miércoles, 21 de mayo de 2025

Rutas vintage: 1926, la línea férrea Madrid-Sevilla III (de Villaverde Bajo a la Colonia Marconi por San Cristóbal de los Ángeles)

Continuamos la segunda entrada de esta serie -en la que exploramos el ignoto Entrevías y sus alrededores- donde la dejamos, en la rotonda superior junto a la estación de Cercanías de Villaverde Bajo. Como recordamos, por eso de dar perspectiva, estamos siguiendo la ruta de la excursión Madrid-Sevilla, celebrada en el XIV Congreso Geológico Internacional de 1926 y que aparece recogida en una guía de viaje. Por supuesto, todas las imágenes son propiedad del que suscribe y aquí no hay IA, ni se la espera ni falta que hace.

Abrimos la guía, para ver qué nos dice de esta zona que vamos a recorrer. Hay que recordar que, en 1926, casi todo el sur de la ciudad de Madrid era campo, excepto algunos pequeños núcleos humildes como Villaverde Bajo y un puñado de viviendas informales -míseras, como expresa nuestra guía de forma inmisericorde- donde hoy se encuentra la Colonia Marconi.

Admiramos pues el letrero de la elevada rotonda, colocado estratégicamente para hacerte la foto presumiendo de que has llegado a Villaverde. Detrás, las modernas promociones de la colonia del Espinillo (1990).

Por si no queda claro

Deambulo, como pollo sin cabeza, entre los bancos circulares de la explanada, esquivando hordas de chavales que se dirigen al cole o al tuto. La luz de la radiante y fresca mañana proyecta afiladas sombras de los edificios, y el verde de los árboles parece más verde que nunca, y el azul del cielo más azul que nunca. Cosas de la primavera, que la sangre y la percepción altera, como bien podría decir Aldous Huxley.

Villaverde es mío
Bajo por una escalinata que deja a la izquierda el aparcamiento de la estación. Abajo me recibe la fuente de la Capona (1842), en piedra caliza con un bonito pilón, posible vestigio del primitivo poblado de Villaverde Bajo.

Tiro por la calle de Pilar Lorengar hasta alcanzar el Centro de Día María Orúe (1999), dotado de pisos tutelados para enfermos de Alzheimer. Posee un bloque de habitaciones en ladrillo y zonas comunes con ventanales corridos y chapa metálica, todo inserto, de buena manera, en una parcela triangular.

Centro y pisos tutelados

Justo enfrente emerge la mole blanca de las viviendas VPO en la manzana de TAFESA (2000), un edificio muy plástico de alturas variables y una gran oquedad central; sus núcleos de comunicación vertical se elevan sugiriendo las almenas de un castillo. Por cierto y ya que va a aparecer más veces en la presente entrada, hay que decir que TAFESA (Talleres Ferroviarios SA) fue una empresa ferroviaria creada en 1951para reparar y fabricar vagones ferroviarios, y cuya fábrica se encontraba en Villaverde Bajo, muy cerca de aquí. Esta manzana era propiedad de la empresa, de ahí el extraño nombre.

VPO con almenas

Al otro lado de la calle del Diamante se encuentra el Centro de Salud Los Rosales (2003), de aspecto poligonero y sin apenas ventanas, por si se escapa la salud.

Centro de Salud

Giro por la calle de Elda y cojo, a la izquierda, un camino arbolado entre unas viviendas de tres alturas, de leve aspecto mid-century batallero: me interno en la colonia de los Ferroviarios (1950).

Colonia ferroviaria

Prosigo por la calle de Leonor Góngora hasta llegar al cruce con Juan José Martínez Seco, donde las esquinas de las manzanas se achaflanan para formar una pequeña plaza, que me recuerda a los cruces de algunos ensanches como el de Barcelona. Muy curioso y original: una colonia modesta con detalles de lujo.

Chaflanes tipo ensanche

A la derecha emerge un torreón picudo sobre una cubierta a dos aguas: se trata del campanario de la parroquia de San Jaime Apóstol (1959), bien equipada con colegio de curas.

Campanario con pincho

Giro a la izquierda por la primera calle y luego a la derecha por la segunda, alcanzando el colegio San Pedro (1966), con un rótulo vintage de evocativa tipografía.

Rótulo vintage

Avanzo hasta el cruce de las calles Encarnación Ovial y Benita López, donde me topo con una pequeña vivienda de una altura (1950) que resiste ahora y siempre al invasor, testigo de lo que debía ser el pueblo de Villaverde Bajo décadas atrás.

Casita de pueblo

Sigo por Encarnación Ovial hasta alcanzar el parque de la Amistad, una zona verde default (zona infantil/parterres/canchas) pegada a la avenida de Andalucía. Una placa que homenajea al alcalde perpetuo de la ciudad de Madrid -con permiso de Carlos III- se hace notar delante de unos floreados rosales. Al loro con la estela de granito, cosecha de 1987, un año después del exitus de Tierno Galván.

El que no esté colocado que se coloque, pero no en este parque
Atravieso el parque en dirección sur, hasta llegar a la calle de Santa Florencia. Allí encuentro un par de arcos que no cubren nada, que no parecen tener función alguna: en Madrid la belleza por la belleza, como decía Platón.

Arcos raros
De frente, un muro larguísimo y de aspecto antiguo, rematado por una verja con alambre de espino, como para que nadie se cuele. Se trata del muro del complejo industrial de TAFESA (1924), en el que se fabricaban vagones de tren y demás equipamientos hasta 2011. En 2013, debido a los continuos saqueos por parte de "chatarreros" sin escrúpulos, se ordenó la demolición de las naves. A día de hoy esta enorme parcela no sirve para nada, una cosa más que debería hacerse mirar el Excmo Ayto, que actúa como si no hicieran falta más viviendas de Protección Pública, por ejemplo.

Muro de TAFESA, un puto erial

Por cierto, en este solar, inserto en una de las terrazas del Manzanares, se localizaron restos paleontológicos -de elefantes nada menos- y arqueológicos, consistentes en industria lítica -bifaces, lascas y núcleos- del periodo Achelense, en el paleolítico medio.

Prosigo pegado al muro, por un camino entre la maleza. Miro al suelo, alertado por un graznido de alto voltaje. Hallo un hecho cuántico, singular, metafísico: una cotorra dando buena cuenta de un mendrugo de pan.

Cotorra con su bocata

Me fijo en las viviendas de la calle del Estroncio (1951), de tres alturas y dos colores. Un rombo decorativo, que se configura como toque identitario de la promoción, da luz al tiro de la escalera.

Bloque con rombo
La calle, al final de su recorrido, gira abruptamente formando un túnel que pasa por debajo de las vías del tren, y éstas por debajo de la Gran Vía de Villaverde. Un tren de Cercanías pasa por delante, dando fe de lo anterior.

De abajo a arriba: túnel, tren y calle

Llego al parque de la Dehesa Boyal (antes parque de Las Navas de Tolosa), ya dentro del barrio de San Cristóbal de los Ángeles. De frente el agua, levemente rizada por la brisa, de un precioso lago refleja los árboles circundantes en una estampa atemporal, prístina, como de paraíso perdido.

Estanque idílico

Al lado un huerto urbano, de esos que proliferan como setas, nunca mejor dicho: lo importante es fomentar el sentido de comunidad, para que nadie se quede solo involuntariamente.

Huerto solidario
Alcanzo la calle de Benimamet, junto a las vías. Allí ha aterrizado un platillo volante (2002) con el nombre del futbolista más famoso del barrio: Raúl González Blanco. Es un polideportivo municipal, como no podía ser menos. 

Ufo

Giro a la derecha por la primera calle, internándome en el poblado dirigido de San Cristóbal de los Ángeles (1958), una de las mayores actuaciones de vivienda protegida de Madrid. Como el arquitecto que diseñó el poblado era valenciano, las calles y plazas tienen nombre de pueblos de esa región.

Tiro por la calle de Benimamet, donde encuentro unos bloques lineales de viviendas (1966), orientados en perpendicular norte-sur o este-oeste.

Bloques lineales

Giro a la derecha por uno de los viales ajardinados perpendiculares a la calle Benimamet, pasado el centro de mayores del barrio. La inclusión de ascensores a posteriori -muchos de estos bloques humildes no contaban con este importante equipamiento- invade la sobreelevada acera, y la pared se decora con un gigantesco número, por eso del horror vacui.

Por si no queda claro

Alcanzo una gran plaza con jardín; a la derecha, una sucesión de viviendas de cinco alturas y bandas horizontales (1966), todas iguales: la imposible belleza de la repetición. Aprovecho para repostar en un agradable bar, con el nombre del octavo apellido más común en España.

Repetición y paralelismo
De frente, un enorme mamotreto con unas esbeltas columnas que desafían las inexorables leyes del pandeo: el Centro de Salud de San Cristóbal (1989). Parece más, con su cubierta de chapa volada, un equipamiento deportivo. Aunque, en esta ciudad, cada centro de salud es de su padre y de su madre, todos distintos ¡viva la diversidad!

Centro de Salud distintivo

Sigo, en dirección S, hasta llegar a la calle de Paterna. Allí encuentro unos bloques paralelos a la calle (1957) con ventanales corridos y celosías metálicas para aplacar el solazo de poniente. Las columnas de ascensores, exteriores, otorgan ritmo al conjunto.

Bloque con quitasoles

Llego a un lugar inesperado: un gusano metálico que se retuerce pasando por encima de las vías: se trata de la pasarela que une San Cristóbal y el barrio de Butarque.

Pasarela de luxe
Arriba hay grandes vistas: al este, los barracones del acuartelamiento de San Cristóbal, con dos edificios protegidos de la Escuela Logística del ET; al norte, las vías, el cerro de los Ángeles en Getafe y la estación de contenedores del Salobral; al este, las modernas manzanas del barrio de Butarque.

Vías y cerro de los Ángeles

Por cierto, hay que recordar que nuestra guía de 1926 habla de la estación central de clasificación, que podría referirse a esta zona del Salobral o a otras instalaciones cercanas a la estación de Villaverde Bajo, más al norte. Por lo pronto, lo único que se aprecia en esta zona son unas cuantas vías bifurcadas y ristras de contenedores de aspecto antiguo, abandonados y posiblemente vandalizados. A la derecha, una inmensa playa de aparcamiento no mejora el look, desde luego.

Contenedores antiguos en el Salobral

Camino hacia el E, bordeando el terreno castrense; en la esquina, una torreta de vigilancia parece observar la sucesión de esbeltos bloques en H (1965), de cinco alturas y franjas verticales alternas. 

Esquina militar

Alcanzo la calle de Rocafort, encontrando una curiosa línea de viviendas con balcones soportados por finas columnas con bajos comerciales (1963), de tres alturas.

Soportales comerciales

Al otro lado, más bloques paralelos de seis alturas (1958), con una retícula que marca la estructura en plan cajas apiladas. Parecen más humildes que las anteriores, y pertenecen a la primera promoción de vivienda pública del barrio.

Viviendas botellero
Giro en dirección O hasta llegar a una glorieta o rotonda. Un poco más allá está el campo de fútbol de San Cristóbal (1960), uno de los equipamientos que se construyeron en los años 60 en el corazón del barrio, al que me aproximo. Frente al campo, una de las torres de viviendas de doce alturas (1966) que aparecen entre este punto y la avenida de Andalucía. Tienen buen aspecto, deben ser para la gente bien del barrio.

Peazo torre

Giro en dirección N, hasta llegar al ombligo del barrio; lo deja claro la proliferación de equipamientos que empiezan a aparecer. El primero es el edificio de la Asociación de Vecinos de la Unidad San Cristóbal de los Ángeles (1965), una pequeña nave cúbica de buen diseño sesentero y bajo decorado con grafitis, como corresponde a toda asociación vecinal que se precie. Parece que hacen un trabajo excelente, como casi todas las asociaciones vecinales dirigidas por vecinos de vocación arraigada y espíritu asegurado a todo riesgo. Detrás, un hospital de día más bajito pero con el mismo diseño. 

Cubito asociativo

El siguiente equipamiento es el Centro Cultural San Cristóbal (1965), un edificio chulísimo que me recuerda -salvando las distancias- a Le Corbusier, con ventanas longitudinales y la planta alta sostenida por finos pilotis; una delicia. En una esquina, el escudo del barrio.

Escudo barrial

Me encuentro en la plaza de los Pinazo, el centro de San Cristóbal de los Ángeles, un lugar muy agradable, verde, con mucha vida y bastante limpio, aspecto que habla muy bien de sus habitantes. Ya conocemos la regla matemática que no falla: la cantidad de basura en las calles es directamente proporcional a la degradación de los sujetos que la emiten. Y esto no tiene que ver tanto con el dinero que con otras cosas más profundas, ya que hay barrios fetén con mierda para aburrir, como el de Salamanca.

De frente, tras un parque con fuentecillas, me encuentro con la preciosa parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados (1965). En el centro de la fachada, una Jefa blanca y gigante contrasta con la colorida vidriera, enmarcada por un rectángulo de hormigón. Divino, hay que decirlo.

Pasada de parroquia

Hacia el O descubro una pérgola, de esas que echan poca sombra pero que sirven para diferenciar espacios aparentemente indiferenciados.

Pérgola en busca de sentido

Detrás, una sombreada calle peatonal -con mercado, bares y tiendas- discurre en dirección N-S, bordeada por unos bloques de 14 alturas (1965) perpendiculares a la avenida de Andalucía, que hacen de muralla entre el barrio de San Cristóbal y los ignotos polígonos industriales al otro lado de la avenida.

Calle peatonal

Subo por unas escaleras, en dirección S, hasta alcanzar el único transporte decente entre este barrio tan aislado y el centro de la ciudad: la estación de Metro de San Cristóbal. Al menos tiene una, no como el pobre Entrevías, más cercano y más lejano a la vez.

Menos mal

Prosigo en dirección S, por las estribaciones de San Cristóbal. Una sucesión de torres de 12 alturas me llevan, de nuevo, al blanco muro de los terrenos militares.

Más torres

Me dirijo hacia el sur pegado a la avenida de Andalucía, que parece más una autovía que otra cosa. La acera es estrecha y poco amigable, pero mejor en todos los sentidos que la del otro lado, más estrecha y cuajada de farolas. Al rato bajo por un vial descendente, que al rato pasa por debajo de la avenida de Andalucía en un inhóspito túnel que hace un giro de 180º.

Túnel en fondo de saco
Llego al polígono industrial Marconi, donde en otro tiempo se encontraba la colonia homónima, un barrio donde vivían los empleados de la compañía Marconi, una empresa de telecomunicaciones que fabricaba radios, entre otras cosas.

Me cuelo en el polígono junto a una garita. A la derecha encuentro, algo retranqueada, una inmensa nave logística. Aquí se encontraba la fábrica Marconi (1941), hoy inexistente.

Naves del Marconi

Tras las primeras naves giro a la izquierda, por la avenida Ángel Garcillán, dotada de un alcorque corrido y arbolado que separa los dos sentidos de la calle.

Agradable paseo
Al final, frente a las vías, encuentro algo inesperado: unos extraños bancos de aspecto sesentero y huidizo respaldo.

Bancos extraños

Giro a la derecha, hacia el O. Tras las vías se aprecian enormes depósitos cilíndricos y, a su derecha, una antigua fábrica de cervezas, según aparece en la primera edición 1/25.000 del Mapa Topográfico Nacional.

Antes fábrica de cerveza
En la siguiente esquina encuentro otros dos bancos raros como el anterior. Tienen unos respiraderos en la parte trasera, y unos operarios parecen estar trabajando en su interior ¿estarán relacionados con la vieja fábrica Marconi, con las vías o con qué?

Bancos con ventilación trasera
Paso junto a la piscina del colegio Villamadrid (2010), con una cubierta curva de chapa ondulada.

Chapa y palmera
Giro a la izquierda, bordeando las canchas deportivas del polideportivo de Marconi. Al final, tras un elegante bulevar, aparecen las primeras manzanas abiertas (2000) de la zona residencial de la Colonia Marconi, acogotada entre los tres polígonos industriales, al norte, este y oeste, y la vía del tren, al sur: la huida es prácticamente imposible salvo por la estación de Cercanías; claustrofóbicos abstenerse.

Manzana abierta
El entorno tiene buen aspecto, aunque aquí hay menos animación que en San Cristóbal de los Ángeles. Nada que ver con la fama que se le supone, aquí no se aprecia ni prostitución ni trapicheo ni nada que se le parezca: muy tranquilo, aunque muy aislado.

Me meto por una zona ajardinada entre dos manzanas: el parque del barrio, muy sencillo. Al final, tras otro bulevar denominado calle San Eustaquio, emergen modernos complejos de oficinas o lofts.

Al otro lado

Llego a una rotonda, y asciendo a la derecha para otear el paisaje. A la izquierda, una manzana de las manzanas abiertas, con balcones con vistas al erial y a las vías; de frente, la estación de San Cristóbal Industrial (1950), a donde me dirijo para rematar la faena.

Hasta aquí llega Madrid
Esta es la frontera sureña de la ciudad de Madrid. Más allá, Getafe, que exploraremos en una próxima entrada.

Desde la estación de Cercanías todo parece lejano, valga la paradoja. Como si me hubiera ido al culo del mundo, pero sin salir de mi ciudad. Saco un billete para ir a la estación de Villaverde Bajo, a cinco minutos y tres euros solo ida. Barato no es, especialmente para los que viven en este barrio tan remoto y mal comunicado.

De regreso
Desde aquí miro las vías que tuercen al suroeste, hacia Getafe, la siguiente parada hacia nuestro destino final: Sevilla.

CONTINUARÁ 

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