Usera (y II)

Continuamos nuestra circunvalación del distrito madrileño de Usera donde lo dejamos, en el Jardín Vecinal de la calle de las Hijas de Dios, frente al antiguo Cine Lux.

Jardín ilustrado

Llego a una bifurcación de calles; el espacio triangular que marca el ángulo agudo se ocupa por una gran fuente circular con banco corrido, que los lugareños aprovechan como debe ser. A la derecha queda el reseco edificio de la Agencia Tributaria, mejor cruzar los dedos.

Cojo la calle que sale en diagonal a la izquierda, en dirección NO. A la derecha encuentro el mercado de Jesús del Gran Poder (1961), el mercado del barrio de Moscardó, con sus líneas horizontales en ladrillo y su precioso rótulo vintage vertical.

Mercado de Jesús del Gran Poder

Subo la escalinata de acceso al primer nivel, bajo una fina marquesina en voladizo que remarca la horizontalidad del edificio: me presta, muy guapa. 

Lo habitual en un mercado que (aún) se precie

Me saludan una frutería -de impecable y ordenada disposición frutera- y un puesto de jamones y embutidos, en el que unas señoras pegan la hebra con el dependiente, quizás tratando de elegir entre la míriada de productos cárnicos de alta calidad nutricional.

Al final del pasillo central encuentro un puesto de libros, que me sorprende al ser la primera vez que veo una librería en un mercado, aunque también puede ser que el que escribe aún tenga poca calle. Hay un montón de ellos, bastante bien ordenados para lo que podría ser.

Librería nutritiva

Aprovecho un cubículo al fondo del mercado para vaciar la sentina, acto de extrema utilidad cuando se está procediendo a una exploración extrema como la que nos ocupa.

Salgo más a gusto que un arbusto, y prosigo hasta que encuentro la calle principal del distrito, Marcelo Usera, muy animada su montón del pequeñas tiendas de barrio. Tiro en dirección SO hasta llegar a una curva a la derecha, con una sucursal bancaria -de esas que te venden la burra- en un edificio aplacado en blanco, y cruzo una calle más hasta encontrar la calle de la Pilarica, que cojo a la derecha.

Al poco encuentro una iglesia de fachada en color crema, con tres arcos inferiores -incluyendo la puerta- y un frontón con arquillos ciegos de clara inspiración neomudéjar: es la parroquia de Cristo Rey de Usera (1941), edificada sobre la capilla del Carmen de la Colonia Municipal, destruida a principios de la Guerra Civil (1936).

Santo Cristo de Usera
Acceso al interior, fresco y recogido, silencioso, muy agradable con su linterna iluminando cenitalmente la cúpula, sostenida por pechinas con forma de concha. Licht! Mehr licht!, como diría Goethe.

Interior solitario

Salgo renovado, tras una breve meditación centrada en contar respiraciones como un loco. Sigo hasta cruzar la calle de Amparo Usera, donde encuentro un Centro de Mayores (1995) de aspecto posmoderno y carcelario a partes iguales. En la truncada esquina, un balcón semicircular y un triángulo intentan, sin conseguirlo, aportar gracejo al conjunto. Eso sí, esto no es óbice para que cumpla bien su función social, de eso no me cabe la menor duda.

Centro de Mayores feo IMHO
Al otro lado, una fuente circular rodeada de palmeras da la bienvenida a la calle Mirasierra. Observo una torreta eléctrica de las antiguas, difuminada tras el aerosol de los chorros de la fuente.

Fuente en la calle Mirasierra

Sigo por la calle Mirasierra en dirección NO; a la izquierda aparece la tapia del estadio Román Valero (1965), el estadio del Club Deportivo Colonia Moscardó, un no tan modesto equipo de fútbol porque el terreno en cuestión vale una pasta: podrían vendérselo a la autoridad competente para hacer viviendas sociales, por ejemplo. De frente, la estación de metro de Usera, por si hay que proceder a la huida.

Estación de metro y muro del estadio Román Valero

Avanzo por la calle Mirasierra hasta que encuentro, en cruce con la calle de las Calesas, la escuela municipal infantil "Pensamiento" (2019), con sus recortados volúmenes en chapa vertical y balcones semiabiertos en chapa corten; buen lugar para pasar el rato de cero a cinco años.

Escuela infantil chula

Al otro lado de la calle, un centro de salud con su correspondiente trajín. Tiro por la calle de las Calesas en dirección NE hasta llegar al parque Amarillo, un espacio apto para el botellón y para socializar sacando el perro a cagar; la recogida de ambos excrementos es opcional y a discreción del consumidor, por eso de que Madrid es la tierra de la libertad, como expresan con entusiasmo sus autoridades autonómicas.

Llego a la calle de la duquesa de Santoña, internándome en la colonia Salud y Ahorro (1928), uno de los grupos urbanísticos dedicados a las "casas ultrabaratas", con viviendas de hasta 40 metros cuadrados y cuatro dormitorios: mejor hacer un archivo comprimido metiendo a la prole dentro. Me recibe un conjunto de bloques lisos de cuatro alturas, cuya única -y muy interesante- gracia es la marquesina que cubre los portales, con finos pilares de fundición que recuerdan al mejor art-decó europeo.

Viviendas de la colonia Salud y Ahorro, en la calle duquesa de Santoña

Alcanzo la calle de la Cuesta en su esquina con la calle de Mariblanca, encontrando las viviendas de la colonia Valdenúñez (1932), de aspecto racionalista con sus balcones rematados de forma semicircular. La esquina entre bloques se articula de excelente factura, cortando el ángulo agudo de los bloques y dejándolos como fachada, sobre una terraza en planta baja. Denota buen gusto arquitectónico, y merece, por ello, una buena mano de pintura, qué menos.

Colonia Valdenúñez: esquina racionalista aunque kutre

Regreso por la calle de Mariblanca, en dirección SO, adentrándome otra vez en la colonia Salud y Ahorro. En las calles perpendiculares aparecen los bloques de cuatro alturas con sus porches metálicos art-decó, en sucesión regular.

Colonia Salud y Ahorro: preciosos porches

Sigo por la calle de la Cuesta y driblo a la derecha por la calle Escuelas; a la izquierda aparece la tapia del IES Pedro Salinas (1965). Al frente surge la poderosa torre de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (1957), edificio muy severo perteneciente a un complejo educativo.
Iglesia con colegio, o al revés
Al fondo un paso elevado y, a la izquierda, una escalinata me devuelve de nuevo a la Colonia Salud y Ahorro aunque, en este caso, los bloques están más cuidados, con sus pérgolas pintadas de colores y las fachadas decoradas con zonas en ladrillo visto. Estoy en la calle del General Marvá, por cierto.
Colonia Salud y Ahorro: viviendas de una altura

A un lado de la calle, viviendas de una sola altura, gentrificables a tope. Al otro, bloques de tres alturas entre los que surge un pasaje peatonal tras un arco de granito.

Me cuelo por el callejón: qué bonito, unas estructuras metálicas en forma de escalera hacen de falsa bóveda; la luz cae sobre un reloj de sol con números árabes de inspiración modernista.

Pasaje precioso con gnomon
Llego a la calle Goyeneche. De frente, el colegio público Jorge Manrique (1940), construido como equipamiento de la colonia Valdenúñez.
Más porches en blanco, en calle Goyeneche

Llego a la calle del Dr. Carmena Ruiz, paralela a la autovía de Toledo, la A-42. De frente, tras las copas de los árboles surge la cubierta y torreta de la Central Telefónica Moscardó (1960), diseñada por Francisco Riestra Limeses, arquitecto especializado en este tipo de edificios.

La Central Telefónica Moscardó
Vuelvo sobre mis pasos y me cuelo en la calle Nochebuena, una calleja peatonal inserta dentro de la Colonia Moscardó de la Constructora Benéfica Belén (1953), compuesta de estrechas viviendas de dos alturas, adosadas, convenientemente tuneadas cambiando colores y materiales de fachada: ladrillo visto, revoco, piedra, modelos de toldos, etc.
La Colonia Belén, parece un pueblo
Cojo la calle Dr. Sanchís Banús, muy agradable con sus parterres y sus frondosos árboles. A partir del encuentro con la calle Plaza del Doctor Lucas vuelven a aparecer los ubicuos porches, gentrificables a tope.
No acabamos con los porches, pero molan mucho
Atravieso el conjunto en dirección sur, hasta llegar a la calle Salasierra. Aquí regresan los ubicuos bloques de ladrillo rojo con terraza (1979). La imagen urbana empeora ostensiblemente, aunque es de suponer que la gente vivirá mejor en estos bloques, más modernos que los anteriores: como podría decir Descartes, aquí hay un dualismo feo-y-vive-bien versus bonito-y-vive-mal.
Bloques anodinos en calle Salasierra
Llego al final de la calle, desembocando en la calle de Manuel Noya. En este punto aparecen los testeros de los bloques lineales del Grupo Marcelo Usera de la Obra Sindical del Hogar (1955), que ya conocimos en la entrada anterior de "Circunvalando Usera".
Bloques de cuatro alturas en calle de San Filiberto
Se trata de unos bloques lineales de cuatro alturas, perpendiculares a la calle San Filiberto, con espacios entre ellos dedicados al aparcamiento; me filtro por uno de ellos hasta llegar a la calle de San Filiberto.
Murallón permeable entre San Filiberto y Marcelo Usera
Aquí me topo con la trasera de unos bloques en U que se abren a la calle Marcelo Usera: en planta baja, pequeños locales comerciales y unas escaleras que suben al primer nivel, exento y transitable. Por encima, bloques horizontales de dos pisos y ventanales grandes y corridos. A travieso el conjunto y llego a una plaza ajardinada donde surgen, a modo de peine, unos bloques de siete alturas con balcones corridos, de aspecto moderno y limpio, aspecto evidenciado por sus toldos, todos iguales.
Bloque en peine muy bonito, dando a Marcelo Usera
Regreso a San filiberto bajando las escaleras, encontrando, un poco más hacia el E, la parroquia de la Virgen de la Fuensanta (1994), con su sencillo muro de ladrillo rojo.
Parroquia Virgen de la Fuensanta, en la calle de San Filiberto

Accedo al interior encontrando un espacio recogido, algo oscuro para mi gusto. La cubierta tiene bastante movimiento, elevándose en los laterales y en el centro, donde surge, sobre el altar, un pequeño lucernario.

Oscuro interior de la parroquia de la Fuensanta
Salgo y me cuelo entre dos bloques de 13 alturas, diagonales a la calle Marcelo Usera. Bajo el cachondo mural "La Caída" de TTMan, a la izquierda, me sorprende la tipografía vintage del cartel de un bar: pequeños detalles que te alegran la vida.
Bloque diagonal y mural naïf, con cartel de bar

Alcanzo la plaza de Fernández Ladreda con la intención de finalizar este recorrido que nos ha ocupado dos cómodas entregas. Es la hora de la salida del cole y del trabajo, por lo que la estación de metro e intercambiador de Plaza Elíptica (1981) no para de absorber y escupir gente.

Estación del Plaza Elíptica
Aquí finaliza el recorrido circular, de casi 10 kilómetros, circunvalando el distrito de Usera y explorando sus zonas fronterizas, tan interesantes como poco conocidas para el gran público. En otras entregas exploraremos detenidamente los entresijos de este distrito, a ver qué encontramos. Mucho, sin ninguna duda.

miércoles, 31 de julio de 2024

Incursiones cotidianas: Madrid, circunvalando Usera (I)

Seguimos con otra entrega de la serie "incursiones cotidianas", esta vez dedicada a Usera, un distrito con mucha personalidad, antaño dedicado a la recepción de emigrantes de otras zonas de España y hoy transformado en el modernillo barrio chino de la capital, lugar privilegiado de propuestas gastronómicas y artísticas. En esta ruta mañanera vamos a circunvalar la zona central del distrito dejando fuera los barrios de Orcasitas y Orcasur, que ya exploramos en otra entrada. Al tener mucha chicha a pesar de no llevar más de tres horas de caminata, voy a dividir el recorrido en dos cómodos fascículos, por eso de no aburrir al personal.

Salgo de la boca del metro de Plaza Elíptica, frente al colegio San Viator. Gente por todos los lados, ambiente frenético; cruzo la A-42 hasta alcanzar el inicio de la calle de Marcelo Usera, vía principal del distrito que lo divide en dos, de oeste a este.

Un colorido mural me da la bienvenida al barrio de Moscardó, el más norteño de Usera. Se trata de "La Caída", de un tal 3TTman, unas criaturas que caen cachondeándose de todo y de todos. El argumento es quizás algo tontuno, pero es divertido y los colores son agradables: thumbs up, como diría Nerón.

Mural "La Caída"

Por cierto, este mural se sitúa en el testero de un denso bloque de viviendas de 13 alturas, diagonal a la calle Marcelo Usera, perteneciente al Grupo Marcelo Usera  de la Obra Sindical del Hogar (1955), un conjunto de protección oficial de bloques abiertos situados en diagonal, paralelos o perpendiculares a las calles, que forman sombríos y agradables espacios entre ellos.

Cojo la calle de San Magín, hacia el S. De frente, unos bloques de 5 alturas dotados de las típicas "chimeneas" de ascensores instalados a posteriori. Unos cedros de buen porte enmarcan el paisaje urbano, con el añadido sonoro de la ubicua verborrea de las cotorras argentinas, animadas por el frescor de esta mañana de julio.

Bloque con "chimeneas", en calle San Magín

Tiro por un espacio ajardinado, entre dos bloques, hasta encontrar una oficina de Correos bastante escondida, como sin ganas de hacerse notar. Detrás encuentro la plaza de San Elías, con su obligatorio parque infantil bordeado por unos interesantes bloques de 6 alturas con torre de ascensor central, lo que les otorga una severa simetría con tres balcones y tres ventanas a cada lado, por piso. Qué tranquilidad, oiga.

Bloque simétrico en plaza de San Elías

Sigo por la calle de San Elías hasta llegar al parque de Olof Palme (antes llamado cerro del Basurero), donde encuentro una fuente ornamental de fuerte simbolismo, que parece no pegar mucho en esta zona tan popular. En un lado encuentro el caduceo de Hermes, el más canallita de los dioses del Olimpo, patrono de peregrinos, senderistas, ladrones, mensajeros y demás gente de mal vivir: una navaja suiza hecha dios. Por cierto, el caduceo -con su doble serpiente enroscada- simboliza el comercio, siendo fácilmente confundido la vara de Esculapio que, con una sola serpiente, simboliza la medicina. También se dice, se cuenta, se piensa, que Hermes fue un personaje histórico llamado el Trismegisto, el tres veces grande, que escribió el apasionante Corpus Hermeticum, la biblia de los alquimistas, de claro sabor neoplatónico.

Fuente con el caduceo de Hermes

Cojo la calle de Cerecinos en dirección sur, encontrando el CEIP República de Venezuela, con un edificio de aulas de aspecto moderno dotado de una rotunda retícula de tres alturas.

CEIP República de Venezuela

Sigo hasta encontrar la parroquia de San Juan de Ávila (1967), en ladrillo rojo y planta triangular quebrada por la puerta principal; en ortofoto parece un embudo que desemboca en la calle Marina Usera, vía principal del barrio de Zofío, en el que nos adentramos.

Me fijo en la entrada, que parece querer absorber, cual agujero negro, cualquier partícula que tenga a bien acercarse. La escalinata está pintada de vivos colores, recordándome a la arquitectura brasileña. Por cierto, bonita frase la de la derecha: escasamente meapilística, como debe ser. Eso sí, el edificio que la porta -despachos parroquiales, parecen ser- es más feo que mandar a la abuela a por droga, y no pega nada con la chula parroquia.

Parroquia-embudo de San Juan de Ávila, con frase mística

Tiro hacia el sur por la calle de Marina Usera, con mucho ambiente de barrio y pequeñas tiendas de las de toda la vida. Parece ser que, en esta calle, estaba situada la trinchera del bando republicano en la Guerra Civil Española.

Al N de esta zona -de manzanas largas y estrechas, muy densas, y edificios cada uno de su padre y de su madre- se levantaba la Colonia Zofío (1950) de la Obra Sindical del Hogar, al igual que la ya mencionada en la calle Marcelo Usera. Se componía de bloques de dos y cuatro alturas rellenos de viviendas enanas de unos treinta metros cuadrados, construidos sobre un terreno muy arcilloso, lo que propició su ruina y posterior demolición.

Edificio en Marina Usera con Silvio Abad (1943)
La calle desciende suavemente; los edificios, no muy altos en general, alternan el ladrillo rojo -bloques de los años 60- y el revoco color crema los de los años 40-50, de dos o tres alturas, de aspecto muy sencillo y popular.
Edificio en Marina Usera con Marina Vega (1955)
La calle termina abruptamente contra una agradable terraza, que bordeo por la derecha hasta encontrar la calle del Centeno, una zona de relucientes bloques lineales de ladrillo con terrazas, dotados de espacios ajardinados de circulación.

Bloque en calle del Centeno (1968)
Sigo en dirección S entre bloques de 5 alturas bastante agradables, con ascensores externos. Los parterres están perfectamente podados, parece una zona de lujo.

Bloque en calle del Centeno (1968)
Alcanzo la calle de la Paloma, donde se encuentra el polideportivo municipal de Orcasitas (2002). Me fijo en su graderío cubierto y, como telón de fondo, los blocazos de viviendas del muy interesante Poblado Dirigido de Orcasitas, que ya exploramos anteriormente.
Polideportivo de Orcasitas
Tiro hacia el E hasta alcanzar la calle de Rafael Ybarra. Al otro lado descubro un edificio de claro aspecto corbusieresco: la residencia San Vicente-ANDE (1976) para discapacitados psíquicos. Una obra del mejor brutalismo madrileño, con su hormigonazo visto, sus ventanales horizontales y su aspecto recio: me putoflipa, como todo el brutalismo.
Residencia ANDE, placer para los sentidos
Detrás, por eso de compensar, aparece una residencia de ancianos (1999) pegada al punto limpio del barrio. Poco agraciada la pobre, en un lugar bastante inhóspito: de noche igual acojona.
Residencia de ancianos
Tomo la calle de Rafael Ybarra en dirección N, encontrando el primer atisbo de cultura china: la Escuela Panda (1981), con su torre semicircular de aspecto racionalista.
Territorio amalillo

Llego a una zona verde o más bien amarilla, un solar agostado que asciende hasta la alargada comisaría de policía de Usera (2010), un interesante edificio moderno, muy horizontal, con vistas para que no se escape nada.

Una franja del secarral está ocupada por el huerto urbano Pachamama, un espacio aterrazado lleno de plantas, utensilios de jardín y un trabajado espantapájaros que me trae a la mente la canción de John Mellencamp.

El huerto Pachamama y la comisaría de policía, al fondo

Scarecrow en el huerto Pachamama
Dejo la comisaría a la izquierda mientras subo pisoteando toda clase de gramíneas resecas hasta que diviso, a la derecha, una especie de pirámides de colores: es el surrealista Cinema Usera, una pantalla de cine con gradas alrededor, de aspecto abandonado. Eso sí, ubicado en lo alto de un cerro con impresionantes vistas al oeste de la ciudad: una especie de Café del Mar pero sin café y sin mar.
El Cinema Usera, lo más surrealista del barrio

Sigo hacia el E por la calle del Cristo de la Victoria, internándome en el conjunto urbanístico de la Cornisa de Orcasitas (1983), dedicado a la absorción de los núcleos chabolistas que había por la zona en los años 70. Estamos en el barrio de Almendrales, por cierto.

A la izquierda unos bloques de 4 alturas, muy curiosos por sus portales enmarcados con unos salientes y rematados por tejadillos que parecen toldos; en la calle trasera estos bloques mutan en naves industriales de una altura.

Bloques con naves industriales, calle Cristo de la Victoria
A la derecha, unas manzanas abiertas por una abertura central, que llevan a jardincillos semiprivados. Los edificios son iguales a los del otro lado de la calle, aunque éstos se agrupen en forma de rectángulo: un copypaste arquitectónico en toda regla.
Manzanas abiertas ajardinadas
Un poco más adelante encuentro un bar con nombre de ciudad castellana, por cuya barra se desliza un barman de blanco y cuidado bigote a lo Julio Verne ¿qué puede salir mal? Decido repostar con un pincho de tortilla de excelente factura y textura, como parte integral de la experiencia exploratoria.
Central Telefónica Almendrales

Más adelante, a la izquierda, diviso un opaco y contundente edificio de ladrillo, de estilo industrial: es la Central Telefónica Almendrales (1974), rellena de carísimos equipos de telecomunicaciones. Una gran antena, a modo de pincho sobre un trozo de bizcocho, domina la vista.

Tras pasar una escuela infantil giro a la derecha, descendiendo por la calle del Cristo de la Vega. Encuentro unos espartanos bloques de 5 alturas (1959) y, tras ellos, un triángulo ajardinado.

Descendiendo por la calle Cristo de la Vega

Tomo una calle peatonal a modo de pasarela, llamada Hernández Requena, en dirección E. A los lados emergen unos curiosos bloques de 4 alturas con plantas descentradas en forma de escalera (1985).

Bloques de plantas descentradas, calle Hernández Requena
Alcanzo una glorieta, ya en la calle de Tomelloso, Al otro lado surgen los primeros bloques del Poblado Dirigido de Almendrales (1959), en el que trabajaron algunos de los mejores arquitectos de la época: Javier Carvajal, Corrales y Molezún y García de Paredes.
Bloque tipo del Poblado de Almendrales

Los bloques constan de 6 alturas, presentando una extraña forma aserrada -interrumpida por ventanales que dan a cocinas y salones- que aporta gran plasticidad al conjunto. Desde fuera muy agradable aunque, como de costumbre, habría que preguntar a los moradores para confirmar la bonhomía de estas viviendas.

Prosigo entre unos de estos bloques y un espacio de locales de una altura, hasta alcanzar el CEIP Nuestra Señora de la Fuencisla (1975), un edificio prismático forrado de paneles blancos, de poca personalidad aunque funcional. Lo más interesante es el colorido mural, que suele acompañar a las escuelas infantiles por defecto.

CEIP Nuestra Señora de la Fuencisla
Tomo una calleja peatonal entre la escuela y los bloques, esta vez revocados y pintados, con sus rejas y carpinterías en blanco.
Bordeando la escuela
Avanzo hasta encontrar un impresionante edificio-transformador de Hidroeléctrica Española (1960), que debía suministrar energía al Poblado Dirigido. Se trata de una torreta prismática sostenida por cuatro vigas prefabricadas en forma de letra pi, doble hilera de ventanales cuadrados y cubierta plana con doble voladizo.
Transformador de Hidroeléctrica Española, una pasada
Frente al transformador -y enmarcado por los bloques aserrados- encuentro un edificio comercial de una altura, ocupado por una agradable y concurrida terraza. Se trata de uno de los edificios de equipamientos del Poblado Dirigido, diseñado para ser más o menos autosuficiente.
Bloque aserrado y edificio de comercios
Tras una rotonda llego a la plaza del Campo de Criptana, un espacio de tierra rodeado de varios edificios pertenecientes al Grupo de Viviendas para la Obra Sindical del Hogar (1960): un garaje exento a la izquierda, un alargado bloque de locales de frente, y una hilera de casas bajas, de dos plantas, a la derecha. Éstas últimas fueron diseñadas por el gran Javier Carvajal, y poseen un local y dos viviendas cada una, con cubiertas inclinadas a ambos lados.
Plaza del Campo de Criptana y casas bajas de la OSH
Atraído como velutina a la cerveza, me cuelo por una calleja intermedia entre dos hileras de casas de una altura; la sensación es de encontrarme en una urbanización playera con sus jardincillos privados, sus rejas verticales y toldos verdes.
Chalets de una altura, Torrevieja style
A la izquierda encuentro un bloque-pantalla (1959) tras la asociación vecinal, escalonado y muy opaco al tratarse de las zonas traseras de las viviendas, accesibles desde galerías horizontales -de cierto aire playero- en la calle del Santuario; el contraste entre ambas fachadas es extremo, opacidad contra apertura, yin contra yang, como diría un maestro taoísta. Cortesía, por cierto, del gran Javier Carvajal.
Trasera del bloque-pantalla de Javier Carvajal, no perderse la fachada a la calle del Santuario
Tiro a la derecha, hacia la calle de Piedrabuena, donde encuentro la parroquia de Nuestra Señora de la Fuencisla (1961), diseñada por José María García de Paredes. La fachada es muy severa, en ladrillo rojo; únicamente los salientes y el zócalo gris dan algo de movimiento. El interior, al que no he podido acceder, muestra unos pilares metálicos que sostienen una serie de lucernarios en retícula cuadrada. Una pasada, que me recuerda en cierto modo al interior de la mezquita de Córdoba pero en low cost.
Parroquia de la Fuencisla
Subo una escalinata por detrás de la parroquia, hasta alcanzar la calle del Santuario, que cojo a la derecha, en dirección N. A la izquierda encuentro una rotunda manzana cerrada, perteneciente a la Remodelación de la Colonia de los Almendrales (1984). Poco interesante, por decir algo.

Bloque cerrado de la Remodelación de la Colonia de los Almendrales

Un poco más adelante, a la derecha y entre los interesantes bloques aserrados -ya vistos- del Poblado Dirigido de Almendrales, surge una agradable terraza de nombre asertivo, con mural que evoca el mar de Madriz.

Terraza colorida
Alcanzo la calle de las Hijas de Jesús; de frente el antiguo Cine Lux (1962, cerrado en 1972), hoy sala de ensayos del Centro Dramático Nacional, con su fachada de inspiración racionalista.
El antiguo Cine Lux
A la derecha, descendiendo la calle de las Hijas de Jesús hacia la avenida de Córdoba, me topo con un espacio multifuncional entre dos aceras: es el Jardín Vecinal de Emiliano, ejecutado y diseñado por el vecino homónimo. Consta de jardineras con materiales reciclados, carteles y una pequeña caseta con biblioteca, que un niño trata de abrir infructuosamente. Otra agradable iniciativa vecinal, como tantas en estos barrios.
Biblioteca en el Jardín Vecinal de Emiliano
Aquí finaliza la primera entrega de esta ruta de exploración rodeando el distrito de Usera, que finalizará en una próxima entrega. El que quiera evadirse podrá coger el metro en la estación de Almendrales, bajando esta calle y a la derecha.

SIGUE AQUÍ

Entrada destacada

Incursiones cotidianas: arquitectura de una playa invernal

Una de las actividades más placenteras -al menos para el que suscribe- es un paseo invernal por una playa desierta. Y si es un playazo, mejo...