Un día de principios de marzo. Hace un
calor inusual para esta época
del año, lo que podría presagiar una primavera lluviosa o, más bien,
torrencial. Pero como uno no es de la
Aemet pero en su terraza los
abejorros ya se dedican pacientemente a libar las todavía escasas
flores, estima que todavía no es primavera, aunque lo parezca. Sin
embargo, a uno le apetece observar plantas, sean o no coloridas.
Y
en la ciudad de Madrid hay muchas, en los numerosos parques y jardines
que la adornan. Pero hay un enclave especial,
realengo a la vez que
científico; no en vano es uno de los centros punteros del
CSIC. Con estas pistas es fácil inferir que me refiero al
Real Jardín Botánico de Madrid.
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Los cactus del Botánico (La Gaceta de Gea) |
Lo que sí diré, a modo de introducción, es que posee
cuatro terrazas diferenciadas: la
inferior terraza de los Cuadros, que linda con el Paseo del Prado, las centrales
Terrazas de las Escuelas Botánicas y de la Flor, y la superior es la de los
Laureles. La primera se dedica a plantas ornamentales, medicinales y de huerta, la segunda a la clasificación taxonómica botánica, la tercera es un jardín romántico, y la cuarta está dedicada a una exposición de bonsais. Además, hay un
par de pabellones muy interesantes y menos conocidos situados a la izquierda según se entra por la puerta de Murillo, la entrada principal: la
estufa de Graells, un invernadero del siglo XIX muy atmosférico, que alberga especialmente
palmeras tropicales, y el
invernadero Santiago Castroviejo Bolívar, que posee tres recintos diferenciados con otras
especies tropicales, desérticas y semidesérticas, cada cual con su climatización
ad hoc.
Al traspasar la puerta de Murillo observo que aún, como es lógico, muchas especies no están en su todo esplendor, debido a las escasas lluvias y al cambio climático. Parterres que se desperezan del invierno, donde los jardineros se afanan diligentemente plantando nuevos ejemplares que alegrarán la próxima temporada a los visitantes. Los árboles, muchos de hoja caduca, todavía no están
en su punto, habrá que esperar un poco.
Como siempre me han gustado mucho los
cactus, esos
Rambos de la botánica, prácticamente indestructibles, algunos curiosísimos en sus formas caprichosas, me dirijo al
invernadero: hoy tocan
especies desérticas.
Accedo al mismo por la zona tropical; la
lente de la cámara se me empaña rápidamente, evidenciando la humedad reinante. En la subtropical cede algo y, por fin, atisbamos
el jardín de cactus, donde éstos comparten espacio con
plantas crasas y suculentas.
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Cleistocactus winteri (La Gaceta de Gea) |
Vamos a comenzar por el boliviano
Cleistocactus winteri, un cactus muy verde de aspecto algo despeluchado, que cuando crece no soporta su propio peso y se vence, como sin energías. Su género es endémico de Argentina, Chile y Bolivia, donde crece silvestre en
zonas desérticas y pedregosas. Se cubre por unas más bien gruesas espinas doradas y, cuando cada tallo es lo suficientemente extenso, se ramifica formando multitud de
tallos rastreros que tapizan el suelo.
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Cleistocactus ritteri (La Gaceta de Gea) |
Seguimos con el género para observar el espectacular
Cleistocactus ritteri, el cual forma, cuando los tallos se expanden, unas
lianas que podrían semejarse a las de la selva más enmarañada. Procede, al igual que el anterior, de Bolivia. Sus flores, aunque este ejemplar no las muestre, son muy curiosas, amarillas y con forma de tubo.
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Haageocereus sp. (La Gaceta de Gea) |
Pasamos a otra especie: el columnar
Haageocereus chosicensis, endémico de Perú y Chile. De hecho, su nombre deriva de la soleada ciudad de
Chosica, en la provincia de Lima. Es un cactus erecto, de
pequeñas espinas radiales que parecen agujas. Las flores brotan de la parte más alta y nueva de la planta, y suelen ser rosadas.
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Thelocactus macdowelii (La Gaceta de Gea)
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El
Thelocacus conothelos var. macdowellii es un cactus levemente columnar cuyo hábitat es muy restringido: se limita a una
zona pequeña de los estados mexicanos de Coahuila y Nuevo León, donde aparece sobre
bancales y grietas de piedra caliza. Es pequeño, no suele superar los 15 cm de altura, y se cubre de espinas blancas de tal forma que no es posible apreciar su piel. Sus flores son muy bonitas, de color violeta rojizo.
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Ferocactus (La Gaceta de Gea) |
Los
Ferocactus son un género que posee forma globosa y de barril; denominándose popularmente
biznagas en México. Aquí tenemos dos: el
globoso Glaucescens, de tallos aislados y arracimados revestidos de una
verde capa cerosa que contrasta con sus pajizas espinas, y el
Victoriensis, de tallo columnar, alto, hasta 60 cm, dividiéndose en 15 costillas estrechas y abiertas en abanico, con espinas delgadas de color pardo.
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Cereus uruguayanus "Monstrosus" (La Gaceta de Gea) |
El enorme
Cereus uruguayanus "Monstrosus" es una mutación única que se produjo en un
Cereus peruvianus que desarrolló un
tallo deformado, de tal forma que
cada una de sus costillas se abre por varios sitios, formando tubérculos irregulares. No produce flores y es un cactus muy curioso, se le nota que no es muy normal que digamos.
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Euphorbia resinifera (La Gaceta de Gea) |
Vamos con las
Euphorbias. Se trata de unos cactus de distribución mundial, siempre en
zonas cálidas y templadas. Suelen ser suculentas -en alguna de sus partes
almacenan agua, son más
blanditas- y producen
látex, esa sustancia acuosa, tóxica e irritante que segregan algunas plantas a modo de defensa. La especie
resinifera es un endemismo de Marruecos, y se caracteriza por sus tallos poco ramificados y caras cóncavas.
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Opuntia rufida "Cristata" (La Gaceta de Gea) |
La
Opuntia rufida "Cristata" es un cactus arbustivo y crestado, es decir, de
forma caprichosa, retorcida. Posee unas almohadillas ovales o redondeadas,
dotada de pequeñas y molestas espinas muy finas, y es verdaderamente bonita. Es oriunda del norte y centro de México, donde crece tanto en el llano como en la montaña. Parece ser que raramente florece cuando no se encuentra en su hábitat original.
Mientras observo y fotografío los ejemplares,
una diligente y encantadora profesional del Botánico se afana en una rocalla de cactus del género
Mammilaria. Me asegura que va a quedar preciosa, no lo dudo.
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Rocalla de Mammilaria (La Gaceta de Gea) |
Este género comprende muchas especies
muy diversas en formas y colores: los hay columnares, arracimados, globosas o aplastados, con flores más grandes o chicas, blancas, verdes o grises. Para todos los gustos.
Finalizamos con una curiosidad: las piedras vivas, unas pequeñas plantas del género
Lithops que se mimetizan en el entorno, se forma que esquivan hábilmente sus potenciales depredadores.
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Piedras vivas del género Lithops (La Gaceta de Gea) |
Me recuerdan
pequeñas pezuñitas de color verde azulado que muestran unos patrones en su superficie. Por la hendidura entre las dos hojas surge la flor, que suele ser, como en muchos cactus y suculentas, de vivos colores.
Finalizo esta entrada que no pretende más que animar al posible lector a que, cuando se acerque al Jardín Botánico de Madrid, no solo admire lo que se encuentra en sus terrazas y parterres, que ya es mucho y muy interesante, sino que
explore su periferia con los ojos bien abiertos, colofón y guinda de un entorno único, irrepetible, de la ciudad de Madrid.
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