lunes, 1 de septiembre de 2025

Micropaisajes VII: el universo en una célula (I)

Continuamos la entrada anterior dedicada a las bacterias y otras interesantes inmundicias, siempre siguiendo el hilo argumental del libro de Bruno P. Kremer Manual de Microscopía. Como siempre todas las fotos son de un servidor a menos que se diga lo contrario, y en la redacción de esta entrada no hay IA ni nada parecido.

En esta entrada vamos a comenzar a explorar la célula eucariota, el ladrillo básico de organismos pluricelulares como el que escribe y suscribe. Como es asunto algo espeso y el libro de Kremer comienza directamente con la interioridad de la célula -es decir, los orgánulos que flotan dentro de ella- quizás sea buena idea intentar observar la célula desde fuera, e ir haciendo zoom de aproximación en próximas entradas del blog.

Vamos a contar con otra ayuda importante, nada más y nada menos que del padre de la neurociencia, puto amo de la microscopía vintage, fotógrafo pintoresco, viajero impenitente y lenguaraz por la España ahora despoblada y culturista decimonónico sin creatina ni proteína whey: don Santiago Ramón y Cajal. Tiro de estantería con su publicación más icónica para la descripción de las células animales: los Elementos de histología normal y de técnica micrográfica, que puede consultarse y descargarse en este enlace

El tocho de Cajal

Para las células vegetales vamos a tirar del excelente Atlas de Microscopía de Bernís Mateu, ya que resuelve lo que haiga falta del mundo microscópico.

Del Atlas de Microscopía
Así pues comenzamos con la morfología celular, la forma física de las células que da origen, por acumulación solidaria y ordenada -o desordenada, si incluimos los tumores-, a los tejidos animales y vegetales. Se podría decir que la célula es al tejido como el átomo a la molécula.

Preparaciones de morfología celular

Además, así aprovecho para observar unas preparaciones setenteras que tenía en un olvidado cajón, compradas en el Rastro de Madrid y producidas en los años 70 u 80 por la mítica ENOSA, la empresa nacional de óptica de España. Compañía que, por cierto, produjo algunos aparatos muy interesantes y de buena calidad, que se distribuían en colegios e institutos a mediados del siglo XX. 

Células a cascoporro

Comenzamos por una preparación cogida al azar, sin orden ni concierto: a bajos aumentos aparece un mar de lo que parecen burbujas de aire: unas células cilíndricas, obtenidas de un corte transversal de un tallo vegetal. Estas células, que en la mayoría de los tallos vegetales son de sección poligonal, aparecen aquí circulares, quizás por poseer una pared algo más rígida y menos maleable. Pertenecen al parénquima medular, una serie de vasos que sirven para el transporte y almacenamiento de sustancias a los diferentes tejidos de la planta.

Células cilíndricas y parénquima aerífero, bajos aumentos

En algunas zonas de aprecia que no hay células, unicamente un espacio intersticial: quizás se trate del parénquima aerífero o aerénquima, por donde circulan gases y, en algunas especies, actúan como vesículas que permiten a la planta flotar en el agua.

Células cilíndricas y parénquima aerífero, aumentos medios, contraste de fase
Seguimos con unas células muy curiosas, que, en esta preparación añeja, parecen pequeños soles o huevos fritos: las células esféricas. Constan, como su nombre indica, de una célula esférica -que parece un pequeño huevo- rodeada de una especie de cinta helicoidal.
Células esféricas, bajos aumentos

A mayores aumentos se distingue la pared y el contenido celular, con una mancha central oscura. La cinta que rodea la célula es realmente curiosa y de aspecto aerodinámico, lo que me hace pensar que se trata de células de polen, aunque no estoy seguro. Si el querido lector lo sabe, que se manifieste.

Células esféricas, altos aumentos, contraste de fase

Continuamos con unas células fibrosas, que a buen seguro hará recordar la anterior entrada sobre minerales, arenas y tejidos

Células fibrosas, aumentos bajos

A altos aumentos se pueden distinguir hasta sus núcleos celulares, como pequeños puntos en las fibras. 

Células fibrosas, aumentos altos

Proseguimos con el mundo vegetal, con uno de sus componentes más idiosincráticos: las células pétreas o esclerenquimáticas, que constituyen las partes más duras y leñosas de la planta. En la siguiente imagen -posiblemente el corte de alguna madera- se aprecian las pequeñas células ya muertas y lignificadas, que parecen granos de arena, entrelazadas a unas fibras longitudinales de aspecto correoso. Un material duro como la vida, no cabe duda.

Células pétreas, bajos aumentos

Subiendo aumentos se aprecian mejor estas células de aspecto arenoso, de ahí lo de "pétreas". En la imagen aparece, a la derecha, surge un extraño glomérulo que parece un riñón en miniatura. Si alguien sabe lo que es, que se manifieste. 

Células pétreas, altos aumentos, y extraño glomérulo

Proseguimos con las células engrosadas, pertenecientes a la parte blanda, sin lignificar, del tallo vegetal: el colénquima. Al microscopio se confunden con las células musculares, aunque estas poseen paredes mucho más gruesas. 

Células engrosadas, bajos aumentos

A mayores aumentos se aprecia este engrosamiento y lo juntas y empaquetadas que están estas células, como si estuvieran comprimidas. Aunque no se trata de un tejido leñoso, está claro que es duro aunque algo flexible, cosa que no puede decirse de un tallo lignificado.

Células engrosadas, altos aumentos

Continuamos con más células vegetales, esta vez unas células poligonales que podrían servir para el transporte de líquidos a lo largo del tallo vegetal: unas células del xilema cortadas transversalmente, que se encargan de transportar la savia de la raíz a las hojas de la planta. 

Células poligonales, bajos aumentos

Subiendo los aumentos se aprecian los hexágonos, algunos deformados, que forman las paredes celulares.

Células poligonales, altos aumentos, contraste de fase

Continuamos con las células escuamiformes, es decir, con forma de escama. También se llaman escamosas, y suelen encontrarse en los epitelios de tejidos animales. Las células escamosas más fáciles de observar son las células del epitelio bucal, que se parecen, en cierto modo, a las aquí expuestas.

Células escuamiformes, bajos aumentos

Estas células escuamiformes presentan un aspecto peculiar, ya que parecen las semillas de algún árbol, de esas que se dejan arrastrar por el viento a grandes distancias. Incluso, a mayores aumentos, algunas de ellas parecen insectos alados o, más bien, pequeñas medusas gelatinosas. Como habrá podido detectar el perspicaz lector, no tengo ni idea de si estas células son animales o vegetales, y mucho menos la especie o tejido al que pertenecen.

Células escuamiformes, altos aumentos, contraste de fase

Continuamos con algo más fácil: las células elípticas, que parecen minúsculos melones gracias a su forma oblonga, maciza, densa. 

Células elípticas, bajos aumentos

Estas células -que parecen pertenecer a una semilla o polen- parecen pequeños huevos, con una cáscara dura y gruesa y un contenido celular oscuro, denso, donde el núcleo de la célula no resulta patente.

Células elípticas, altos aumentos

Continuamos con las células silíceas, es decir, las compuestas por sílice, dióxido de silicio o cuarzo, su denominación más habitual. En este caso, las células son muy fáciles de identificar: se trata de las ubicuas diatomeas, pequeños seres vegetales y acuáticos, fundamentales para el equilibrio de los ecosistemas.

Células silíceas

A mayores aumentos se aprecia la estructura de estas algas transparentes, consistentes en un caparazón de sílice que simula una caja -frústula, compuesta de epiteca e hipoteca- y el contenido celular del alga, normalmente verdoso debido a la presencia de clorofila.

Células silíceas, altos aumentos, contraste de fase

Proseguimos con las células punteadas, en una preparación compleja ya que se observan dos tipos de células: parece tratarse de un corte histológico de una mucosa. En la imagen siguiente se aprecian unas células oscuras, más redondeadas y de paredes más finas. Las superiores poseen una pared muy gruesa, donde aparecen punteaduras o canales que comunican las células entre sí.

Células punteadas, bajos aumentos

A altos aumentos se aprecian estos puntos redondeados, que parecen distribuirse por toda la pared celular.

Células punteadas, altos aumentos

Terminamos de examinar la caja de preparaciones de ENOSA, dedicada a la morfología celular, con un hongo, y en concreto con sus hifas, los filamentos que forman el micelio del hongo. A bajos aumentos prácticamente no se distinguen las hifas, parece más bien un tejido deshilachado donde no se distinguen las células individuales.

Hifas de hongo, bajos aumentos

A altos aumentos más de lo mismo: una papilla informe de escaso atractivo que recuerda a la atmósfera de Júpiter, con sus torbellinos, manchas rojas y tormentas.

Hifas de hongo, altos aumentos

Con esta bajona damos por terminada esta entrada, sencilla pero interesante porque sirve para entrar en el interior de la célula conociendo, de antemano, sus diferentes "formatos". En la siguiente entrada entraremos -valga la redundancia- en el interior de la célula, para observar lo que allí flota, si es que se deja ver dada su pequeñez.

CONTINUARÁ 

martes, 1 de julio de 2025

Rutas vintage: 1926, la línea férrea Madrid-Sevilla IV (por los cantiles y cuevas del Manzanares)

Continuamos la tercera entrada de esta serie -en la que exploramos los barrios de Villaverde Bajo, San Cristóbal de los Ángeles y la Colonia Marconi- esta vez en un entorno bastante cercano aunque periurbano, más relacionado con la geología tratada en nuestra antigua guía geológica y patrimonial. Como recordaremos, estamos siguiendo la ruta de la excursión Madrid-Sevilla, celebrada en el XIV Congreso Geológico Internacional de 1926 y plasmada en una guía de viaje, publicada ese mismo año, hace casi un siglo. Ni que decir tiene que todas las imágenes son propiedad del que suscribe, a menos que se especifique lo contrario, y aquí no hay IA, ni se la espera ni falta que hace.

Recordamos la guía

Para esta entrada vamos a utilizar un par de textos que serán de gran utilidad: Cuevas, Minas y Simas de Madrid, el Catálogo de Cavidades de la Comunidad de Madrid y la Guía Hidrogeológica y Minera de la Provincia de Madrid

Así pues aparco junto a la EDAR (Estación Depuradora de Aguas Residuales) de La Gavia. Montones de camiones vienen y van, en un sinvivir logístico. Parece que transportan arena y áridos, a juzgar por los polvorientos restos que dejan caer al asfalto, tapizándolo de un blanquecino sospechoso. 

Bordeo la EDAR dejándola a la izquierda y paso por una barrera que impide el tráfico rodado, accediendo a una pista en buen estado delimitada por los ubicuos hierbajos primaverales: rojas amapolas, avena loca, cardos enormes y bonitas malvas. Un hiperventilado conejo cruza el camino, recordándome que el antiguo nombre de esta tierra, Hispania, quiere decir "tierra de conejos", tal y como enfatiza el gran Adolf Schulten en su libro homónimo. Me fijo en el suelo: arenas y limos con pequeños cantos rodados: la cuenca sedimentaria del río Manzanares, que fluye a unos doscientos metros al SE. Por cierto, el mapa topográfico dice que por aquí discurre, de forma subterránea, el arroyo de la Gavia, que entrega sus aguas al Manzanares no muy lejos de aquí.

Hacia el cortado

Un poco más adelante, a la derecha, unas plataformas descendentes parecen terminar en una especie de mini-acueducto que se soterra bajo las vías del AVE que hay al otro lado de la potente verja: se trata de la huella visible del emisario subterráneo de aguas depuradas que salen de la EDAR para desaguar en el arroyo de la Gavia, acabando en el propio Manzanares. Para añadir complejidad, por aquí cerca también pasa el Real Canal del Manzanares, una magna obra hidráulica que pretendía hacer que desde Madrid se pudiera ir en barco hasta el Atlántico. No prosperó, al igual que el Canal del Guadarrama.

Emisario de aguas tratadas

Huele muy bien, a una mezcla de aguas bravas y lavandería industrial. A la izquierda otra plataforma de hormigón sobre el arroyo de la Gavia, con bancada y tuberías taponadas.

Debajo hay mucha agua
Me acerco al escarpe; a la derecha encuentro la primera oquedad de hoy: la cueva de la Magdalena I o cueva de la Bruja, con su enorme visera de yesos masivos grises intercalados con margas yesíferas del Mioceno, de origen evaporítico. Es decir, un karstito de yesos aprendiz del gran karst de Sorbas, en Almería.

Cueva de la Magdalena I o cueva de la Bruja

Cueva de la Bruja (Cuevas, Minas y Simas de Madrid)
Me acerco al gran porche, que alberga las dos bocas de la cavidad. La de la izquierda está cerrada con un tabique con el vano de una puerta, dando a entender que ha sido utilizada como vivienda o encerradero. 

Boca izquierda de la cueva de la Bruja
Encima del hueco, una advertencia: no hay luz pero sí charcos y murciélagos. Accedo sin encender el frontal, por eso de no deslumbrar a la murcielagada: me encuentro en la denominada sala Chunga, porque aquí venían a drogarse los yonquis del cercano poblado de las Barranquillas, allá por los 80 y 90 del siglo pasado.

Desde el interior de la sala Chunga
Se supone que podría haber restos de jeringuillas por el suelo, pero me parece que está relativamente limpio. Avanzo por la galería, de buen porte. A la derecha, una gatera se conecta con la otra boca de la cueva. Hacia adelante, la galería se va estrechando hasta convertirse en unos meandros llenos de derrubios.

Salgo y me dirijo a la boca de la derecha; entre medias una hornacina con unas botellas que parece el altarcillo de unos piratas del Karibe, por lo menos.

Quince hombres sobre el cofre del muerto
La boca derecha de la cueva únicamente posee un laminador que se dirige hacia la sala Chunga. El techo está negro de hollín; menudas fogatas buenrollistas se han celebrado aquí. Hay restos de escombros y demás basura, pero quizás menos de lo que cabría esperar en esta ubicación.

Boca derecha de la cueva de la Bruja

Regreso a la pista. Unos cuantos metros al NE encuentro otra cueva, esta vez más pequeña y sin porche de entrada. Como no tiene nombre, la llamaré cueva del Balcón.

A la izquierda de la otra
Tras la boca encuentro tres galerías: la de la derecha asciende hasta una ventana a media altura de la pared; la del centro presenta una especie de peldaños ascendentes, y la de la izquierda termina en una boca lateral. Parece una cavidad artificial.

Ya fuera, observo que la ventana donde termina la galería de la derecha -elevada unos metros sobre el suelo- parece una tronera, quizás usada por los soldados republicanos en la Guerra Civil, que tuvo uno de sus frentes más potentes en esta zona. Los agujeros en la pared denotan que quizás hubiese una construcción adosada, hoy enteramente desaparecida.

Tronera y agujeros sospechosos
Sigo bordeando el escarpe por la izquierda, ascendiendo hasta alcanzar la boca que conecta con la cueva anterior. 

Boca conectora

En este punto la geología parece cambiar: los yesos masivos parcialmente cristalizados dan lugar a inclusiones tableadas de yeso -que parecen filas de dientes- entre un barro blandengue, arcilloso, que se disgrega fácilmente. Muy chulo, oiga.

Dentadura de yeso entre arcillas
El cantil va descendiendo según lo rodeamos hacia el NE. Hay muchas flores en el jabunal, aunque la más llamativa es la adormidera (Papaver somniferum), con sus prístinas flores blancas. 

Adormidera

El escarpe, en este punto, es casi inexistente, aunque hay algunas oquedades que quizás sean pequeñas cuevas, aunque más bien parecen madrigueras.

Lo que queda del escarpe
Subo a lo alto del cerro, donde encuentro varios tendidos eléctricos que van a confluir en la cerca subestación de Villaverde, a la orilla del Manzanares. Desde aquí hay buenas vistas: de fondo, Villaverde Bajo; en primer término, a la izquierda, el puente que cruza las vías hacia el río y, a la derecha, la base de mantenimiento de trenes de ADIF Madrid-Sur. 

Vista desde el cerro

Cojo un sendero, de los muchos que hay, paralelo a las vías en dirección SE, entre conejos saltarines. Desciendo a una amplia pista pegada a la autovía M-45. Al otro lado, cortado a pico por las vía férreas como un delgado trozo de tarta, aparece el cerro de la Gavia, donde descansan -es un decir- los restos de un asentamiento de la Segunda Edad de Hierro. Para allá que vamos.

Poblado de la Gavia, vallado e inaccesible

Por dicha pista, en dirección S, alcanzo una tupida verja. En este punto, según el mapa, un túnel cruzaría las vías del AVE hasta el pie del cerro de la Gavia. Error: está completamente vallado, sin posibilidad alguna de cruzar las vías y mucho menos la M-45. Media vuelta, con el rabo entre las piernas. Mañana será otro día.

El túnel existe, pero no

Día siguiente; esta vez triunfo aunque sea lo último que haga. Aparco en una abandonada bolsa de aparcamiento junto a la EDAR Sur, donde comienza el infausto Sector 6 de la Cañada Real Galiana, una vez pasado el puente sobre el río Manzanares.

Desde aquí avanzo en dirección N, entre pequeñas huertas cerradas con vallas, chapas y cutres plásticos, y algunas edificaciones informales, la mayoría equipadas con el clásico peludo ladrador.

Por la Cañada Real

Llego al cruce de la cañada con una pista, que cojo a la izquierda: se trata del camino de los Vinateros, que discurre dejando el Manzanares a la izquierda. La idea es avanzar lo máximo posible por esta pista, visitar las cuevas más cercanas al poblado de la Gavia, y regresar explorando los escarpes que cierran el camino a la derecha. Una gruesa tinaja pintada indica que estamos en el camino de Uclés, vía de peregrinación que comunicaba Madrid con la sede de la Orden de Santiago, en el monasterio de dicha población conquense.

Por el camino de Uclés
Un poco más adelante, a la izquierda, el camino se engalana con multitud de enormes nidos con cigueñas, que crotorean satisfechas por haber encontrado tan prestoso oasis tan cerca del caos de la ciudad. 
Cigüeñas a la verita del río

Más adelante, en el escarpe a la derecha, aparece la cueva del Búnker, que en Openstreetmap y Google Maps es denominada "de la Bruja".

Cueva del Búnker

Poco después paso por debajo de la M-50, con ambos sentidos separados por una delgada línea de luz.

Bajo la M-45

Al poco, también paso bajo la línea férrea de alta velocidad de Vallecas, junto a la destrozada séptima esclusa del Real Canal del Manzanares.

Prosigo por la pista durante un rato, bajo la inmisericorde solana, hasta llegar al cruce de la pista con una carretera por donde circulan multitud de camionazos: una obra, y tocha: sálvese quien pueda. Un cartel lo deja claro: UTE Conexión Levante fase 2, que conectará las líneas de alta velocidad Madrid-Barcelona y Madrid-Levante.

Buff
Asciendo por la ancha pista de la obra, que gira a la derecha hacia un alto, donde aclaro el rodeo que tengo que dar para alcanzar las cuevas. 

Objetivo escarpe de la derecha

Fácil, solo hay que dejar la boca del túnel a la izquierda y tragarse el polvo de camiones y excavadoras. No es precisamente un Parque Nacional, pero elegimos pulpo como animal de compañía.

Llego al escarpe; a la izquierda, delante de un largo túnel en construcción, encuentro un promontorio horadado con lo que parece una trinchera con puesto de tirador, de la Guerra Civil.

Promontorio con trinchera

Poco después, en la pared del cortado, alcanzo la boca de la cueva del Túnel Largo.

Boca de la cueva del Túnel Largo

Se trata de una covacha artificial, excavada en yesos masivos, con tres galerías: la de la izquierda lleva a una cámara que conecta, a la derecha, con la galería central, que se va estrechando progresivamente hasta convertirse en una gatera; la de la derecha, tras unos cuentos quiebros y hornacinas, lleva a otra boca de la cueva. Profunda y entretenida, merece la pena antes de que sea condenada al ostracismo.

Justo después, en la base del escarpe, otra oquedad, con un par de bocas que terminan en divertículos. Como posee una curiosa visera, la voy a bautizar como cueva de la Ceja.

Otra cueva, cueva de la Ceja
Poco más adelante encuentro la cueva Verde -según Google Maps-, cuya boca desciende a una sala que continúa hasta convertirse en gatera. 

Boca de cueva Verde

Unos metros más adelante encuentro, tras el espeso espartal, una gran cavidad: la cueva de Boca Grande.

Cueva de Boca Grande
Se trata de un gran abrigo, descendente, lleno de escombros, neumáticos y demás mierdas. A la derecha queda el arranque de un muro, lo que permite inferir que en algún momento el abrigo estaba cerrado, en plan almacén o encerradero. Como de costumbre el techo está cubierto de hollín, como en casi todas las cuevas accesibles a los homininos desde el Paleolítico Inferior.

Ex-almacén

He llegado al punto más alejado por hoy, así que emprendo el regreso por el estrecho y serpentante sendero, ya que todavía queda mucho que explorar.

De regreso, dos bocas a la derecha

Un poco más allá de la cueva de Túnel Largo me fijo que, entre la obra del túnel ferroviario y una explanada utilizada como aparcamiento de la obra, hay un par de pequeñas bocas excavadas en el yeso, aisladas como una irreductible aldea gala rodeada por el Imperio Romano.

Cueva de la Siesta, en peligro de extinción
Alcanzo a la cavidad, mientras unos técnicos me observan de forma escrutadora ¿qué hace éste por aquí? ¿será de Patrimonio o de Greenpeace? ¿nos parará la obra por atentado medioambiental?

La boca de la derecha -más bien una ventana- hace de refugio para dormir la siesta, equipada con un mugriento y pulgoso colchón. La de la izquierda posee una corta galería que termina en una boca lateral, y hace de improvisado almacén de aperos de obra. Como no tiene nombre, voy a bautizarla como cueva de la Siesta.

Salgo de la obra, con la debida precaución de no ser aplastado en vida por un bulldozer, para regresar al camino de los Vinateros. Junto a la vía del ferrocarril y muy cerca de la M-50 se encuentran las Casas de Murcia, una antigua casa de labor que hizo de fortín republicano en la GCE. El general republicano Vicente Rojo, líder de la defensa de Madrid, describió el desolado paisaje así: 

"Una extensa llanura, sólo perturbada por colinas aisladas, o que forman sistemas de desarrollo limitado, como las que se alzan sirviendo de divisoria de aguas entre los ríos Guadarrama, Manzanares, Jarama y Tajuña, o de algunas quebradas y barrancas de cauce normalmente seco."

Las Casas de Murcia

Me interno entre las derruidas edificaciones, algunas adosadas al escarpe, como encerraderos de ganado. de las casas centrales sólo queda el arranque de los muros y algún paredón aislado. Un pilón, sucio y reseco, recuerda la granja que fue.

Pilón

Paso por debajo de la vía y de la M-50. Al poco, a la izquierda, surge una elevación que sostiene una torreta eléctrica. Un sendero muy empinado me deja muy cerca de lo que parece una diaclasa en el yeso masivo. No puedo acceder, demasiada maleza con pinchos. Como no tiene nombre y parece una cabeza herida, la voy a llamar cueva de la Brecha.

Torre y diaclasa: cueva de la Brecha
Justo después, tras un pequeño barranco, surgen una serie de agujeros horadados en el yeso, muy llamativos: la cueva del Búnker. Subo por un polvoriento y erosionado senderillo, utilizado por las motos de trial. 

Cueva del Búnker

Cueva del Búnker (Cuevas, Minas y Simas de Madrid)

Posee varias bocas: la central, más llamativa porque estar excavada en la roca, da paso a una pequeña sala cuadrada lleva de insectos, que podría constituir un búnker de la GCE.

Rodeo la cueva por la zona de la izquierda, donde quedan restos de una plataforma, posiblemente usada por la artillería republicana. Cojo un estrecho sendero, que me lleva a la cueva de la Magdalena II, la estrella de la zona.

Bocas de la cueva de la Magdalena II

Me cuelo por la boca de la izquierda, para encontrarme en una gran sala con un gran agujero en el techo, en forma de óculo, que otorga un carácter algo onírico al lugar.

Cueva de la Magdalena II

Un poco más adelante, a la izquierda, la cueva se abre al exterior, pudiéndose apreciar el camino de los Vinateros y los árboles repletos de cigüeñas.

A la derecha una galería se interna en la roca. La sigo hasta que se transforma en una gatera con laminador, únicamente accesible a rastras y con equipo de espeleología.  La cueva tiene mucho -y laberíntico- recorrido, con algunas salas de mayor entidad y muchas galerías meandriformes, entrecortadas.

Por ahí sigue

Cueva de la Magdalena II (Cuevas, Minas y Simas de Madrid)

Regreso por el mismo sendero, donde reparo en otra cueva sin nombre, justo detrás de la del Búnker. Tras la boca encuentro varios divertículos y poca porquería, así da gusto. Como no la he visto antes, la voy a bautizar como cueva del Despiste.

Cueva del Despiste

Asciendo, por donde puedo, a la parte superior de los cantiles, al páramo. En el suelo, serpenteando y colonizada de hierbas aromáticas en paradójica simbiosis, aparece la larguísima -varios kilómetros- línea de trincheras de ejército republicano.
Trinchera
Llego a un camino superior, bien marcado, que recorro en dirección SE, junto a la línea de trincheras. Al poco, a la izquierda, van surgiendo pequeños y resecos valles que se desploman en el camino de los Vinateros, bordeados por escarpes margosos en las zonas más próximas al camino superior.
Vallejo con cuevas
Emprendo el descenso, por un sendero empinado, al camino de los Vinateros. Me llama la atención una zona que parece excavada artificialmente, formando un camino rematado por una extraña formación fálica.
Una p como una olla  

Risueño, tomo el camino hacia semejante aparato. Tras ello, encuentro la boca de la cueva Perdida. Se trata de una cavidad excavada en la roca, con una galería de buen porte y factura rematada por una sala cuadrada, fresca y limpia.

Interior de cueva Perdida

Llego al camino de los Vinateros y, a unos cien metros, me vuelvo a desviar a la izquierda buscando el punto denominado "trialeras del cerro de la Gavia" en Google Maps.

Llego a un valle rodeado de pequeños escarpes blanquecinos, salpicados de covachas. 

Valle agujereado
Junto a un monolito de piedra, encuentro las tres bocas de la cueva Lucena. Todas tienen poco recorrido, y la de la derecha es artificial, excavada en la roca. 

Tres tristes bocas: cueva Lucena
Regreso al camino de los Vinateros; a la izquierda más cuevas, tantas que habría que dedicar más días a su exploración. 

Más cuevas, entre entre cerros margosos
Justo antes de empalmar con la pista, encuentro las ruinas de las Casas de Pedro, una antigua finca de labor. 

Las Casas de Pedro
Llego, al fin, al cruce de la pista con la Cañada Real, y tiro a la derecha, hacia la EDAR Sur, donde comenzamos. A la izquierda surge un canal con agua, que huele como a estanque con lejía; no sé si entra o sale de la depuradora.

Canales de la EDAR Sur

Aquí finaliza esta interesante ruta por los cantiles del Manzanares, como complemento o detour de nuestro recorrido oficial siguiendo la guía geológica de 1926, que pasa por Villaverde Bajo y después Getafe y Pinto. Merece la pena, sin duda.

CONTINUARÁ 

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