lunes, 1 de abril de 2019

Incursiones cotidianas: los cactus del Jardín Botánico de Madrid

Un día de principios de marzo. Hace un calor inusual para esta época del año, lo que podría presagiar una primavera lluviosa o, más bien, torrencial. Pero como uno no es de la Aemet pero en su terraza los abejorros ya se dedican pacientemente a libar las todavía escasas flores, estima que todavía no es primavera, aunque lo parezca. Sin embargo, a uno le apetece observar plantas, sean o no coloridas.

Y en la ciudad de Madrid hay muchas, en los numerosos parques y jardines que la adornan. Pero hay un enclave especial, realengo a la vez que científico; no en vano es uno de los centros punteros del CSIC. Con estas pistas es fácil inferir que me refiero al Real Jardín Botánico de Madrid.

Los cactus del Botánico (La Gaceta de Gea)
Lo que sí diré, a modo de introducción, es que posee cuatro terrazas diferenciadas: la inferior terraza de los Cuadros, que linda con el Paseo del Prado, las centrales Terrazas de las Escuelas Botánicas y de la Flor, y la superior es la de los Laureles. La primera se dedica a plantas ornamentales, medicinales y de huerta, la segunda a la clasificación taxonómica botánica, la tercera es un jardín romántico, y la cuarta está dedicada a una exposición de bonsais. Además, hay un par de pabellones muy interesantes y menos conocidos situados a la izquierda según se entra por la puerta de Murillo, la entrada principal: la estufa de Graells, un invernadero del siglo XIX muy atmosférico, que alberga especialmente palmeras tropicales, y el invernadero Santiago Castroviejo Bolívar, que posee tres recintos diferenciados con otras especies tropicales, desérticas y semidesérticas, cada cual con su climatización ad hoc.

Al traspasar la puerta de Murillo observo que aún, como es lógico, muchas especies no están en su todo esplendor, debido a las escasas lluvias y al cambio climático. Parterres que se desperezan del invierno, donde los jardineros se afanan diligentemente plantando nuevos ejemplares que alegrarán la próxima temporada a los visitantes. Los árboles, muchos de hoja caduca, todavía no están en su punto, habrá que esperar un poco.

Como siempre me han gustado mucho los cactus, esos Rambos de la botánica, prácticamente indestructibles, algunos curiosísimos en sus formas caprichosas, me dirijo al invernadero: hoy tocan especies desérticas.

Accedo al mismo por la zona tropical; la lente de la cámara se me empaña rápidamente, evidenciando la humedad reinante. En la subtropical cede algo y, por fin, atisbamos el jardín de cactus, donde éstos comparten espacio con plantas crasas y suculentas.

Cleistocactus winteri (La Gaceta de Gea)
Vamos a comenzar por el boliviano Cleistocactus winteri, un cactus muy verde de aspecto algo despeluchado, que cuando crece no soporta su propio peso y se vence, como sin energías. Su género es endémico de Argentina, Chile y Bolivia, donde crece silvestre en zonas desérticas y pedregosas. Se cubre por unas más bien gruesas espinas doradas y, cuando cada tallo es lo suficientemente extenso, se ramifica formando multitud de tallos rastreros que tapizan el suelo.

Cleistocactus ritteri (La Gaceta de Gea)
Seguimos con el género para observar el espectacular Cleistocactus ritteri, el cual forma, cuando los tallos se expanden, unas lianas que podrían semejarse a las de la selva más enmarañada. Procede, al igual que el anterior, de Bolivia. Sus flores, aunque este ejemplar no las muestre, son muy curiosas, amarillas y con forma de tubo.

Haageocereus sp. (La Gaceta de Gea)
Pasamos a otra especie: el columnar Haageocereus chosicensis, endémico de Perú y Chile. De hecho, su nombre deriva de la soleada ciudad de Chosica, en la provincia de Lima. Es un cactus erecto, de pequeñas espinas radiales que parecen agujas. Las flores brotan de la parte más alta y nueva de la planta, y suelen ser rosadas.

Thelocactus macdowelii (La Gaceta de Gea)
El Thelocacus conothelos var. macdowellii es un cactus levemente columnar cuyo hábitat es muy restringido: se limita a una zona pequeña de los estados mexicanos de Coahuila y Nuevo León, donde aparece sobre bancales y grietas de piedra caliza. Es pequeño, no suele superar los 15 cm de altura, y se cubre de espinas blancas de tal forma que no es posible apreciar su piel. Sus flores son muy bonitas, de color violeta rojizo.

Ferocactus (La Gaceta de Gea)
Los Ferocactus son un género que posee forma  globosa y de barril; denominándose popularmente biznagas en México. Aquí tenemos dos: el globoso Glaucescens, de tallos aislados y arracimados revestidos de una verde capa cerosa que contrasta con sus pajizas espinas, y el Victoriensis, de tallo columnar, alto, hasta 60 cm, dividiéndose en 15 costillas estrechas y abiertas en abanico, con espinas delgadas de color pardo.

Cereus uruguayanus "Monstrosus" (La Gaceta de Gea)
El enorme Cereus uruguayanus "Monstrosus" es una mutación única que se produjo en un Cereus peruvianus que desarrolló un tallo deformado, de tal forma que cada una de sus costillas se abre por varios sitios, formando tubérculos irregulares. No produce flores y es un cactus muy curioso, se le nota que no es muy normal que digamos.

Euphorbia resinifera (La Gaceta de Gea)
Vamos con las Euphorbias. Se trata de unos cactus de distribución mundial, siempre en zonas cálidas y templadas. Suelen ser suculentas -en alguna de sus partes almacenan agua, son más blanditas- y producen látex, esa sustancia acuosa, tóxica e irritante que segregan algunas plantas a modo de defensa. La especie resinifera es un endemismo de Marruecos, y se caracteriza por sus tallos poco ramificados y caras cóncavas.

Opuntia rufida "Cristata" (La Gaceta de Gea)
La Opuntia rufida "Cristata" es un cactus arbustivo y crestado, es decir, de forma caprichosa, retorcida. Posee unas almohadillas ovales o redondeadas, dotada de pequeñas y molestas espinas muy finas, y es verdaderamente bonita. Es oriunda del norte y centro de México, donde crece tanto en el llano como en la montaña. Parece ser que raramente florece cuando no se encuentra en su hábitat original.

Mientras observo y fotografío los ejemplares, una diligente y encantadora profesional del Botánico se afana en una rocalla de cactus del género Mammilaria. Me asegura que va a quedar preciosa, no lo dudo.
 
Rocalla de Mammilaria (La Gaceta de Gea)

Este género comprende muchas especies muy diversas en formas y colores: los hay columnares, arracimados, globosas o aplastados, con flores más grandes o chicas, blancas, verdes o grises. Para todos los gustos.

Finalizamos con una curiosidad: las piedras vivas, unas pequeñas plantas del género Lithops que se mimetizan en el entorno, se forma que esquivan hábilmente sus potenciales depredadores.

Piedras vivas del género Lithops (La Gaceta de Gea)
Me recuerdan pequeñas pezuñitas de color verde azulado que muestran unos patrones en su superficie. Por la hendidura entre las dos hojas surge la flor, que suele ser, como en muchos cactus y suculentas, de vivos colores.

Finalizo esta entrada que no pretende más que animar al posible lector a que, cuando se acerque al Jardín Botánico de Madrid, no solo admire lo que se encuentra en sus terrazas y parterres, que ya es mucho y muy interesante, sino que explore su periferia con los ojos bien abiertos, colofón y guinda de un entorno único, irrepetible, de la ciudad de Madrid.

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